Ciudad de México (26 de mayo de 2025).- En un movimiento que parece más propio del marketing empresarial que de la responsabilidad política, los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI) han desembolsado este año decenas de millones de pesos en campañas de reposicionamiento de marca, a pesar de que no hay elecciones federales previstas sino hasta 2027.
Lejos de destinar recursos a fortalecer sus estructuras internas, transparentar su operación o responder a las crecientes demandas sociales, ambas fuerzas han optado por contratar servicios millonarios orientados a pulir su imagen pública y “relanzarse” como si fueran productos en anaquel.
El PRI, viejo conocedor de la propaganda, firmó en marzo un contrato por 20 millones 880 mil pesos con la empresa Veintiuno Doce Consultoría Estratégica. El objetivo: diseñar y ejecutar una campaña publicitaria que permita “posicionar la marca PRI”. Aunque el partido hizo pública la existencia del contrato en la Plataforma Nacional de Transparencia, decidió no difundir el documento completo, lo que impide conocer los términos específicos y alcances del convenio. Lo único claro es que estará vigente hasta el 31 de diciembre y forma parte de una estrategia de comunicación que, según reconocen, lleva al menos dos años en marcha.
Pero no fue el único gasto. El tricolor también pagó 7 millones 795 mil 200 pesos a Especialistas en Multimedia por asesoría comunicacional, y un millón de pesos más por producción de eventos y artículos publicitarios. En ninguno de estos casos publicó los contratos respectivos, lo que pone en duda su compromiso con la rendición de cuentas y la legalidad del uso de los recursos partidistas.
Por su parte, el PAN no se quedó atrás. En los primeros tres meses del año, desembolsó 1.7 millones de pesos a la empresa Pat Promotora de Arte y Turismo para una campaña de rebranding, en una estrategia que imita las prácticas corporativas: realizar un “diagnóstico de marca”, aplicar social listening y convocar focus groups privados con el objetivo de redefinir su narrativa y estética.
En el contrato, el PAN considera esta fase como “medular” para explorar nuevas vías de comunicación y rediseñar incluso los elementos gráficos que lo identifican. El proceso de rediseño incluye, según se detalla, “bajadas creativas” que deben estar en “línea estratégica y filosófica” con lo que hoy llaman su “marca”.
La apuesta de ambos partidos refleja una preocupante desconexión con las prioridades ciudadanas. En lugar de discutir políticas públicas o asumir responsabilidades tras sus derrotas electorales, PRI y PAN prefieren gastar en maquillaje político. Convertirse en marcas, al parecer, es más urgente que convertirse en opciones.
En un contexto donde la confianza en los partidos tradicionales se encuentra en niveles históricamente bajos, y con una ciudadanía cada vez más crítica, estas decisiones —más estéticas que sustantivas— no solo resultan ofensivas, sino contraproducentes. Marketing sin fondo, sin autocrítica, y sin un verdadero compromiso con la democracia.
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