No era el guion que los Warriors esperaban. A solo dos partidos del final de la temporada regular, el equipo de Stephen Curry tenía en casa un duelo que parecía pan comido contra unos Spurs sin nada en juego. Pero la noche se torció, y un triple de Harrison Barnes sobre la bocina selló una derrota que nadie en el Chase Center vio venir. Ahora, los restos de la última gran dinastía de la NBA pasan de soñar con ventaja de campo en playoffs a jugársela en el temido play-in. Y todo por un partido que se les escapó de las manos.
El regreso vengador de Harrison Barnes
El verdugo no fue cualquiera: Harrison Barnes, aquel alero que Golden State dejó ir tras las históricas Finales de 2016 —las que LeBron James remontó con sus Cavaliers— para hacerle sitio a Kevin Durant. Ayer, Barnes volvió a San Francisco como un fantasma del pasado y clavó el puñal justo cuando más dolía. Con ese triple final, los Warriors (47-33) cayeron por detrás de los Grizzlies y se complicaron la vida de cara a los dos partidos que les quedan: una visita a los Blazers en Oregón y un choque decisivo en casa contra los Clippers.
Steve Kerr y los suyos lo tenían todo a favor: jugaban en casa y se enfrentaban a un equipo diezmado. Los Spurs llegaron sin De’Aaron Fox, Jeremy Sochan, Riley Minix ni Victor Wembanyama, y hasta Gregg Popovich estaba ausente, aún recuperándose de un derrame cerebral sufrido a principios de temporada. Pero ni así. El último cuarto fue un desastre absoluto para Golden State: 23-38, con un 5 de 21 en tiros de campo y un 1 de 10 en triples. “Es lo que tiene perder de forma incomprensible ante un rival que no se jugaba nada”, podría decirse, mientras los Spurs se iban contentos rumbo al verano.
Curry brilla, pero no basta
Stephen Curry lo intentó todo: 30 puntos, con 12 de 24 en tiros y 5 de 14 desde el triple. Jimmy Butler sumó 28, y Draymond Green rozó el triple-doble con 13 puntos, 9 rebotes y 8 asistencias. Desde el banquillo, Jonathan Kuminga y Buddy Hield aportaron 12 cada uno. Pero el equipo se hundió en el momento clave. Sin Curry en cancha, los Warriors se perdieron, fallaron canastas fáciles y dejaron vivo a un rival que no tenía nada que perder. Hasta que Barnes, aplaudido por momentos por una afición que lo recuerda como campeón en 2015, decidió el partido con esos 3 segundos finales.
Los Spurs sorprenden con orgullo
En el lado de San Antonio, el partido fue una montaña rusa que acabó en fiesta. Keldon Johnson y Stephon Castle lideraron con 21 puntos cada uno, mientras Barnes brilló desde la línea de tres (6 de 9) para cerrar su cuenta en 20. Chris Paul, con 12 puntos, 5 rebotes y 4 asistencias, puso la veteranía en una noche en la que los Spurs encontraron el ritmo justo a tiempo. Ese 13 de 18 en tiros de campo y 7 de 10 en triples del último cuarto dejó claro que, aunque no peleen por nada, este equipo tiene talento de sobra para dar guerra.
¿Qué les espera a los Warriors?
Con una plantilla veterana —Curry (37), Green (35) y Butler (36) al frente—, el play-in no es precisamente el escenario ideal. La NBA lo instauró en pandemia bajo el mando de Adam Silver, y aunque llegó para quedarse, no es el lugar donde un equipo como este quiere estar. Ahora, Golden State necesita ganar sus últimos partidos y rezar por tropiezos ajenos para evitar esa previa que puede ser un trago amargo. Mientras, en San Antonio ya piensan en el futuro: cómo se recupera Wembanyama, si vuelve Popovich y hasta dónde puede llegar este grupo. Pero anoche, al menos, le dieron un susto a la dinastía que dominó la liga. Y vaya si lo disfrutaron.
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