La Casa Santa Marta, ubicada dentro del Vaticano, fue mucho más que una residencia para el Papa Francisco: fue el reflejo fiel de su estilo de vida y de su mensaje de humildad.
Desde que asumió el pontificado en 2013, Jorge Bergoglio decidió no ocupar el tradicional departamento papal en el Palacio Apostólico. En su lugar, optó por vivir en el departamento 201 del segundo piso de Santa Marta, un edificio que originalmente funcionaba como hospicio y que hoy alberga a sacerdotes y visitantes.
“Cuando me preguntaron por qué no me había quedado a vivir allá yo dije: ‘Por motivos psiquiátricos'”, explicó alguna vez en tono relajado.
El lugar donde vivió sus últimos días era sencillo y modesto: una habitación con una cama simple, una cruz de madera en la pared, una lámpara de pie, algunas sillas y un escritorio de madera. A un lado del dormitorio, tenía un pequeño estudio y una sala donde recibía visitas, muchas de ellas procedentes de Argentina.
Durante sus 12 años como Sumo Pontífice, Santa Marta se convirtió en su centro de actividad privada. Ahí recibía a amigos, religiosos y líderes de todo el mundo, incluso fuera de los protocolos vaticanos. De hecho, fue en este espacio donde días antes de su fallecimiento sostuvo una reunión con el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance.
Construida originalmente como hospedaje para religiosos y personas vulnerables, Santa Marta fue restaurada por orden de Juan Pablo II en 1996. Hoy cuenta con 105 departamentos y 26 habitaciones individuales, bajo la administración de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Discussion about this post