Bajo un cielo despejado y ante miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, presidió este sábado la misa fúnebre del papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril a los 88 años de edad.
Inicio de los Novendiales
La ceremonia inició a las 10:00 horas locales en el atrio de la basílica vaticana, marcando el primer día de los “Novendiales”, los nueve días de luto oficial tras la muerte de un pontífice. Fiel al deseo expresado en vida por Francisco, el funeral se desarrolló en un tono sobrio, “el de un pastor, no el de un soberano”, según puntualizó Diego Ravelli, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias.
El cuerpo del papa, colocado en un féretro sencillo, no fue expuesto en catafalco como en funerales de pontífices anteriores. En su lugar, fue dispuesto directamente frente al altar, acompañado de oraciones y gestos de recogimiento.
Durante la misa, la segunda lectura fue proclamada en español, lengua materna de Francisco, en homenaje a su origen argentino.
Homilía del cardenal Giovanni Battista Re
El cardenal Re, de 91 años, pronunció una homilía centrada en la figura de Francisco como un hombre de profunda fe, incansable promotor de la misericordia y defensor de los más pobres. “Francisco nos enseñó que la grandeza de un pontificado se mide por la cercanía al pueblo y la fidelidad al Evangelio”, expresó.
Más de 50 jefes de Estado y representantes de distintas confesiones cristianas y religiones del mundo acudieron al funeral. Miles de peregrinos, muchos de ellos jóvenes, abarrotaron la plaza con banderas y mensajes de despedida.
La presencia masiva reflejó una manifestación espontánea de cariño y gratitud hacia el pontífice, en una muestra de su profundo impacto global.
Ritos finales y sepultura
Al concluir la misa, tuvo lugar la “Ultima commendatio” y la “Valedictio”, ritos finales en los que se encomienda el alma del papa a Dios y se da el último adiós.
Posteriormente, el féretro fue trasladado a la Basílica de Santa María la Mayor, donde Francisco pidió ser enterrado, en una tumba de mármol de la región de Liguria, con la inscripción “Franciscus”.
El funeral de Francisco marca el final de un pontificado que dejó una huella profunda en la historia de la Iglesia católica, caracterizado por su apertura, su sencillez y su compromiso inquebrantable con los más vulnerables.
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