Si la sociedad mexicana está en crisis es debido a que muchas familias se encuentran en crisis y por ello, el tejido social “se ha debilitado o roto” en muchas situaciones que afectan la vida diaria de las personas.
Para hacer frente a esa realidad es impostergable que las familias dejen de fracturarse debido a que, si se sigue por el camino “del individualismo y la indiferencia”, la sociedad continuará siendo presa de la violencia y la depresión, advirtió la iglesia católica.
Vivimos en un tiempo en el que a veces la indiferencia, el egoísmo y el individualismo amenazan con erosionar estos lazos fundamentales y debilitan las estructuras familiares y, con ello, el tejido social. Es un hecho. Si no cuidamos a las familias, no vamos a cambiar una realidad social acechada por violencia, asesinatos, agresiones, polarización, depresión y suicidio, entre otras problemáticas que hoy enfrentamos. No podemos ignorar que la crisis de la familia es también una crisis de la sociedad. Cuando los lazos familiares se resquebrajan, la solidaridad se desvanece, el compromiso se diluye y la comunidad se fragmenta” destacó este domingo la iglesia católica desde el semanario Desde la Fe.
La postura católica destacó que el hogar debe ser el primer lugar en donde las personas aprendan a amar, a respetar, a ser respetados, valorados y a ser generosos con los seres queridos.
Si “ese ADN” no existe o no se fomenta en las familias, no será posible tener relaciones humanas que reflejen el amor a la vida y el respeto por los otros.
La familia, está llamada a “coser” el tejido de la sociedad creando relaciones y multiplicando el amor y la vida. En la familia tendríamos que sentirnos conocidos, respetados, valorados y amados. Debería ser el lugar donde experimentemos el amor de Dios a través de nuestros seres queridos” expuso la publicación religiosa.
Luego de la reflexión sobre el diagnóstico en el que se encuentran muchas familias en México, la iglesia católica invitó a que dentro de los hogares se fortalezca la comunicación y el diálogo entre sus integrantes, además de llevar a cabo muestras de generosidad y entrega por parte de los padres a los hijos.
Pero, ¿por dónde empezar?
La familia no es solo un lugar de crecimiento personal, sino también un espacio de evangelización y compromiso con la sociedad estamos llamados a defender a la familia, fortalecerla y testimoniar con nuestras propias vidas el amor familiar. El reto es grande, pero la esperanza es mayor. Si cada familia decide hoy vivir el Evangelio del amor, si cada hogar se convierte en una pequeña escuela de servicio y acogida, entonces seremos capaces de restaurar el tejido social” abundó el semanario.
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