En este evangelio, ya muy conocido por todos nosotros, recordamos como Jesús sube a una barca y le pide a Pedro que la aleje de tierra, para enseñar desde allí a la multitud. Al terminar Jesús de hablarle a la multitud, pide que lleven la barca mar a dentro y que echen las redes.
Sabemos que esto era un poco confuso para ellos porque no habían pescado nada, aún después de haber echado las redes durante toda la noche, y no lograr haber capturado nada. Más, sin embargo, utilizaron aquel dicho de que el que obedece no se equivoca, y en efecto, sucedió la pesca milagrosa.
Pedro realiza al ver el milagro, su profesión de fe: “apártate de mí Señor, porque soy un pecador”, reconociendo la grandeza de Jesús y su pequeñez, más, sin embargo, recibe como respuesta el mandato de Jesús para que no temiera y continuara con su misión: “desde hoy serás pescador de hombres”.
En la actualidad vivimos un entorno complicado, confuso con tantas situaciones difíciles que suceden a nuestro alrededor, donde hemos sacado a Dios de nuestra vida, familia, entorno y nuestra vida se torna difícil, escuchamos muchas voces, vemos muchos caminos y no sabemos por dónde seguir.
El evangelio de hoy nos deja una gran enseñanza necesitamos dejar la orilla, es decir, dejar nuestras seguridades, nuestra forma de vivir la vida, de encontrar otra forma de solucionar los problemas de confiar totalmente en lo que Jesús nos pide, curiosamente Dios sigue confiando en nosotros más que nosotros mismos.
Recuerdo que cuando era chico, los adultos ante cualquier situación o emprendimiento que hacían, decían, “Primero Dios” o “sí Dios quiere”, pero siempre tomando en cuenta a Dios y los resultados, aunque no siempre eran como se esperaba, la manera de verlos era distinta, viendo siempre en ello la mano de Dios.
Dios nos sigue Llamando, quiere guiar nuestra vida, nos muestra su cercanía, confía en nosotros, porque Él sabe los dones y talentos que ha puesto, nuestras debilidades, en pocas palabras, nos conoce a la perfección; también sabe los pretextos que ponemos cada uno de nosotros, por miedo al compromiso y la falta de fe.
Ojalá que nos atrevamos a confiar totalmente en Dios y vamos a lograr cosas maravillosas, nuestro cansancio será menor y habrá mejores resultados. Me ha pasado y he conocido personas que ante una situación complicada, se esmera por querer resolverla poniendo de pretexto; que hacen mucha oración, que le han pedido tanto a Dios sin ver respuesta, pero cuando en verdad confían en Dios, es cuando vienen los resultados.
Que grande y maravillosa es la fe verdadera, el esperar y confiar en las promesas de Dios, el realizar siempre todo en nombre de Dios y no ha nombre propio. confiemos totalmente en Él, alejémonos del entorno, atrevámonos a ir mar adentro, a salir de nuestra zona de confort, y sucederán cosas maravillosas, porque al trabajar unido a Jesús y por Él, es la mejor inversión en el camino a nuestra salvación.
Sigamos orando por las vocaciones, pongámonos al servicio de nuestros hermanos, él nos sigue llamando y sigue confiando en cada uno de nosotros, respondámosle en la vocación que hemos elegido y en su nombre realicemos cada una de las actividades diarias, y ante toda situación recordemos las palabras que Jesús nos dice: “no temas”.
Y recuerda Dios sin nosotros sigue siendo Dios, pero nosotros sin Dios no somos nada
Su atento servidor, Padre Lolo.
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