Deseo compartir esta reflexión en tres pequeños apartados:
Estimado hermano, este segundo domingo del tiempo de adviento (Ciclo C), la Palabra de Dios nos habla con el Libro del Profeta Baruc (Bar 5,1-9); el Salmo 125 (Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor); la Carta de san Pablo a los Filipenses (Fil 1,4-6.8-11); y el Evangelio de san Lucas (Lc 3,1-6). El tema central: el encuentro con la Palabra de Dios y con Jesús hace posible la conversión de las personas, de los entornos; el paso de la opresión a la libertad, a la fraternidad.
El contexto: El Bautista en el Evangelio de Lucas. Juan el Bautista, es el hijo de un mudo (pueblo en silencio) y de una mujer estéril (sin frutos del espíritu) que renunció a los privilegios del sacerdocio, a los cuales tenía derecho por herencia paterna.
Su predicación tuvo gran éxito y atrajo multitudes de personas de todos los estratos sociales; de hecho, muchos se preguntaban si él era el Mesías. Lucas lo presenta como el último profeta del Antiguo Testamento, vivía de manera muy austera y su mensaje es de penitencia y de conversión.
Su predicación desde el desierto representa el lugar desde la soledad, de la conversión, del encuentro con Dios. Lucas quiere transmitirnos que la llegada de Jesús no es casualidad de la historia ni que esté al margen de la historia concreta de los hombres. Dios y el hombre se encuentran en el aquí del espacio y en el ahora del tiempo.
Un grito en el desierto. Un hombre (Juan Bautista), que no pertenece a ninguna jerarquía y que no posee poder ni dinero ni autoridad alguna, es el único que escucha la Palabra de Dios, que debe oír toda la comunidad.
Escuchar la voz que viene desde el desierto (lugar de encuentro y desde donde Dios habla) solo es posible para quien se descubre pobre (aquel que le falta algo que es esencial para vivir). Cuando se es capaz de aprender a mirar la vida desde la perspectiva del pobre y del indefenso, se siente la llamada a renovar su vida.
Esa llamada nos habla a allanar, enderezar e igualar nuestra sociedad, a hacerla más humana. Llamada que cala en lo más hondo de nuestro ser y que nos permite ver y experimentar la salvación de Dios.
Un grito en el desierto de hoy es el de los indefensos, los ancianos, los humillados, los migrantes, los manipulados, los atropellados por las injusticias que nos urgen a socializar más nuestra vida y a empeñarnos en nuevos proyectos y caminos que nos conduzcan a una sociedad distinta, organizada no en función de unos pocos privilegiados, sino de las necesidades de los más débiles e indefensos.
Preparad el camino del Señor. Aunque hoy con el avance de la tecnología, más que nunca es posible una comunicación rápida y eficaz entre las personas y los pueblos, sin embargo, cada vez somos menos capaces de entablar relaciones de amor y de amistad. Hoy cada vez más, sigue creciendo el número de personas abandonadas, frustradas, tristes, insatisfechas. ¿por qué?
Porque se nos ha olvidado que la vida se nos presenta a todos como un proyecto-tarea que hay que ir resolviendo cada día. Y como cualquier proyecto, lo importante es plantearla bien. Pero no pocas personas descubren que ahí tienen su problema, no han planteado bien su vida, les falta ilusión, sentido, horizonte, alegría, objetivos, y le sobra vacío, tristeza, amargura. Y una vez más, nos preguntamos, ¿por qué?
Porque han planeado o diseñado su vida sin tener como punto de referencia a Jesucristo. De ahí la importancia de escuchar con atención la voz del Bautista: “Preparad el camino del Señor.”
La preparación (conversión) consiste en la igualación definitiva de las relaciones interhumanas, que han de pasar de la desigualdad a la igualdad, de la injusticia a la justicia, expresado de manera simbólica en la nivelación de los terrenos. No se puede ver la salvación de Dios si no hay conversión, si no hay cambio, si no hay praxis concreta del compartir y de la solidaridad.
Estimado hermano, pido a Dios te bendiga y que nos conceda escuchar la voz del pobre y desde ahí enderezar nuestras vidas para encontrarnos con Cristo que siempre está en camino para encontrarse con nosotros y darnos su salvación. Bendecido domingo, y por favor, no te olvides de rezar por la conversión de un servidor y la de todos los sacerdotes de nuestra iglesia diocesana.
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