México es un país que esconde tanta diversidad como los miles de años que contiene su Historia. Los olmecas, los mayas y los aztecas habitaron esta tierra antes de que Hernán Cortés colonizara e impusiera tres siglos de dominio español. Hay multitud de sitios arqueológicos en los que empaparse de la cultura indígena, pueblos llenos de magia y una cocina que hará las delicias de los visitantes. Tampoco se puede dejar de lado el Caribe mexicano.
Si el viaje comienza por algún sitio, es por Ciudad de México, una urbe que transmite la sensación de la inmensidad del mundo, que nunca puede terminar de abarcarse. Es una de las ciudades más grandes y pobladas del mundo y como tal, conserva mucho patrimonio. Tanto, que haría falta un año dedicado en exclusiva a visitarlo para poder verlo todo.
Entre los imprescindibles se encuentran la plaza de la Constitución, el mercado de San Juan, el Museo Palacio de Bellas Artes y el Museo Nacional de Arte. También merecen una visita los barrios de Condesa y Coyoacán, donde se encuentra el Museo de Frida Kahlo, el gran bosque de Chapultepec y el Museo Nacional de Historia. Para ponerle la guinda al pastel, deberías pasar por la basílica de Guadalupe, el santuario de México. Tanto si eres religioso como si no, deberías ir a verlo: es el segundo lugar sagrado más visitado del mundo, con entre 17 y 20 millones de visitantes cada año, solo superado por la basílica de San Pedro del Vaticano.
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Teotihuacán, la ciudad de los dioses
Teotihuacán recibe su nombre de su origen náhuatl. Los mexicas llamaban así a la ciudad, que fue una de las mayores de Mesoamérica en la época prehispánica. Según los estudios arqueológicos, el valle era uno de los más ricos del lugar, pleno de vegetación fértil que daba alimento y de agua.
También se encontraba allí la obsidiana, el mineral más importante de la época, con el que se hacían herramientas, ornamentos y armas. Entre ellas, las hadzab, como las llamaban los mayas, o espadas de madera dura con hojas de obsidiana incrustadas. El mineral es el más afilado del planeta. Toda esa riqueza ha marcado la vida del altiplano mexicano, que fue declarado patrimonio mundial por la Unesco en 1987.
El Museo de Antropología
Este museo es el más grande del país. Entre los años 40 y 60 del siglo XX, los intelectuales de México promovieron la idea de que el país necesitaba un lugar que protegiera y, al mismo tiempo, homenajeara el pasado de la cultura mexicana. Hoy en día, el centro es uno de los museos de referencia del mundo y repasa los orígenes de las civilizaciones del México antiguo. Se encuentra en el bosque de Chapultepec, dentro de un edificio de arquitectura contemporánea digno de ver.
El sector de la cultura y los museos en México es muy relevante en la economía. En 2019, generó 724.453 millones de pesos corrientes. El patrimonio material y natural, los museos del sector público y espacios como bibliotecas, sitios arqueológicos y reservas naturales fueron responsables de 11.056 millones y los museos del sector privado de 486 millones, dentro de todos los ingresos que produce el sector.
Xochimilco a todo color
Los canales de Xochimilco recogen todo el folclore de México. Por sus canales navegan las trajineras, barcos de colores que irradian alegría y ganas de fiesta. La zona es patrimonio de la humanidad desde 1987 por sus tradiciones. Las embarcaciones las usaban ya los xochimilcas, primera tribu náhuatl en asentarse en el valle de México, en 1352. De hecho, el nomvre de Xochimilco significa “en la tierra de flores”.
Sus porciones de tierra sobre raíces de ahuejotes (sauces para los europeos) se emplearon para sembrar tanto legumbres como flores y entre ellas se dejaban canales de agua para transportar los alimentos en canoas. Hoy en día se conservan sus 14 kilómetros de canales en los que los turistas pueden escuchar música y probar antojitos mientras navegan. Se conservan más de 200 trajineras que salen de 10 embarcaderos diferentes.
Puebla, hervidero de artesanía
En Puebla se concentra la historia colonial de México, además de un reguero de paisajes y pueblos mágicos. Para empezar, hay que visitar la catedral, del siglo XVI, una de las más bonitas de Latinoamérica. Después, hay que dar un paseo por el Callejón de los Sapos, donde se concentran las tiendas de muebles y antigüedades. Durante la etapa colonial, la crecida del río San Franscisco inundaba esta y otras calles. Para darle un uso a la inundación, los vecinos instalaron molinos para aprovechar el agua natural, pero eso supuso que proliferaran los sapos.
La Biblioteca Palafoxiana también merece una visita, ya que alberga 43.000 obras. La artesanía forma parte de la cultura mexiacana y muchos ejemplos pueden verse en Puebla. El templo de San Francisco te espera con una fachada barroca impresionante del siglo XVIII. Necesitarás otro día más para conocer los fuertes de Loreto y Guadalupe.
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