Esperanza es, en el sentido más amplio, un estado anímico de optimismo y confianza que se presenta cuando luce factible aquello que se desea, por lo que se entiende como probabilidad.
Precisamente La Esperanza fue el tema utilizado como eslogan publicitario del partido político mexicano formado por el tres veces candidato a la presidencia de la república, con la bandera de erradicar la corrupción, darle al pueblo lo que merece, no robar, no mentir, no engañar, etc., etc., etc.
Lo logrado, entre otras cosas, fue un divisionismo social hasta en las familias más sólidas porque entonces hubo quienes creyeron en la voz del macuspano, quien de plano rechazó la sola idea de muchos escenarios familiares y de partido que dejaban lagunas, océanos de honestidad.
La columna de hoy pretende compartir la idea de quienes han realizado estudios de opinión sobre la aprobación popular del actuar del Presidente de La Esperanza, el originario de Macuspana Tabasco y a quien le llamaron jocosamente El PEJE.
Centro la información estadística de hoy en una publicación del periodista Saigo Brainez García, de Chalco, EDOMEX y con voz en La Bonachona Radio, donde afirma que Manuel López termina su gestión presidencial con una aprobación del 68%, según información del influyente periódico mexicano El Financiero.
Ese 68% coloca al tabasqueño como uno de los mandatarios mexicanos con mejor evaluación popular al concluir su mandato, superando por amplio margen a otros antecesores inmediatos y de quien hizo gala de corrupción en más de 5 mil Lagañeras desde Palacio Nacional.
La misma fuente asegura que el expresidente, originario de la cuna del PRIÍSMO: Atlacomulco, EDOMEX, Lic. Enrique Peña Nieto (2012-2018), cerró su sexenio con solo 30% de aprobación popular, pues su administración estuvo marcada por altos índices de corrupción, la crisis de Ayotzinapa y una notable caída en la confianza pública.
El antecesor, el michoacano Felipe de Jesús Calderón Hinojosa (2006-2012) concluyó el sexenio con 61% de aceptación popular, a pesar de los altos niveles de violencia derivados de la guerra contra el narcotráfico que definió gran parte de su administración.
El originario de Guanajuato, fabricante de botas en León, Vicente Fox Quesada, (2000-2006), consiguió 60% de aprobación pública, teniendo en consideración de ser el primer mandatario no priista en más de 70 años, aunque su gestión fue percibida como poco transformadora y calificada por algunos analistas como tibia.
El defeño expresidente Ernesto Zedillo de León (1994 a 2000) llegó al final de su sexenio con el 69% de respaldo popular, sobre todo por la estabilización económica que logró tras la crisis de 1994, incluso el haberse enfrentado a su antecesor Carlos Salinas de Gortari (1981994) cuando encarcela a su hermano Ricardo, además del cambio democrático que facilitó en el país.
Hasta aquí Manuel Andrés, que presume de ser el más querido y popular de los presidentes, según los números de el periódico El Financiero, fue rebasado en los mismos términos por el Dr. Zedillo de León, quien se caracterizó por ser un expresidente respetuoso de sus predecesores, aunque en los últimos meses hizo declaraciones fuertes en contra del oriundo de Macuspana, por su forma de “…gobierno divisionista y atentar contra la República…”
Coincidentemente la empresa que realiza la Consulta Mitofsky publica que la aprobación del ahora expresidente Manuel López es de 63%, no en el 68 % reportado por El Financiero.
Las dos casas encuestadoras señalan que el mandatario que se fue cuenta con una fuerte base de apoyo de popularidad, punto clave a lo largo de su administración, impulsada principalmente por su enfoque en programas sociales y un discurso directo que ha conectado con amplios sectores de la población.
Dicho en otras palabras, López fue popular por todas las becas a la población de todas las edades y su verborrea diaria hacia los enemigos de los pobres, el encubrimiento de muertos por falta de medicamentos y debilidad en la seguridad pública.
López se despide de la presidencia y el debate sobre su legado está más vigente que nunca. Su administración ha sido marcada por profundas divisiones entre quienes lo ven como un líder transformador y quienes lo critican por sus políticas centralizadoras y sus enfrentamientos con los organismos autónomos y los medios de comunicación.
La Nueva Esperanza ahora se llama Claudia Sheinbaum Pardo, originaria de la CDMX, con estudios doctorales y quien la conoce, afirma es una mujer inteligente que sabe hacer política y que, sin confrontarse, se desligará en su momento de su padre político.
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