Radico en Cd. Victoria, la capital tamaulipeca, desde hace 44 años.
Cuando arribas a una nueva ciudad, percibes todo. Comparas con la ciudad de origen.
Me llamaron la atención sus calles angostas, muchas de un solo sentido, la ausencia de más avenidas amplias que facilitaran la circulación ágil en la zona centro.
También destacaba la pobre cultura vial de los conductores y de los peatones. El escaso respeto a estos últimos por los operadores de unidades motrices.
Era la etapa de transición del gobierno de Enrique Cárdenas González al de Emilio Martínez Manautou.
El primero construyó la Unidad Gubernamental José López Portillo (La Torre Vieja y edificios contiguos como Palacio de Justicia, Congreso Local Antiguo, Centro Cívico y Biblioteca Marte R. Gómez) además de algunos Bulevares.
El segundo dio otro impulso relevante a la capital con obras como los hospitales General e Infantil, el Centro Cultural Tamaulipas, además de un programa intenso de pavimentaciones y embellecimiento de jardines, plazas y bulevares.
En ese tiempo las fuentes tradicionales de abasto de agua para la ciudad, como los manantiales de La Peñita, Pozos del Sur e incluso el mini acueducto de los Pozos de la Zona Norte, eran insuficientes y el agua escarceaba en las viviendas, sobre todo en los meses de más calor y años de estiaje.
La ciudad tenía cerca de 141 mil habitantes.
Aún en esa etapa, con menos pobladores, menos carros y todo tipo de unidades motrices, eran comunes los baches.
Fungía como alcaldes de esa época, Magdaleno Mata Blanco (+), Raúl García García (+) y Jaime Rodríguez Inurrigarro.
La raíz del problema, desde ese tiempo era que la ciudad carecía de drenaje pluvial profundo.
Y el agua que bajaba de la sierra que tenemos al poniente de la ciudad, convertía las calles en arroyos.
El crecimiento de la mancha urbana no respetaba el drenaje natural. Y la pendiente del siete por ciento que tiene la ciudad provoca que los escurrimientos sean fuertes.
Desgraciadamente, en ese tiempo no se corrigieron errores, ni se construyó el drenaje pluvial necesario.
Además, la mancha urbana ha crecido en todas direcciones sin control, especialmente hacia la sierra.
Decenas de colonias y fraccionamientos de han erigido más allá de los límites que establecen los planos de desarrollo urbano.
Deforestación, urbanización, pavimentación en más de cien asentamientos humanos en las zonas del poniente han acentuado la velocidad con que viaja el agua de la sierra a las zonas bajas.
Hay calles o avenidas como el Eje Vial que se convierten en ríos en cada lluvia de más de tres pulgadas de precipitaciones.
Y en general casi todas las calles sirven de canales de desfogue.
Y por tanto el drenaje sanitario es una de las rutas que toma el agua de lluvia.
La presión de esa agua de lluvia, por lo general hace tronar las tuberías del drenaje sanitario, que no están diseñadas para esa carga y fuerza.
Y la falta de un buen sistema de distribución del agua potable, también se traduce en fugas cuantiosas que se agregan al deterioro de calles pavimentadas con asfalto, e incluso algunas con pavimento de concreto hidráulico.
Se trata, de un problema añejo y multifactorial de la capital tamaulipeca.
Pareciera que no contáramos con profesionistas especialistas en ingeniería civil, ingeniería hidráulica o arquitectura, las disciplinas más afines a un desarrollo urbano que respetase la orografía e hidrografía, así como otras normas básicas de urbanización.
Prevalecieron intereses particulares de desarrolladores, constructores, funcionaros públicos municipales, estatales y federales omisos, tolerantes o cómplices.
Situación que, en los tiempos actuales, en una ciudad de más de 350 mil habitantes, con los mismos hábitos o tradiciones desarrollistas que hace cuarenta años, obvio es que agrava la problemática.
Y mientras no modifiquemos esos malos hábitos e incumplimiento de las normas, además de hacer las obras de infraestructura para enmendar los yerros del pasado lejano y el reciente, estaremos condenados a ser una especie de “bachelandia” cada temporada de lluvias.
Y más en años de abundantes lluvias, como el actual, pues en cerca de cuatro meses la presa más grande de la entidad, la “Vicente Guerrero” pasó del 7 por ciento al 60 por ciento de su capacidad de almacenamiento.
De ese tamaño han sido los temporales para Ciudad Victoria.
La bonanza del cielo nos ha venido a solucionar problemas severos de falta de agua potable en las viviendas, el estiaje en los ranchos ganaderos, en huertas citrícolas, en parcelas productoras de granos y oleaginosas, así como en los bosques afectados por reforestación y e incendios
Permiten reactivar la economía en todos los sentidos.
Pero a la vez, afloran las deficiencias en la infraestructura urbana.
Fallan los semáforos.
Afloran infinidad de baches, los añejos, los tradicionales y los nuevos.
Algunas calles se van todititas…
Las zanjas de la COMAPA se abren de nuevo con gran profundidad.
Se caer árboles viejos y secos.
Se vienen abajo cableados de luz, telefonía, sistemas de internet y conectividad.
Se funden lámparas de alumbrado público.
Cientos de autos se ponchan, dañan amortiguadores, suspensiones o carrocerías por caer en baches o quedar atrapados en calles inundadas. Aunque también se reactivan ventas para refaccionarias y talleres mecánicos.
Ese es el origen y el efecto de nuestros baches.
Derivados de la insuficiente infraestructura para drenaje pluvial profundo o a cielo abierto.
Del olvido de décadas para este tipo de obras.
No hay alcalde victorense de los últimos 40 años que se salve de haber tenido este problema.
Agudizado en algunas épocas de años más lluviosos producto de tormentas o huracanes.
Cierto que al que le toca “bailar con la ciudad más fea” es al actual alcalde Eduardo Gattás.
Como lo puso en evidencia el pasado 15 de septiembre la cantante Susana Zabaleta, muy a su estilo irónico rudo.
Magnificado por algunos, como si no fuese el diario vivir para los victorenses.
La realidad, es que insuficientes han sido los esfuerzos del Ayuntamiento e incluso de la Secretaría de Obras Públicas del Gobierno del Estado, para atender el severo problema.
Que por añejo y fuerte, requiere de grandes inversiones, tiempo y trabajo de mejor calidad por parte de funcionarios y constructores.
Pero, sin duda, la verdadera solución no es tapar todos los baches con mejores materiales.
Si no, rescatar y ejecutar los proyectos para las obras de drenaje pluvial para Ciudad Victoria empolvados en los escritorios de la extinta CEAT, ahora Secretaría de Recursos Hidráulicos de Raúl Quiroga Álvarez.
Son tan necesarias como la nueva línea del acueducto de la presa Vicente Guerrero a Ciudad Victoria.
Solo así, podremos ir reduciendo el problema y la eterna queja generalizada de nuestros baches.
No todo es culpa del alcalde en turno o de sus antecesores.
Aunque tendrá que aplicarse a fondo para la búsqueda de los recursos públicos ante la federación el reelecto alcalde Eduardo Gattás y su nuevo equipo de funcionarios del área de obras públicas, así como de los secretarios de Obas Públicas y el de Recursos Hidráulicos del Gobierno Estatal, Pedro Cepeda y Raúl Quiroga, respectivamente.
Esa es la solución verdadera.
No cuestionar lo boquifloja que pueda ser una visitante famosa.
Susana Zabaleta nunca dejará su etilo de criticar con rudeza lo que ve o le soplan al oído en sus presentaciones artísticas.
Así es que, mejor pongamos todos manos a la obra.
O mejor dicho manos en nuestros ya famosos y añejos baches victorenses
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