Stonehenge, el icónico monumento megalítico en las llanuras de Salisbury, al sur de Inglaterra, ha vuelto a sorprender a los expertos con un nuevo hallazgo que añade aún más misterio a su ya enigmática historia. Un equipo de investigadores, liderado por Richard Bevins y Nick Pearce, ha determinado que una de las piedras centrales del monumento, una roca azulada de cinco metros de largo y seis toneladas, proviene de las Orcadas, en el extremo norte de Escocia, y no de Gales como se pensaba anteriormente.
Este descubrimiento se logró gracias a técnicas avanzadas de datación y análisis petrográfico, y plantea importantes preguntas sobre cómo y por qué esta enorme roca fue transportada a más de 700 kilómetros hasta su actual ubicación en Stonehenge. Los expertos descartan la teoría de que la piedra fue movida por glaciares y sugieren que el transporte marítimo podría haber sido la única opción viable, lo cual habría representado una hazaña logística monumental para las comunidades del Neolítico.
El hallazgo no solo complica las teorías sobre el método de transporte, sino que también suscita interrogantes sobre las motivaciones detrás de tal esfuerzo. Algunos expertos especulan que la piedra podría haber tenido un significado simbólico, quizás relacionado con la avanzada cultura neolítica de Orkney. Stonehenge, al igual que otros monumentos megalíticos, pudo haber sido un centro de reunión y ritual, con un propósito que se ha perdido en el tiempo.
Este descubrimiento, lejos de resolver los enigmas que rodean a Stonehenge, ofrece una nueva perspectiva que podría reescribir parte de la historia de este fascinante monumento, manteniendo vivo el misterio que lo ha rodeado durante miles de años.
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