Nada fácil es enfrentar días grises, en los cuales hemos creído que no habrá resplandor en nuestro diario vivir, pero la obscuridad termina cuando vuelve el sol a darnos luz.
Y con la esperanza de que nada es para siempre, nos alentamos en el adagio de que “no hay mal que dure cien años ni enfermo que lo resista”, y por demás decir que el ser humano está preparado para hacer frente a pasajes desoladores en nuestra vida cotidiana.
A mí, en lo particular me deja lecciones de esperanza el mito del “Ave Fénix”, en las cuales el maravilloso poder de la resiliencia, nos inspira con herramientas para desarrollar esta competencia de vida.
Cuentan que esta majestuosa ave según leyendas de varias culturas del viejo continente, en este legendario país de Egipto, el ave Fénix moría y renacía una vez cada 500 años y para los egipcios, esta gran majestuosa era Benu, un ave asociada a las inundaciones del Nilo, al
Sol ya la muerte y que, según explicaciones, había nacido bajo el árbol del Bien y del Mal.
Esa criatura fantástica comprendía que era necesario renovar de vez en cuando para adquirir más sabiduría y, para este fin, accionaba un proceso meticuloso, en primer lugar, esta ave volaba por todo Egipto para construir un nido con los elementos más preciados como ramas de canela, de roble, nardos y mirra.
Enseguida, acomodada en su nido, entonaba una de las canciones más bellas que los egipcios ya habían escuchado para luego dejar que las llamas la consumieran por completo, pero tres días después, el ave Fénix renacía llena de fuerza y poder.
Y posteriormente, tomaba su nido y lo colocaba en Heliópolis, en el templo del Sol para iniciar así un nuevo ciclo, ofreciendo inspiración al pueblo de Egipto.
Si bien es cierto, que este proceso es semejante a la dimensión psicológica de la resiliencia, porque nosotros también nos afanamos para emerger de episodios emocionales que en ocasiones inmovilizan nuestro espíritu.
Pero el ser humano debe aletear con fuerza, y sin temor alguno, para sobrevolar su universo interior en busca de las ramas de su autoestima, de motivación, de dignidad, y de la tierra de sus esperanzas para fortalecer su amor propio.
Así como las cenizas de la que emergió el ave Fénix, nunca se las llevó el viento, sino todo lo contrario, se quedaron ahí en el lugar correcto, así formarán parte de nosotros para consolidar un ser que renace del fuego mucho más fuerte, y con más sabiduría.
No importa cuántas veces hayas caído, ten presente que está en nuestras manos levantarnos nuevamente, para recuperar una vez más el sentido existencial, para renovar fuerzas, aliento y voluntad inspirados en el ave Fénix.
Me queda claro es que la vida puede ser muy oscura en cualquier momento, lo sabemos, tal vez lo hemos vivido, sin embargo, lejos de claudicar, debemos de enfrentar, para elegir los mejores colores con los que pintaremos nuestro horizonte.
Sin embargo, todos tenemos un modo muy particular de dar color a nuestra cotidianidad, me refiero a nuestra actitud para encarar los claroscuros de este diario vivir, y es que según la psicología podemos echar mano del manejo de las emociones.
Pues se llega el tiempo de activar la resiliencia, este citado entrenamiento consciente y constante para enfrentarnos de forma positiva a las situaciones adversas, actúa como un muelle que impulsa la vida.
Es decir, es el arte que nos confiere cierta sensación de control frente a las dificultades, de tal forma que lejos de quedar eternamente desvalidos por ejemplo como una infancia injusta, o alguna pérdida dramática o ese fracaso imborrable, tenemos la oportunidad de elegir colores nuevos con los que se puede dar forma a nuestro existir.
Hasta la próxima.
gildateran@yahoo.com.mx
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