Brasil ha logrado registrar la cifra más baja de asesinatos desde 2011, con un total de 46,328 homicidios en 2023, lo que representa una reducción del 3.4% en comparación con 2022. Estas estadísticas, recopiladas en el Anuario Brasileño de Seguridad Pública y basadas en datos oficiales, muestran una tendencia a la baja en las muertes violentas intencionales desde 2018, con una reducción acumulada del 27.7%.
A pesar de esta disminución, Brasil aún enfrenta un problema significativo de seguridad, con una tasa de 22.8 asesinatos por cada 100,000 habitantes en 2023. Esta cifra está por encima de la media de América Latina (19.2) y del promedio mundial (5.8). El Foro Brasileño de Seguridad Pública, autor del informe, destacó que aunque Brasil alberga aproximadamente el 3% de la población mundial, representa alrededor del 10% de todos los homicidios cometidos en el planeta.
El descenso en la violencia letal no ha sido uniforme en todo el país. Seis de los 27 estados brasileños registraron un aumento en los homicidios: Amapá (39.8%), Mato Grosso (8.1%), Mato Grosso do Sul (6.2%), Pernambuco (6.2%), Minas Gerais (3.7%) y Alagoas (1.4%). Las regiones norte y nordeste, que son las más pobres del país, siguen siendo las más violentas, con tasas de homicidios superiores en un 60% y 49% en comparación con la media nacional, respectivamente.
El informe atribuye la alta tasa de asesinatos en estas regiones a las disputas entre facciones criminales que luchan por controlar las rutas del tráfico de drogas provenientes de Colombia, Perú y Bolivia. La expansión del crimen organizado en el norte, que incluye la Amazonía, y el nordeste de Brasil, se ve favorecida por la menor presencia del Estado, la porosidad de las fronteras, los altos índices de pobreza y la falta de oportunidades para los jóvenes. Además, estas regiones tienen altas tasas de letalidad policial.
En conclusión, aunque Brasil ha logrado reducir significativamente la cantidad de homicidios, el país aún enfrenta desafíos considerables en términos de seguridad. El informe subraya la necesidad de reconocer que los niveles de violencia siguen siendo elevados y podrían estar subestimados.
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