Tradicionalmente los temores institucionales que identificamos los mexicanos era dos
Secretarías: El Ejército Mexicano y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Había la creencia popular de la honestidad y la incorruptibilidad de ambas
dependencias del Gobierno Federal, aunque no faltaron los ‘negritos en el arroz’, siempre
en los mandos bajos o la tropa.
La institución militar desde hace varias décadas cayó en los dos campos que antes se
consideraban una estrella, pues no solo la tropa, sino los mandos bajos, medios y hasta los
altos, fueron salpicados de desprestigio.
Hacia el 2020 surgió el escándalo mayúsculo cuando autoridades norteamericanas
detuvieron al ex titular de la Secretaría de la Defensa Nacional mexicana, acusándolo de
relación directa con la delincuencia organizada de Estados Unidos y México.
Claro que más por política que por inocencia del general Cienfuegos, la diplomacia
de Marcelo Ebrard y por instrucciones presidenciales de México, se tramitó una especie de
negociación para que soltaran a Salvador Cienfuegos que, de inmediato se regresó a tierras
aztecas, con la consabida cancelación de Visa americana.
El otro temor de los mexicanos fue Hacienda, institución de quien siempre supimos
ha sido incorruptible, aunque jamás hemos estado enterados de que un encumbrado político
fue molestado en relación a sus ingresos y egresos, como ha sucedido con gente del
espectáculo (nacional e internacional) que incluso ha caído en la cárcel.
Aclaro que utilizo la palabra “fue”, refiriéndome a la SHyCP, porque en este sexenio,
el ogro, el terror, el del miedo es el SAT (Servicio de Administración Tributaria) puesto
que es quien se ha identificado como el látigo de los contribuyentes, incluso de ciertos
políticos mexicanos. Cito al exgobernador García Cabeza de Vaca.
El periódico digital Chic Megazine, este jueves 28 publicó una advertencia sobre el
SAT mexicano que se relaciona con tarjetas de crédito y que la Secretaría de Hacienda
puede mal interpretar de tal forma que sin pretender asumimos riesgos.
La nota se refiere a que, en ocasiones, amigos o familiares suelen “prestar” a un
conocido, una tarjeta de crédito o débito para la adquisición de bienes o servicio, con la
simple intención de facilitar la compra.
Al aceptar la compra, el titular de la tarjeta se convierte en responsable legal de las
transacciones realizadas y del impacto financiero. Es decir, el titular de la tarjeta asume una
posición de responsabilidad legal total.
La primera implicación es el no pago o incumplimiento del saldo de la deuda, y por lo
tanto de los intereses generados. Desde luego que el titular de la tarjeta verá afectación en
el historial crediticio. Por consecuencia dificulta créditos futuros o aprobación de ellos.
Otra implicación por este hecho es que las autoridades hacendarias saben de los
ingresos del titular de la tarjeta. Al notar diferencias entre los ingresos declarados y los
gastos registrados, entonces puede generar la atención del SAT, por lo que podría iniciarse
auditorías.
El problema de los es que hay casos extremos y surge la imposición de sanciones
fiscales, puesto que para el SAT es importante mantener una coherencia entre los ingresos y
los gastos declarados.
En otras palabras, las leyes fiscales vigentes señalan que todas las transacciones
registradas en la tarjeta de crédito o débito, se asocian directamente con el titular, lo que
implica que cualquier irregularidad, deuda o incumplimiento relacionado con las compras
se reflejará con en el propietario original.
Discussion about this post