Hoy en día, el mundo se presenta como un inmenso estadio en el que el orgullo de la vida,
juega la gran marca de las etiquetas, de las formas de vida social, exhibición económica, en
donde los participantes se despojan de su esencia personal, tan solo para competir en la
aceptación del círculo social al que aspiran estacionarse.
Y esto se presenta como un combate duro, en el que a los hombres no les interesa tener,
sino aparentar cierto status en su vida personal, y todo esto solo para proyectar una imagen
en la que pretenden ser aceptados en ciertos grupos de la sociedad.
Y créame que el no lograrlo, produce en las personas entre otros malestares
psicoemocionales y físicos también, se pueden desencadenar estados de ansiedad,
frustración y depresión, y todo esto es por la insuficiencia de la autoestima,
Verá usted, vivir de apariencias nos empuja a comportarnos como no somos, hace que
optemos por ponernos un disfraz o muchas mascaras de acuerdo a la ocasión o a la persona
con quien nos encontremos, al final con esto solo tendremos cansancio y una sensación de
un gran vacío existencial.
Vivir con la verdad nos hará sentirnos bien con uno mismo, y recuperar nuestra identidad
que es fundamental ya que forma parte de nuestra esencia humana, ahí donde mora nuestra
individualidad, convicciones, virtudes y valores.
Y bueno aquí tiene mucho que ver el fenómeno de las Redes Sociales; en donde en este
escaparate todo el mundo es feliz ahí o dice serlo, en el cual miles de personas exhiben
una vida llena de éxitos, alegrías, satisfacciones y demás, cabe agregar que también
comentan sus sinsabores.
Pero la verdad es que tengo dudas, y me pregunto: ¿luchamos por ser felices o por “parecer
serlo”? ¿No sería un desperdicio de tiempo luchar por una simple apariencia que de sólido
nada tiene? ¿Por qué no orientar nuestra lucha hacia algo perdurable?
Aunque además, veo que la gente en las Redes Sociales, buscan con ahínco y vehemencia
el amor, la compañía, el diálogo, el intercambio de ideas, pero que no encuentran lo que
buscan, será acaso la búsqueda eterna de la felicidad.
A veces hay que fingir pero no hasta el punto de disolver nuestra identidad y esencia
personales, y todo es porque hemos creado un mundo donde la presunción y guardar las
apariencias se ha convertido en la forma de simular la felicidad.
Nos preocupamos demasiado por lo que dirán o pensaran los demás, y con ello basamos
muchas de nuestras acciones y deseos en aparentar y dar una percepción ideal de lo que
hacemos, somos y tenemos.
Pero ¿realmente tiene sentido esto? Porque al final las apariencias propician una vida
ficticia y sin sentido, porque la riqueza verdadera se encuentra en lo que percibes, creas y
sientes cada día, y no en lo que las personas creen que tienes, eres o haces.
Entonces, si usted vive para aparentar algo que no es, estará tomando el rol de una vida
ideal solo cuando está bajo la lupa de la gente, en lo personal le recomiendo que no haga las
cosas para que la sociedad le apruebe, ni mucho menos para que hagan suposiciones sobre
lo maravillosa que puede ser su vida.
Y es que gran parte de la humanidad desperdicia su vida tratando de guardar las apariencias
y de satisfacer las expectativas de otras personas, se olvidan de vivir y de buscar unos
objetivos más profundos y de verdadera realización personal.
La sugerencia, es que antes de querer satisfacer las expectativas de alguien más, ya sea su
familia, amigos o conocidos, primero satisfaga las suyas, busque sentirte bien y
permanecer en armonía con sus valores e ideales
Ya que en la actualidad, seducidos por el canto de sirenas de las redes sociales, que nos
prometen una identidad virtual exitosa e impecable, podemos llegar a priorizar tanto
nuestra imagen social que el “yo” termina siendo un actor secundario, relegado a un
segundo plano, donde languidece en la insatisfacción de lo que podía haber sido, pero no
fue.
Pues hay aquellas personas que buscan sobresalir a toda costa, que quieren distinguirse y
ser el centro de la atención, pero en vez de desarrollar sus cualidades y capacidades para
realmente aportar valor, destruyen o construyen una personalidad ficticia.
De hecho, a veces llegan a creerse tanto el personaje que han construido que, aunque la
vida se esté desmoronando a su alrededor como el frágil castillo de naipes que es, se niegan
a reconocerlo.
El problema de fondo es que en la base de las apariencias se encuentra una profunda
necesidad de ser aceptados y amados, así como de sentir que son importantes, tal vez sea un
patrón de conducta de la infancia.
Ya que cuando somos pequeños, nos damos cuenta de que los “buenos comportamientos”
son premiados en forma de afecto y aceptación, de manera que comenzamos a adaptarnos
al medio para obtener la aprobación que necesitamos.
Posteriormente en la etapa adulta esa respuesta adaptativa puede transformarse en un patrón
neurótico, la persona que vive de las apariencias depende casi por completo de las
opiniones de los demás, por lo que construye una imagen ficticia con la que pretende
granjearse la aceptación que necesita.
“Quien vive para aparentar se olvida de vivir”
Hasta la próxima.
gildateran@yahoo.com.mx
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