La muerte es la última etapa de los cambios que conforman el milagro y el misterio de la vida. Pero cuando esta ocurre intencionalmente por homicidio o peor aún, por suicidio, morir deja al descubierto el lado oscuro de nuestra personalidad y de nuestra especie.
Según la OMS, en el mundo anualmente mueren 703 mil personas, por suicidio. Cada 30 segundos ocurre un suicidio.
No solo muere la persona que atenta contra su vida, sino además por el impacto y efecto expansivo de este acto, muchos de quienes viven en su entorno afectivo y social, también se pierden.
Un suicidio aislado ya es grave, pero cuando como ahora, se trata de una epidemia o pandemia, no hay duda de que estamos ante un signo inequívoco del proceso terminal por el que parece avanzar nuestra productiva, opulenta y tecnificada sociedad. Es la paradoja de éxito material y miseria humana.
No se trata solo de un problema de salud pública, sino también de carácter humanitario, porque el que toma esta decisión, pasa por un largo tiempo de angustia y sufrimiento. Igual que los seres queridos que están relacionados a ella o a él, los cuales quedan marcados por un sufrimiento expansivo y transgeneracional.
Tampoco se trata de una decisión exclusivamente personal, porqué la estructura física-psíquica y la historia cada ser humano, es parte de la de su grupo social tanto inmediato como extenso. Esto lo saben y sienten claramente, los padres o parejas sentimentales que viven la culpa después del suicidio explicable o inexplicable de su ser querido.
Como lo señaló Emili Durkheim desde 1897, en su estudio sociológico del suicidio en Europa, hay razones estructurales enraizadas en la manera, en que está organizada y funciona nuestra sociedad, que tienen un papel determinante en la decisión de quitarse la vida.
En su análisis estadístico de todas las causas registradas del suicidio, encontró que, el incremento de las tasas de suicidio estaba más relacionado a las guerras, crisis económicas y desintegración social.
Las numerosas investigaciones, con técnicas más sofisticadas, que se han acumulado hasta la fecha, siguen llegando a la misma conclusión de Durkheim.
Pero ¿cuál es la real magnitud, tendencia y características de este problema?
A nivel mundial y nacional, por la naturaleza perturbadora y estigmatizante el suicidio existe un subregistro, es decir toda cifra publicada, es incompleta.
Por otra parte, este fenómeno de autodestrucción involucra también a la ideación suicida y a los intentos de suicidio. La OMS estima que, por cada suicidio consumado, hay 20 intentos suicidas. Por lo tanto, la magnitud de este fenómeno es mucho mayor del que revelan las cifras oficiales.
La tasa mundial (número de muertes por cada 100 mil habitantes) fue en 2021 de 9.0. México en base a datos de INEGI y CONAPO, tuvo una tasa de 6.51, con la cual, según el Banco Mundial, ocupamos el lugar 55 en el ranking internacional.
El número de suicidios registrados ascendió de 1941 muertes en el año 1900, a 8448 en el año 2021. La tasa aumentó en 200%. Esto significa que cada día, 23 mexicanos se suicidan.
Las muertes por esta causa en hombres, es seis veces mayor, que en las mujeres. En la población de 10 a 24 años, el suicidio ya es la tercera causa de defunción.
En Tamaulipas en ese mismo año, la tasa fue de 5.47. El riesgo de suicidio en hombres es 5 veces mayor que en las mujeres.
Los principales mecanismos de suicidio registrados son, ahorcamiento o sofocación y uso de armas de fuego.
Aún con esta limitación en el registro estadístico, el suicidio ha sido identificado en México como una prioridad de salud pública, con enfoque en la población joven.
En nuestro estado, los grupos de edad con mayores tasas de suicidio son los de adultos mayores, seguido por el de personas de 30 a 40 años y de 20 a 39 años. Entre 2020 y 2021, la tasa de suicidios en el grupo de 10 a 19 años, se duplicó.
En los años de pandemia por COVID-19, la tasa aumentó en personas mayores y en los años de postpandemia, está aumentando en población de 20 a 40 años.
¿Cómo ser indiferente o conformarse ante la evidencia de que algo tan grave nos está ocurriendo como humanidad?
La postura de la política mundial y nacional ante este problema es, de que “cada muerte puede prevenirse, siempre y cuando sepamos cómo actuar”.
Este año y en este mes de septiembre, el gobierno de México respondió a la convocatoria mundial de hacer frente al problema del suicidio y presentó un programa nacional al respecto, que se plantea acciones para mejorar la salud mental de los mexicanos y de la reducción de la mortalidad por suicidio mediante cinco ejes estratégicos: vinculación intersectorial, vigilancia epidemiológica, intervenciones preventivas y de atención urgente, capacitación e investigación. Estas acciones sostenidas en las redes integradas de servicios de salud, con enfoque intercultural, perspectiva de género y de derechos humanos.
El programa nacional, también ha establecido centros de tratamiento en diversas ciudades del país y puesto en operación líneas de ayuda como la 911 y la 800 911 2000 línea de la vida
La experiencia mundial muestra que solo con servicios accesibles, activos, interdisciplinarios, efectivos, oportunos y no discriminatorios, enfocados a los grupos de riesgo que garanticen atención preventiva, de urgencias y de postvención individuales y de salud pública, se puede abrir una ventana de esperanza para quienes están o entran al laberinto de la ideación suicida.
Este 10 de septiembre, Día Mundial para la prevención del suicidio, es la fecha apropiada para que, en Tamaulipas, en nuestra familia, escuela y centros de trabajo, ampliemos y hagamos mas eficaz esa ventana de esperanza.
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