Quiero manifestar que desde muy niño, en mi casa siempre se han discutido una
serie de términos y conceptos, relacionados con la Educación, principalmente
aquellos que tienen que ver, con la función de los maestros, verbigracia que
entiendo bastante bien, pues mis padres son “egresados normalistas”.
Aún recuerdo los comentarios en la mesa, en esas épocas la labor de los pedagogos
estaba llena de penurias, sobremanera existían muchas carencias, que dificultaban
el proceso de enseñanza-aprendizaje, tal vez al ser Ocampo una población rural,
complicaba más las cosas.
En mi memoria están presentes, las necesidades que tenían las escuelas de mi
pueblo, por eso todavía rememoro, los apasionados vocablos que expresaban mis
progenitores, ellos hablaban de que debían realizarse varios eventos, como rifas,
bailes y ferias, a fin de recaudar fondos, que pudieran apuntalar los centros
educativos.
Como referencia en la cabecera municipal de Ocampo, en la década de los setentas
y ochentas, nuestro terruño solo contaba con el kínder “Leona Vicario”, las primarias
“Cuauhtémoc, Simón Bolívar y Hermanos Flores Magón”, además de la secundaria
“Benito Juárez García”, también se disponían de algunos planteles en los ejidos.
Cabe señalar que los niños y jóvenes de ese entonces, la mayoría coincidíamos en
esas instituciones educativas, a fuerza tuvimos que conocernos, aunque después
lo olvidásemos con el tiempo, en los salones de clase seguido nos preguntábamos,
de qué localidad proveníamos, obvio que “los residentes de la ciudad presumíamos
a los demás”.
Al finalizar cada año escolar, los educandos esperaban con emoción los meses de
mayo y junio, quizá al estar cerca su graduación, pero unos cuantos deseaban
participar en los tradicionales “concursos generales de materias”, en los cuales
competían los alumnos de la zona urbana y rural.
En Ocampo, decenas de infantes ganaron en sus respectivos encuentros de
conocimientos y tuvieron la oportunidad de saludar en persona a los Presidentes de
la República, que por esos periodos acostumbraban a recibir en “Los Pinos”, a los
estudiantes más aventajados de todas las provincias del país.
Cuando cursamos la secundaria, estuvieron muy de moda los concursos semanales
“de banderines”, cuyas especialidades eran “higiene, jardinería y asistencia”, en
esta justa competían los grupos, asesorados por catedráticos previamente
asignados para tal suceso y en las mañanas del “lunes de honores”, se efectuaba
con gran expectación la premiación, entre la comunidad estudiantil.
De esas vivencias de joven, lo que más evoco sin duda es el amor, el tesón y la
dedicación, con que los instructores tomaban sus responsabilidades, adentro y
fuera del recinto, en las tardes el maestro-asesor junto a sus discípulos, repasaban
ciertos tópicos y procuraban tener su aula y jardín en perfecto orden.
En la “Época de Oro” de la Educación Rural en México, que fue allá por los años
treinta, arribó al territorio nacional el experimentado filósofo y psicólogo, John
Dewey, quien se sintió ampliamente atraído por el modelo desarrollado.
En su visita encontró, que el verdadero éxito estaba en el compromiso, el arraigo y
la identificación, de esos educadores con los lugareños, realmente el conocer el
entorno familiar, los convirtió en unos denodados promotores sociales.
Más acá, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, 1989-1994, él impulsó una
tremenda “Reforma Educativa”, creándose la innovadora “Carrera Magisterial”, que
pretendía ser un estímulo, para que los mentores mejoraran sus condiciones
económicas y de trabajo.
El colofón de esos proyectos, fueron las políticas de los gobiernos tamaulipecos, de
Eugenio Hernández Flores y de Tomás Yarrington Ruvalcaba, que incluso
aseguraba que la “Educación era la prioridad de prioridades” y por qué no decirlo,
el mandatario Vicente Fox Quesada, con su programa “Escuelas de Calidad”, las
catapultó a otros estadios de bienestar.
Vaya mi reconocimiento a los maestros, que forjaron en mí el carácter y la “Cultura
del Esfuerzo”, por ejemplo a Virginia Espriella, Guadalupe Maldonado, Noé Báez
Coronado, María Irma Cedillo Abundis, Cutberto Trejo, Enrique Saldaña Rosales,
Herlinda Mendoza Castillo, Mucio Nacoud Juárez, Ramona Carrizalez, Ana María
Cedillo Abundis y a mis guías Javier Terrazas, Juan Lara Obregón y Felipe Bahena.
Facebook/olimpobaezcedillo Twitter: @guiadelbien
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