El negocio de las armas es demasiado lucrativo como para ponerle restricciones adecuadas,
parece ser el pensamiento de algunos políticos y muchos ciudadanos de los Estados Unidos; en
donde de acuerdo a su ley cualquier individuo mayor de 18 años puede comprar un arma con el
simple hecho de tener una identificación.
El derecho a la posesión de armas consiste en la libertad a la tenencia, uso y porte de armas, con
fines como legítima defensa, deportivo, cinegético, escolta privada o de otra naturaleza, sin
perjuicio de otras actividades legales que pudieran realizarse con las mismas.
Este “privilegio” suele estar asociado con Estados Unidos de América, donde está plenamente
reconocido con muy pocas limitaciones por parte de la ley. Es el país donde hay más armas en
manos de particulares que en cualquier otro país del mundo; sus orígenes vienen desde hace
cientos de años.
La Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos de América, aprobada en
diciembre de 1791, protege el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas.
En aquel tiempo, Estados Unidos ocupaba aproximadamente un tercio de su actual territorio,
con vistas a expandirse al oeste; aún estaba reciente la victoria contra Gran Bretaña en la Guerra
de la Independencia, en la que las milicias habían jugado un papel fundamental. Las milicias
eran grupos de hombres que se unían para proteger sus comunidades, colonias y estados.
Su principal arma larga era el mosquete, un artefacto de infantería que se usó hasta el siglo XIX
y que tenía un alcance de tiro efectivo de unos 100 metros y se podía disparar hasta tres veces
por minuto, este mosquete lo utilizaban para protegerse por sí mismos.
Ya pasaron casi 250 años y esa ley sigue intacta, y sigue siendo un tema importante de
discusión entre Demócratas y Republicanos, sin poder llegar a un punto de acuerdo que medie
entre aquellos que defienden su libertad para portar armas y aquellos que temen por las
consecuencias de esa libertad; al parecer los intereses económicos siempre llevaran mano.
Tristemente las cifras hablan por sí solas:
En Estados Unidos hay 120 armas por cada 100 personas, mueren más niños a causa de un
disparo que ahogados, cuatro de cada cinco jóvenes gay ha sido amenazado con armas en la
escuela, cada día doce niños mueren por eventos relacionados con las armas, la juventud
afroamericana tiene cuatro veces más probabilidades de ser asesinada que los blancos, en cuatro
de cada cinco tiroteos alguien tenía conocimiento que pasaría el evento y no aviso, en los pocos
eventos que la policía fue prevenida no actuó a tiempo…
Está por demás hablar del dolor tan grande que viven las 21 familias que perdieron a sus hijos,
madres o esposas en este tiroteo, tampoco tienen una explicación real de lo poco o nada que la
policía logró hacer…
Lo más importante es definir cómo podemos prevenir este problema. Nuevamente se sintetiza
en la prevención del crimen y la salud mental, dos situaciones que para mí van de la mano; en
América tenemos una deficiente cultura de la prevención del delito, pues nos basamos en la
teoría del FBI que no se puede perseguir un crimen hasta que este no sea cometido.
Los especialistas en la conducta en Europa piensan diferente, hay que detectar los primeros
rasgos de una conducta psicótica –que si se puede, para evitar las tragedias que se viven a causa
de ello, no obstante los 213 tiroteos que han ocurrido tan solo este años en Los Estados Unidos.
En México vivimos también situaciones parecidas, con un contexto totalmente diferente, pues
quienes protagonizan este tipo de eventos son miembros del crimen organizado, ya que de
acuerdo a las últimas cifras el 70% de las armas decomisadas en México provienen de Los
Estados Unidos.
Al menos nuestros tiroteos tienen motivos diferentes, muy lejanos a la trillada historia de un
joven que no recibió ayuda a tiempo.
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