Joaquín Sabina nace en Úbeda, España en 1949, y 19 años después toma la
decisión de autoexiliarse en Londres, la razón que le asistió entonces debe de
haber sido el clima político de la Península Ibérica, pues sus intenciones de
convertirse en poeta urbano, no deben de haber sido bien vistas por ninguna
autoridad.
Al menos eso intuimos, cuando escuchamos las letras de sus canciones o
cuando tenemos la oportunidad de leer sus entrevistas, en ellas se muestra tal
cual es, no se reprime en nada y es loable, sabiendo que es hijo de un policía.
En su exilio recorrió todos los “pubs” de la capital de Inglaterra donde le
permitían cantar sus canciones, componía todos los días y experimentaba con
todo, hasta que tomó la decisión de regresar a España en 1977, con un tema
bajo el brazo que le permitió iniciar su exitosa carrera: “Pongamos que hablo
de Madrid”.
Su Inventario de 1978 no le aportó nada, pero su posición política fue muy
clara al pesar las “Malas Compañías” de 1980, pues ante la circunstancia de
las elecciones y de los bombazos en las estaciones de trenes, él considera que
el sufragio demuestra la soberanía de un pueblo, pues este actúa suceda lo que
suceda, condicionado por todo, pero fundamentalmente por su corazón y su
cabeza, aunque La Mandrágora de 1981 paso desapercibida.
Sin embargo no comulga con la “Ruleta Rusa” de 1984, pues considera al
terrorismo algo feroz, lo firme quien lo firme, venga de donde venga y regrese
a donde regrese.
Él no se considera el “Juez y Parte” de 1985, pues reconoce que simpatiza
con la guerrilla, sobre todo con la de Marcos en México, pues este la convirtió
en la primera revolución del siglo XXI prácticamente sin pegar un tiro y con
las armas – muy amadas por él – de la palabra y el humor, algo muy raro en
revolucionarios.
El álbum “….Y viceversa” de 1986 fue la antesala para sus estancia en el
“Hotel Dulce Hotel” de 1987, aunque en este siglo se la pasó de sanatorio en
sanatorio por los excesos juveniles que el mismo reconoce, siempre pensó en
reanudar su carrera y retornar a los escenarios a la brevedad.
“El Hombre del Traje Gris” de 1988, considera que la música sirve más para
consolar que para influir contra el terrorismo, su pensamiento es claro pues
opina que ninguna canción va a detener las bombas, aunque si sirven para
crear conciencia cívica a favor de la vida y contra la muerte.
En las “Mentiras Piadosas” de 1990, declara que todos los gobiernos utilizan,
solo sirven para lograr la decepción del pueblo, pues generalmente en los
procesos de selección de los políticos, llegan los más tontos de la clase o los
que tienen menos escrúpulos.
De nada sirve la “Física y Química” de 1992, lo que sirve es la conciencia de
la gente en la calle, como esa demostración maravillosa que dio Madrid
enarbolando un ¡Basta Ya!
Pues con “Esta Boca es Mía” de 1994, declara contundente que la policía
sirve para poner en la cárcel a los delincuentes, pero sigue sin demostrar que
la cárcel sirve para readaptar a los delincuentes.
“Yo, Mi Me Contigo” de 1996 y “Enemigos Íntimos” de 1998 pasaron sin
pena ni gloria.
Pero en los “19 Días y 500 Noches” de 1999, él piensa que no hay muchos
motivos para ser optimista, de hecho afirma que un optimista es un pesimista
mal informado, cree firmemente que es necesario darle a la sociedad civil, más
voz que voto.
La catarsis llegó con “Nos Sobran los “Motivos” junto con el nuevo siglo en el
2000, con sus problemas de salud y con la falta de inspiración.
Y en “Dímelo en la Calle” del 2002, se reconoce con poca imaginación, pues
recuerda que cuando empezó a viajar por Latinoamérica tuvo contacto con el
realismo mágico, es decir con las novelas de Juan Rulfo y García Márquez y
se percató que no era nada mágico sino más bien verdad absoluta, por ello
concluye que la realidad es un disparate.
Su “Alivio de Luto” del 2005, se convirtió en “Vinagre y Rosas” en el 2009
hasta tocar fondo junto a la “La Orquesta del Titánic” en el 2012.
Hubo esfuerzos al alimón con otros artistas, tratando de impedir la caída libre,
y la inspiración volvió con su último disco, que es como un himno para los
políticos actuales de todo el mundo, no pudo escoger mejor título: LO NIEGO
TODO.
Jorge Alberto Pérez González
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