La especie sapiens del género homo, desde hace unos 150 mil años, dio un salto
cualitativo en su evolución al desarrollar un carácter social, simbólico, cultural,
comunicativo y de cuidado mutuo, que se perfecciona progresivamente. Estas
características son las que nos definen y distinguen de otras especies, inclusive de
las colectivas como las abejas y hormigas, que siguen patrones instintivos.
Lo anterior implica que para llegar a ser lo que somos potencialmente al nacer,
requerimos vivir en sociedad, ser cuidados, protegidos y educados en el seno de
una infraestructura social y de un marco de saberes, capacidades técnicas,
habilidades sociales, técnicas y cognitivas, que nos permita sobrevivir y
desarrollarnos durante la larga y riesgosa etapa de la infancia y de la
adolescencia, así como en otras condiciones de dependencia derivadas de
enfermedad, vejez y discapacidad, en las cuales los adultos y las instituciones
sociales como la familia, la escuela, la comunidad tienen las tareas del cuidado.
Pero sobretodo, para poder formar parte del mundo simbólico social, que es el
que da un sentido humano a nuestra vida biológica, necesitamos adquirir, dominar
y desarrollar herramientas sociales para comunicarnos, informarnos, aprender,
conocer y generar conocimiento. Es en este punto en el que el lenguaje y
particularmente la lengua materna se vuelven centrales e indispensables para
nuestra sobrevivencia, con inclusión, calidad y dignidad humana.
Lengua es el conjunto, sistema y código de formas o signos orales (que se habla)
y escritos que sirven para la comunicación entre las personas de una misma
comunidad lingüística. Es muy frecuente que se use como sinónimo de idioma.
El lenguaje es la capacidad humana que permite conformar el pensamiento y que
se utiliza cotidianamente para poder convivir con otros seres humanos. También
es el sistema de comunicación (oral y gestual) entre las personas. Puede ser
denotativo para decir las cosas tal como son en la realidad. Y también connotativo
que se emplea en forma simbólica o figurada, para comunicar además
sensaciones y sentimientos. El habla realiza físicamente el lenguaje o idioma
La lengua materna, natal o nativa, es la primera que se aprende a hablar y a
utilizar una persona, generalmente imitando la gramática de su madre.
Actualmente se realiza un esfuerzo internacional especial para conservarla y
utilizarla desde la educación básica, en los contextos multilingües, con el objetivo
de fomentar la inclusión para “no dejar a nadie atrás” tal como lo establecen la
Convención de Derechos Humanos y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la
Agenda 2030.
Precisamente el pasado domingo 21 de febrero, bajo la convocatoria de la UNESCO
se celebró el Día Internacional de la Lengua Materna, que en este año hace un
llamamiento a los gobiernos, educadores y padres de familia para fortalecer su
compromiso con la inclusión y la educación multilingüe como una estrategia para la
recuperación de la educación ante los efectos de la pandemia por COVID-19.
Esto es especialmente importante para el desarrollo e inclusión de los pueblos
indígenas (Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas de la ONU 2022-2032) y
de los grupos o comunidades minoritarias como la comunidad sorda que utilizan
Lenguas como la Lengua de Señas Mexicana (LSM).
Respecto a este último grupo de mexicanos sordos, el pasado 10 de febrero se
aprobó por unanimidad en el pleno de la Comisión de Atención a Grupos
Vulnerables un dictamen sobre Educación bilingüe y Lengua de Señas Mexicana,
que responde a la iniciativa que el 29 de octubre de 2019, presentó una diputada
federal de Tamaulipas, fundamentándose en que “La educación bilingüe significa
poder aprender español y la Lengua de Señas Mexicana, a fin de que las niñas,
niños y adolescentes tengan garantizado su derecho a la educación”.
Éste dictamen que turnado al Senado, se adiciona el artículo 57 de la Ley General
de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y reforma y adiciona artículos 2 y
12 de la Ley General para la Inclusión de Personas con Discapacidad.
Por lo tanto esta reforma, incidirá positivamente no solo en la inclusión social y
educativa, pues la LSM, que está reconocida como patrimonio lingüístico de
México, es el mejor recurso para la comunicación entre los miembros de
comunidad sorda y con los oyentes (sin discapacidad auditiva), sino además
permite garantizar el derecho de los niños y adolescentes con esta discapacidad,
para mejorar sus condiciones de vida y protegerse efectivamente ante los riesgos
y daños de la pandemia COVID-19, pues está plenamente demostrado que las
personas con discapacidad son más vulnerables para ante el virus SARS CoV-2.
Según el INEGI, en México hay 5.7 millones de personas con discapacidad, de los
cuales 694,451 son sordos (12 %). Además residen 29.3 millones de niñas, niños
y adolescentes de los cuales más de 580 mil (2.0%) presenta alguna
discapacidad. Entre ellos 3.5 millones son sordos. De esta magnitud es el
beneficio social y humano que se lograría si el Senado aprueba el dictamen.
Desde luego el que la educación básica utilice el LSM, implica una gran carga de
trabajo, gasto y organización por parte de la Secretaría de Educación a fin de
capacitar a los docentes, formar intérpretes de la LSM y diseñar programas
educativos adaptados a esta lengua para que los estudiantes con esta
discapacidad puedan ingresar e incluidos a la escuela mexicana.
Será una mejora sustancial de la política educativa ante la pandemia, que con el
programa Aprende en Casa, ya se apoya en intérpretes de LSM, pero cuando se
vuelva a las aulas requerirá muchos más que los 40 certificados actualmente.
Claro que será un reto mayúsculo, que a muchos les parecerá no prioritario y
hasta molesto, pero 3.5 millones de niñas y niños sordos, valen el esfuerzo, pues
no se trata solo de esperar a que pase la pandemia, sino que se debe trabajar
intensamente para garantizar a estos menores, condiciones efectivas para mejorar
su futuro a través de una educación inclusiva. No una opción, es un Derecho.
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