Las quejas abundaron en el Congreso de Tamaulipas allá por 2017,
primero la supuesta no propiedad del Estado del edificio que alberga a
lo más notable de la burocracia estatal, después los despidos
injustificados de empleados incluso que simpatizaban con el cambio,
que sin ninguna razón y sin la liquidación respectiva, fueron
despedidos por tan solo ser, desde su punto de vista, simpatizantes
del partido que anteriormente gobernaba Tamaulipas.
Cierto, se tienen que abrir los espacios, pero no en los que más lo
necesitan, se entiende por ello a los puestos directivos, nunca a los
empleados que han demostrado trabajo dedicación y esmero en el
cumplimiento de su deber.
Recibí en ese entonces una carta, la transcribo literal pues ella nos
muestra lo que sucedió ahí dentro:
“Estimado amigo, le envió un saludo desde la sometida capital de
nuestro Estado.
Quiero contarle mi experiencia en espera de que usted pueda
ayudarnos dando voz a nuestra situación.
Mi madre labora en el H. Congreso del Estado desde hace más de 10
años, durante el tiempo que ahí laboró jamás recibió base, siempre fue
como empleada de confianza con lo que ella estaba bastante
contenta.
Tenía una compensación de poco más de 10 mil pesos. Al llegar los
«vientos» de cambio, sin decirle agua va, en el recibo de Noviembre le
apareció una compensación de 1,500 ¡pesos!
Cuando ella fue a investigar le dijeron que eran órdenes.
Al final a todos los sindicalizados les redujeron al 10% sus
compensaciones sin advertir, eso sí, en cuanto llegaron remodelaron
las cocinas del congreso, mismas que no tenían ni dos años.
Al final en diciembre, la corrieron y pues como su compensación era
de 1500 pesos pues así fueron sus beneficios y liquidaciones.
Ahora sus compañeros del congreso están sometidos, el congreso
está en manos de un ambicioso personaje que ha maltratado a los
empleados que han servido a nuestro estado.
Reciba un abrazo… y un agradecimiento”.
Estas historias se repitieron una y otra vez, pongo de nuevo a
disposición del entonces Presidente del Congreso, a quien le agrada
que le digan “Chito”, este espacio, por si tiene algún argumento válido
que justifique acciones como.
También, porque la memoria es justa, que explique las razones
posteriores para tratar de imponer una ley mordaza en las redes
sociales a los periodistas, que, habiendo perdido su empleo formal, se
refugiaron en dichas redes para poder seguir informando.
Porque muchos fuimos víctima de las venganzas absurdas, del cierre
de espacios, de las campañas de denuestos por el ejercicio libre del
periodismo.
Algunos funcionarios actuales piensan que la memoria no existe, que
las afrentas no existieron o que nadie nos b a extrañar, pero no es así,
los periodistas afectados por la imposición de la ideología hoy están
esperando el tiempo de campañas para recordar lo vivido, para
exponer lo necesario y para seguir informando.
Todo tiene un tiempo de duración, parece que el del poder absoluto
ya llegó, de poco servirá intentar llegar por la puerta lateral a la
Presidencia Municipal o por la puerta de enfrente al DIF.
La historia condena a muchos, la memoria obliga a recordar cómo fue
para que no se vuelva a repetir, tal vez el mencionado desde la
Secretaría que comanda ya no lo recuerde, pero aquí en Matamoros
todos saben cómo fue CHITO EN EL CONGRESO.
Jorge Alberto Pérez González
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