Como lo dije la semana pasada en estos domingos la Palabra de
Dios que se proclama en la misa dominical es una invitación a
reflexionar lo caduco que es la vida humana y que se tiene que estar
preparado para cuando llegue ese día y se tenga que presentar ante
Dios.
Y este domingo me quiero detener en la primera lectura, hoy
cuando se habla tanto de la igualdad entre hombre y mujer (para mi mal
tratado), es interesante que en el ambiente bíblico sobre todo en el
Antiguo Testamento se encuentre un texto como este tomado del libro
los Proverbios 31, 10 – 13. 19 – 20. 30 – 31, “Dichoso el hombre que
encuentra una mujer hacendosa: muy superior a las perlas su valor.
Sabe manejar la rueca y con sus dedos mueve el huso; abre sus manos
al pobre y las tiende al desvalido”.
San Pablo en su carta a los Tesalonicenses recuerda hablando de
la venida del Señor dice: “Pero a ustedes, hermanos, ese día no los
tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en
tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y las
tinieblas”.
En el texto del Evangelio escrito por san Mateo, 25, 14 – 30,
conocido como la parábola de los “talentos”, aunque ahora aparezca
otra traducción. Son tres siervos que reciben diferente cantidad de
talentos cuando el amo sale de viaje.
Al regreso del amo cuando los llama para rendir cuentas, los dos
primeros siervos han sido responsables y activos con la gracia de la
salvación recibida representan al creyente ideal que espera activamente
la vuelta del Señor. Vigilar esperando la llegada del Señor Jesús, que
vendrá al final como juez y Señor, quiere decir ser fieles a través de un
compromiso generoso y continuo. El talento no es una semilla que se
entierra en la tierra y crece por su cuenta; es la persona quien imprime
en él su dinamismo para hacerlo crecer. La colaboración humana es
fundamental, aunque indudablemente esto comportará un riesgo, una
aventura, que sin embargo hay que correr.
El tercer siervo, en cambio, aparece descrito negativamente como
“malo y perezoso”. No es capaz ni siquiera de reconocer la gratuidad
del patrón, sino que además proyecta sobre él su egoísmo y su
incapacidad de para establecer buenas relaciones.
Frente al este texto del Evangelio el creyente debe de preguntarse
¿qué está haciendo con las cualidades, las virtudes que ha recibido de
Dios y que debe de utilizar en favor de los demás porque sobre eso cada
uno será juzgado?
Se puede orar con palabras del Salmo 127: “Dichoso el que teme
al Señor. Comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien”
Que el buen Padre les acompañe con su amor y permanezca con
ustedes.
Antonio González Sánchez
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