México es uno solo, sí multicultural, plural, diverso, heterogéneo, pero uno solo.
Más allá de ideologías, colores, grupos políticos, la comunidad ha vivido en armonía, a pesar de diferencias de clases e injusta distribución de riqueza
Así fue en la última mitad del siglo pasado y ha sido en las primeras dos décadas del presente siglo.
Cada gobierno ha tratado de poner su sello personal, su estilo de gobierno, su visión de las cosas, pero ninguno ha logrado cambiar la idiosincrasia y esencia del mexicano.
Aunque en la historia del país, ha sido gobernado mayoritariamente por el Partido Revolucionario Institucional, en ese mismo partido hubo distintas corrientes y visiones.
Siendo un partido de Centro-Izquierda, la mayoría de los presidentes estuvieron cargados a la izquierda moderada.
Hasta los más recientes, que influenciados por la globalización y modernidad, en donde impera la ley del capitalismo, se cargaron a la derecha.
Luego vino la alternancia en el Poder Federal y dos sexenios de gobiernos del PAN, (derecha mexicana) y un regreso del PRI, con Enrique Peña Nieto, pero no desbocaron al país en esas tendencias modernistas.
México no es un país de masas ideologizadas, de ahí que se muevan hacia donde su interés les conduzca en cada proceso electoral.
En el 2018 enfiló hacia la izquierda con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, que a casi dos años de distancia, busca llevar a las clases más vulnerables a su camino, por la vía de los programas sociales.
Sin embargo, en el marco de ésta crisis económica agudizada por la pandemia del Coronavirus, la sociedad mexicana sigue su camino sin ataduras ideológicas, sin caer en idealismos y fanatismos.
Ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador, dio un mensaje de su segundo informe de gobierno en la sede del Palacio Nacional, ante menos de un centenar de invitados.
Ocurrió lo mismo que cada año, pero con actores diferentes. Un cúmulo de cifras de “acciones sin precedentes” o “grandes avances”.
Habrá que reconocerle la austeridad del acto, pero no en el estilo de tratar de mostrar una situación halagüeña que dista mucho de la cruda realidad cotidiana.
Nunca me ha parecido ético, políticamente correcto, justo y ecuánime, que un gobernante omita sus responsabilidades o haga frente a los problemas, argumentando errores o deficiencias de sus antecesores.
Y desgraciadamente, en los informes de gobierno, esa narrativa es recurrente y ocupa una buena parte de su contenido.
México, merece gobiernos más visionarios, estadistas, que respondan a las exigencias de su tiempo.
Que se convierten en los rectores de políticas públicas que incentiven a los sectores productivos, educativo, social y cultural, a un desarrollo equilibrado, con progreso para todos.
No debemos permitir que se convierta la lucha política por el ejercicio del poder en una disputa que nos enfrasque en la pretensión de modelos que no correspondan a nuestra circunstancia y tiempo.
Para que intentar en el juego de la cuerda, que el país enfile a la izquierda o la derecha, cuando todos deberíamos hacer equipo todos juntos para salir del atolladero en el que estamos inmersos.
México es uno solo y está en medio de una severa crisis económica y sanitaria que requiere a todos tirando para un solo lado, el del desarrollo más justo y con beneficio para todos.
Ojalá que la clase política se dedica que gobernar de la mejor manera posible y deje a la comunidad que el año de elecciones tome sus decisiones en función de sus resultados.
La ciudadanía ya tiene mayoría de edad y hay que dejarla tomar sus decisiones. Esa es la verdadera democracia.
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