La sabiduría popular es tan grande que no tiene autor específico y al escribir el
título de hoy, me vinieron tantas ideas a la mente sobre este color, bonito para unos,
preferido para otros e indiferente algunos. También el amarillo se relaciona con dichos y
refranes que hemos leído y escuchado a lo largo de los años.
No es sorpresa leer en distintos contextos sobre la teoría del color o como
introducción a un tema de una moda del vestir, del calzado o los accesorios para hombre
o la mujer en determinadas ciudades.
Los dichos van en la dirección que señala quien los usa, como aquellas ideas
sobre: “La que de amarillo se viste, en su belleza confía”, aunque también con la
connotación Gaby Espino cuando asegura que el dicho completo, según la lengua
popular, es: “Quien de amarillo se viste, o de su belleza confía o de sinvergüenza se
pasa.”; También con su variación se escucha, según conviene: “Quien de amarillo se
viste, en la calle la desvisten”. Me parece que no es el color, lo tradicional es ‘prestado’.
El color viene a este espacio porque a los sabios del Sector Salud se les ocurrió
utilizar los colores del semáforo común para automovilistas y, hasta adicionarle el color
naranja, ubicado entre el rojo y el amarillo.
Con franqueza no es mala la idea porque cada color, los epidemiólogos, señalaron
tiene ciertas características que, popularmente simulamos entender, pero que a todas
luces limita ‘nuestra libertad’.
Además, ha faltado autoridad moral para que las autoridades de salud federal
sostengan un marco de credibilidad sobre el trato de la pandemia como salud pública
porque la curva no parece ‘aplanarse’ y los números que ellos mismos presentan
resultan hasta contradictorios y ‘chocan’ con las acciones de otros países.
Hace cuestión de 72 horas se avisó por los medios de comunicación que la
mayoría del país (incluyendo Tamaulipas) a partir del 31 de agosto y hasta el 15 de
septiembre, por lo menos 10 entidades dejaron el rojo o naranja para llegar al amarillo.
En opinión de especialistas en salud, el pasar tan bruscamente de una etapa a otra,
incluyendo el salto del naranja, es una actitud irresponsable, pese a la presión del
comercio organizado, incluyendo el banquetero y de los tianguis -con madero o fierro
pegados con cemento al piso- han protestado por la amenaza de no dejarlos exponer sus
mercancías.
Lo lamentable es que las autoridades sanitarias, castigan y multan a los más
vulnerables: los cautivos, a los que establecidos en un lugar específico, pagando renta y
servicios; o, en su caso, aquellos que deambulan vendiendo su producto. A ellos sí les
clausuran y hasta les multan.
Usted y yo somos testigos, con solo observar a los conductores de vehículos
públicos y privados, manejar sin cubre bocas. La misma ciudadanía, en un buen
número, camina por las ciudades de todos tamaños, incluso rancherías, sin ellos y nadie
o casi nadie les dice nada.
La televisión ha dado cuenta de los ciudadanos que son remitidos, por la fuerza
pública, a un juez cívico para su debida sanción, aunque solo remiten a quien mal
contesta u omite la indicación sobre ponerse el cubre bocas, aunque corre el riesgo de
que le ‘carguen otro milagrito’.
El solo anunciar el cambio de rojo-anaranjado a amarillo, solo en Tamaulipas, dio
como resultado que la playa de la Pesca, en Soto La Marina, se abarrotara con varios
miles de visitantes. ¿Cuál sana distancia? ¿Cuál gel antibacterial? ¿Cuáles medidas
sanitarias? Los asistentes se fueron a intentar salir de su ‘cárcel’ residencial, del encierro
parcial o total.
¿Fue un desfogue social el pasar al amarillo del semáforo pandémico? La verdad
es que desconozco la respuesta, pero estoy seguro hubo excesos de todos colores y
tamaños que por desgracia vamos a pagar más tarde. Está el ejemplo de Alemania,
Grecia y España, solo por mencionar unos.
La situación es simple: Un contagiado no se percata de ello de inmediato, tarda
unos días y hasta tres semanas en tener los primeros síntomas, pero infectado hay
mucho peligro de contagiar a otros. Por ello las autoridades sanitarias de inmediato
realizan pruebas a los familiares que conviven muy de cerca de los recién descubiertos.
El amarillo pandémico me parece es más peligroso porque la mayoría de la gente
se confía, porque tenemos la firme convicción de que “…a nosotros no… a mí no.” Lo
mismo dicen las chicas que no se cuidan y resultan embarazadas o quienes se
contagiaron de VIH… Infectados o embarazadas, se preguntan hasta con lágrimas ‘y
porqué a mí…’”
De plano el cambio de color del semáforo debiera teóricamente ser como el
cambio de piel de los reptiles, para bien. Lamentable pero este cambio a amarillo
pandémico ojalá no sea tan relajado como el vivido por los que fueron a la playa.
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