Cd. De México, 12 de Julio del 2020.- A muchos les molesta la voz del cantante, pero mejoran su concentración con piezas instrumentales. Otras personas disfrutan de un texto si lo acompañan con un fondo de ópera. Tenemos, por tanto, una gran variedad de preferencias y de resultados.
Por ejemplo, está demostrado que no son útiles los ritmos repetitivos, ya que resultan muy aburridos y el cerebro no encuentra la chispa novedosa que le hace estar alerta. Tampoco funcionan bien los ritmos muy complejos y caóticos, como los del free jazz, porque no hay un patrón definido y el cerebro no se calma. Según algunos expertos, la clave está en encontrar el punto medio.
Sabemos que escuchar música produce una serie de emociones que causan reacciones fisiológicas y modifican nuestro estado de ánimo. Estas sensaciones placenteras nos predisponen a la acción, también a la cognición. Nuestra música favorita no solo nos proporciona felicidad, sino que mejora la concentración, nuestro rendimiento laboral y, en ocasiones, el intelectual.
La música tiene otra ventaja. En el momento en el que nos ponemos los auriculares, nos protegemos del resto de distracciones. El mecanismo es sencillo: nuestro cerebro tiene dos sistemas de atención: uno consciente, que nosotros controlamos, y uno inconsciente, llamado red neuronal por defecto, que actúa por su cuenta. Este sistema inconsciente no se cierra mientras llevamos a cabo una tarea, así que hasta el ruido más ligero puede acabar con nuestra concentración: del tic-tac de un reloj al zumbido de la nevera.
La música calma la actividad de esta red por defecto y minimiza la actividad entre áreas del cerebro responsables de un estado de alerta permanente que nos ha ayudado a sobrevivir como especie.
En el estudio, de Lesiuk hacía hincapié en la importancia de la elección personal del tipo de música para mejorar la concentración. Si la opción es el silencio, una autoevaluación sin engaños del éxito o fracaso de la música como herramienta de apoyo ayudará a decidir si seguir utilizándola o no. No hay una estrategia clara; los estudios sobre los efectos de la música de fondo durante el aprendizaje no son concluyentes.
Las variables que desempeñan un papel importante en estos experimentos incluyen las diferencias individuales (carácter, entrenamiento musical, preferencias musicales, hábitos de estudio). También influye el tipo de tarea cognitiva (resolución de problemas, comprensión lectora, memorización) y el contexto (en el aula o en la habitación, solo o en compañía).
La elección de la música es otro factor a tener en cuenta.
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