Consignar la historia es el trabajo de los periodistas, porque los
hechos de hoy son la historia del futuro, las líneas apenas sirven para
dar a conocer los sucedidos, en el lector está evaluar la información y
definir por medio del criterio propio, de qué lado quiere estar.
Los abusos de poder han existido siempre, no es algo nuevo en
Matamoros, los libros y las crónicas periodísticas son siempre el
recurso mayor para poder aprender del pasado, cuando se quiere,
cuando se hace necesario y cuando se desea mejorar.
A veces es mejor contar la historia vivida, la que se mantiene viva en
la memoria, antes de cumplir los 22 años de edad, me tocó ver de
cerca la indignación popular, la manifestación de las ideas y la
movilización espontanea de un pueblo que se hartó de las injusticias
de la Policía en Matamoros.
Lo políticamente correcto por parte de las autoridades, es estar del
lado de los más desprotegidos, a escasos 6 meses de haber asumido
la presidencia municipal el Dr. Antonio Cavazos Garza, un joven
estudiante de secundaria de nombre Salvador Barrios Barba, estaba
sentado en el respaldo de una de las bancas de la plaza de la colonia
Mariano Matamoros, un Policía de nombre Jesús Vargas le llamó la
atención en forma altanera y la respuesta del estudiante lo fue de la
misma manera.
La amenaza de la detención del muchacho hizo que este corriera
rumbo a su casa perseguido por varios Policías, quienes al alcanzarlo
lo golpearon, ya en la demarcación el Policía ofendido siguió
golpeándolo con piernas y manos y en el recorrido posterior a la cárcel
municipal, el jovencito ya presentaba grandes daños corporales, por lo
que lo trasladaron al Hospital del IMSS donde finalmente falleció.
Esto causó una gran indignación entre los estudiantes de la Colonia
Mariano Matamoros y también entre los habitantes de la misma,
quienes acudieron a la Presidencia Municipal para reclamar la
detención del Policía responsable de su muerte.
Tanto el jefe de la Policía como el alcalde les informaron que el
responsable había huido y que no podían hacer nada.
Abatidos los compañeros de la víctima se retiraron para organizar una
marcha de protesta que culminaba en la Plaza Principal, después de
ver la indignación de los estudiantes de secundaria, las escuelas
preparatorias se sumaron y posteriormente los estudiantes del
Tecnológico de Matamoros.
Todo lo vi desde las vitrinas de Mueblería La Paloma, donde
trabajaba, el grupo estudiantil creció y creció, los reclamos eran
fuertes desde el sistema de sonido que ellos llevaron y lograron hacer
bajar al quiosco de la plaza al Presidente Municipal, quien recibió la
petición única de destituir al Jefe de la Policía de nombre Emiliano del
Toro Farías, misma que fue rechazada de inmediato. Algo dijo el
Presidente lo cual no pude escuchar por la gritería de la plaza, pero vi
cómo se agachaba el alcalde y lo rozaba una piedra aventada desde
la multitud.
Sus Secretarios y acompañantes lo protegieron de inmediato
llevándolo urgentemente hasta un café a un costado de la plaza, sobre
la calle González, para que en su impotencia los muchachos
comenzaran a desprender todos los ladrillos que adornaban las
jardineras, para usarlas como proyectiles contra los ventanales de la
presidencia municipal.
Uno de esos proyectiles por falta de puntería dio con la vitrina de la
mueblería más cercana a la presidencia, ubicada en el edificio
Magdalena, esto me obligó a proteger a la clientela que estaba en ese
momento ahí, y con colchones les hicimos un resguardo al fondo del
inmueble.
Recuerdo con tristeza el llanto de los niños, el miedo de sus madres,
la impotencia de sus padres, que solo habían acudido a buscar algún
artículo del hogar y se vieron en medio de lo que sería una tragedia
para nuestra ciudad.
Por la vitrina de la esquina de la calle Morelos y Sexta, vi cómo se
acercaba un grupo de jóvenes, mayores en edad a los que
protestaban, llevando consigo un morral con botellas y un bidón rojo
con líquido.
Ahí frente a Banamex, lo que hoy es el Casino Matamorense, llenaban
las botellas y las tapaban con estopa, para posteriormente pasarlas
entre ellos al acabarse los ladrillos, eso lo arrojaban, encendiendo
previamente la estopa que funcionaba como mecha, fue la primera vez
que vi explotar una Bomba Molotov.
La primera que cayó sobre una sala, de inmediato provocó el incendio
en el interior, los clientes protegidos con los colchones no podían salir
por la puerta principal, así que hubo que hacer por medio de una
ventana una salida de emergencia que daba al techo del Cine Encanto
sobre la calle Morelos.
Mis compañeros de trabajo, vendedores y secretarias actuaron de
manera muy responsable y valiente salvando a los clientes y niños que
ahí se encontraban, nunca dejaré de agradecerlo, pues hicieron a
pesar del miedo todo lo posible por salvarlos y lo lograron guiándolos.
Me quedé solo en el interior de la mueblería por miedo a salir, hasta
que el humo ya no me permitió respirar, entonces bajé las escaleras y
frente a las vitrinas rotas me senté en la escalinata a ver como
saqueaban todo lo que se exhibía en la planta baja.
Mi primera reacción fue hablarle por teléfono a mi amigo Humberto
García González, para pedirle de favor que me prestara una pistola
para proteger el patrimonio familiar. Su respuesta fue tajante, “No
tengo ninguna pistola, pero así no se arreglan las cosas”.
La turba, cuando ardió la presidencia y la mueblería, se dispersó por la
ciudad, caos y saqueos fue lo que le siguió, muchos negocios de la
calle Abasolo sufrieron las consecuencias y terminó la gresca en la
Cárcel Municipal en donde quemaron los juzgados y apareció muerto
en los escombros otro estudiante víctima de varios impactos de bala.
Hoy escribo solo de lo que viví, si alguien tiene conciencia, aún está a
tiempo de evitar otra catástrofe en mi querida ciudad, el abuso de
poder es lo que lleva a que una manifestación social se presente, se
desborde y se lamente.
La política es concertación, conciliación y sobre todo buena voluntad,
ante los hechos de Minneapolis, Washington D.C. y Guadalajara más
la Ciudad de México, es conveniente que sepan quienes detentan el
poder lo que sucedió en Matamoros el 26 de junio de 1978.
Jorge Alberto Pérez González
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