Cd. Victoria, Tamaulipas (7 de abril de 2020).- De niña escuchaba que la abuela siempre decía que en Semana Santa primero estaba el rezar y reflexionar de cuál es nuestro papel en la tierra, después el salir a pasear.
Incluso se escuchaba decir que el Viernes Santo no se podía ir ni siquiera al rio porque las mujercitas se convertían en sirenas y los hombrecitos en ranacuajos, claro, era una manera de que los niños y niñas se quedaran en casa o acudieran a la iglesia a rezar.
De joven lo más que escuchaba cuando se aproximaba la semana santa eran los planes para vacacionar, poco se hablaba de rezar o reflexionar pues para la mayoría primero era la diversión, salir de vacaciones.
Todavía el año pasado escuchamos que en Semana Santa la gente buscaba más los sitios turísticos que las iglesias, claro, es bueno divertirse y vacacionar, lo lamentable es que la mayoría nos olvidábamos de rezar, poco se reflexionaba sobre el significado de la Semana Mayor.
Recordé lo dicho por la abuela porque este año se vivirá una Semana Santa distinta a lo vivido en los pasados años, la reflexión ocupara el lugar de la diversión, la humanidad reza, el COVID-19 nos situó en nuestra dimensión, nos obliga a quedarnos en casa para cuidar nuestra salud, valorar la vida y todo lo que nos rodea.
Quizá obligados por las circunstancias pero esta Semana Mayor o Santa es un espacio de reflexionar en cuanta necesidad tenemos hoy los seres humanos de fortalecer el espíritu, de alimentar el alma, de buscar en los lugares oscuros luz que ayude a continuar el camino, solidarizarnos para que todos podamos tener un mejor mañana.
La situación que estamos viviendo por el Coronavirus nos están obligando a detenernos y darnos cuenta que no podemos perder la fe, que siempre, más en Semana Santa, debemos agradecer a DIOS su bondad.
Ahora que se han desatado los demonios, qué sentimos que llegaron los jinetes apocalípticos recargados de maldad, hambre, ambición, tragedia, muerte, crisis y destrucción es cuando más debemos de buscar alternativas para alimentar nuestra alma, trabajar para que las cosas sean mejores, tener fe en que veremos un mejor mañana, no perder la capacidad de amar y si es necesario perdonar, claro que es difícil para el que ha vivido en carne propia el dolor de perder a un ser querido, de ver a sus hijos sin el pan de cada día, que las deudas le consumen y la desesperación le mata, pero siempre se debe seguir por el camino correcto.
En esta Semana Santa o Semana Mayor, es momento de reflexionar, ojala todos tuvieran lugar para hacerlo, que guardaran sus rencores y ambiciones, que meditaran sobre lo que están haciendo bien y que están haciendo mal, que se preguntaran qué desean para sus familias, qué mundo se heredara a las nuevas generaciones, si por lo que pelean es realmente lo que les dará la felicidad.
Porque en estos momentos de crisis es donde nos damos cuenta que la adrenalina pasa, que el dinero no es la vida, la pandemia que ataca sin distingos nos recuerda que para DIOS todos somos iguales.
En esta semana Santa quedándonos en casa podemos demostrar que somos más los que queremos un bien común y menos los judas llenos de ambición.
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