Guanajuato, Guanajuato, México.- Como uno de los lugares más típicos de la capital estatal, por su característica fuente, las coloridas fachadas de las casas aledañas y una historia que se confunde con la leyenda, esta plaza fue, desde los orígenes de la población, un pequeño mercado de productos básicos y populares o, lo que es lo mismo, mercancía barata o “baratilla”, de donde proviene su nombre actual.
La imagen contemporánea del lugar se centra en la fuente que la preside, misma que se ha convertido en un símbolo de Guanajuato y no es extraño que sea motivo e imagen frecuente en productos artesanales que se venden en la región como souvenirs; a eso se suma que, en época reciente, ha sido sede de espectáculos dentro del Festival Internacional Cervantivo (FIC) o para el Festival Internacional de Cine de Horror ‘Aurora’, aunque su programación artística y cultural se extiende durante todo el año.
Su historia, por otra parte, tiene detalles curiosos que no deben pasarse por alto; primero, la fuente de bronce se califica como de “estilo florentino” porque, de hecho, fue traída desde Florencia, Italia por orden del entonces emperador Maximiliano de Habsburgo, que entre 1864-65 la ofrendó como “regalo” para la comunidad.
En un principio, la fuente se ubicó en la Plaza de la Paz y fue una de las primeras a la que se suministraba agua proveniente de la Presa de la Olla; ahora, lo que hoy se conoce como Plaza del Baratillo llevó antes el nombre del poeta Joaquín González y González y, también, el del general Manuel González; asimismo, en el lugar existió un mercado que desapareció en 1893, cuando se colocó ahí la emblemática fuente.
Hoy día, el Baratillo sigue cumpliendo con su función comercial, pues en ella todavía se venden y compran flores, verduras y frutas; de igual modo, es el centro de un barrio tradicional, de los más viejos de la ciudad, donde desembocan el Callejón de la Cabecita y la calle de la Alameda, así como la calle y templo de San José, en una zona que se encuentra entre las calles El Truco y Cantarranas.
La plaza constituye parte esencial de un paseo por el centro y, a pesar de ser muy transitado, ya que se atraviesa parte del Centro Histórico y algunas de sus arterias peatonales principales, no resulta tan bullicioso como el Jardín de la Unión o tan escondido como el Jardín Reforma. Además, ahí se hallan varios puestos de comida callejera, algunos restaurantes, cafés, bares, pero también fruterías con precios muy bajos, venta de flores de temporada y hasta sitios para degustar chocolate mexicano.
Por la noche, la actividad no se detiene y la plaza forma parte de la ruta habitual para la famosa estudiantina universitaria de Guanajuato, que con canciones y leyendas brinda a los turistas un espectáculo que combina tradición y contemporaneidad; lo cierto es que, después de todo, el lugar sigue siendo un punto de reunión porque está conectada con varios callejones que conducen directamente a otros sitios de interés en el mapa turístico de la ciudad, como el Edificio de la Universidad, la Plaza de la Paz o el Teatro Juárez.
La plaza tiene entre sus más importantes atractivos que, de acuerdo con los guías turísticos y cronistas del lugar, es un espacio de leyendas e historias que perviven hasta hoy; como las siguientes.
Los Carcamanes: Se cuenta que durante el siglo XVII llegaron a la ciudad, como era común, dos hermanos migrantes extranjeros que buscaban hacer fortuna en la minería y, gracias a su impronunciable apellido, se les llegó a conocer como ‘los Carcamanes’; así, quiso la suerte que enamoraran a la misma mujer y consiguieran sus favores, lo que derivó en que, al enterarse uno de los hermanos, la rabia le cegara para asesinar a su consanguíneo, a la infortunada amante y, acosado por la culpa, se suicidara. Todo ocurrió en una de las casas que dan hacia la plaza y, se dice, por las noches se escuchan los lamentos de las tres almas en pena.
El usurero del Baratillo: A principios del pasado siglo, un prestamista local, que vivió frente a la plaza, se obsesionó de tal forma con el sonido del dinero y, confiado en los altos réditos que cobraba, amasó una fortuna que atesoraba en su hogar; con todo, la treta fraudulenta de un gandul y la consecuente pérdida pecuniaria hizo que enloqueciera y viviera desde entonces como un mendigo a pesar de poseer grandes caudales. Tras su muerte, hay quien cuenta haber escuchado el tintineo de las monedas que el espíritu del avaro sigue contando.
EL INFORMADOR. (31 de 05 de 2015). www.informador.mx. Recuperado el 12 de 03 de 2020, de www.informador.mx: https://www.informador.mx/Suplementos/Plaza-del-Baratillo-donde-las-dadivas-son-memoria-popular-20150531-0156.html
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