Hace poco más de una década fui invitado a una reunión de amigos que resultó de
carácter proselitista en favor de dos candidatos, uno a la diputación local y otro a la
alcaldía de la capital tamaulipeca.
Omito el nombre y hasta el partido político porque carecen de importancia, lo
importante es que entre palabras de aliento ‘porras’ y peticiones se fue la tarde y el
anfitrión quedó ‘bien parado’ con esos sus invitados de ‘lujo’
Prácticamente los convidados a esa cena-reunión nos vimos ‘obligados’ a tomar la
palabra y desde luego no faltaron las palabras de compromiso, las peticiones y los
halagos hacia la carrera política de los candidatos.
Micrófono en mano, me presenté y sin preámbulo pregunté: “¿Porque aspirar a
una candidatura legislativa si todos sabemos que es un cargo ‘muy quemado’, muy
devaluado a ojos de la ciudadanía porque tradicionalmente no representa los intereses
del ciudadano?”
Al planteamiento de la impertinente pregunta hubo un silencio sepulcral… las
pláticas se interrumpieron… los vasos dejaron de chocarse, los cubiertos se
suspendieron en el aire… la masticación de alimentos quedó interrumpida.
El mismo candidato a diputado local pasó saliva antes de contestar y con la
sabiduría del orador, intentando ordenar sus ideas, habló pausado de su amor por el
terruño que le vio nacer, de las familias y maestros que le acompañaron en su niñez,
adolescencia y juventud, de sus primeros pasos en la política y necesidades ciudadanas.
Aclaro con gusto que ambos candidatos eran del mismo partido y además, unidos
a la misma familia por sus respectivas cónyuges.
Servir a los demás pareciera fue el punto central de la retórica de ambos
personajes, victorenses y por cierto, al tiempo cambiaron de puesto, al alcalde lo
hicieron diputado local y al diputado local, alcalde.
Una realidad es que pese a la teoría jurídica sobre el actuar de los legisladores y
alcaldes, que debe ser a favor de sus representados, hasta pareciera una tradición que se
deban contradecir, con los hechos, al propio discurso de campaña.
La actual legislatura, donde la mayoría es de Acción Nacional, tiene expedientes
que no llegaron a consolidarse en nuevas leyes, pero hay insistencias.
Un tema fue la recolección de basura de los municipios, particularmente de las
ciudades grandes y medianas del estado. Recuerda a ese legislador del Revolucionario
Institucional (PRI), que ingresó al Congreso Local una iniciativa para que este servicio
se concesionara a particulares, con cargo a los ciudadanos y eximir a los ayuntamientos
de esta obligación municipal.
Por fortuna la declaración muy oportuna del gobernador, García Cabeza de Vaca,
en contra de la iniciativa frenó los instintos lisonjeros del legislador y no prosperó.
En otro caso, a principio de esta semana, un legislador del mismo partido del
gobernador, habló de una iniciativa de ley para meter a la cárcel a quien no pague a la
COMAPA los adeudos, porque señaló a los ¿morosos? como ladrones de agua.
En el tema de los deshechos, pareciera se les olvida que la basura es una industria
muy rentable para quienes saben del tema, incluso es una fuente de trabajo para muchas
familias; pero además nunca se habló que se eliminarían impuestos como compensación
a esos dos pesos diarios -cargados en el impuesto predial- que pretendían hacer ley.
En el tema del agua son muchos los tamaulipecos que se niegan a pagar un
servicio que no reciben, además de que para lograr recolectar algo, deben velar a que
llegue el vital líquido porque no hay horario específico.
Por otro lado, la COMAPA no cobra en realidad por los litros de agua consumidos
porque la empresa hace cobros por tarifas y que obedecen a litros mínimos y máximos.
Así por ejemplo, una tarifa te cobra lo mismo si el medidor marca un litro o diez… de
10.1 a 15 litros… de 15.1 a 20 litros y, el precio va aumentando.
COMAPA siempre cobra, aunque la residencia esté vacía.
¿Y los legisladores, apá?
Esa es otra historia, diría la viejita de la tele.
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