México, DF. Hubo un tiempo en que ser elegida para el desfile anual de la firma de ropa interior Victoria’s Secret era llegar al Olimpo de las modelos.
Por algo se las conocía como ‘ángeles’: por las alas que acompañaban a sus minúsculos y sexis conjuntos de lencería y por sus cuerpos esculpidos por enviados divinos.
Como la divinidad es territorio de fe, la realidad no tardó en poner sobre la mesa los sacrificios que debían hacer las modelos y los cuestionables métodos de la marca para convertir sus productos en aspiracionales.
Victoria’s Secret cerró la semana pasada el descenso a los infiernos en el que se precipitó tras una investigación realizada por The New York Times que se publicó con el título: “Ángeles’ en el infierno: la cultura de la misoginia dentro de Victoria’s Secret”.
El jueves, L Brands vendió la marca al fondo Sycamore Partners por algo más de mil millones de dólares.
Una cifra millonaria que no esconde que se trata de una salida obligada para frenar la caída libre de la empresa.
Los motivos: el comportamiento machista de sus directivos, en la frontera del acoso sexual, y un cambio de era auspiciado por las mujeres que ha hecho que la sociedad ya no pueda ni quiera pasar por alto este tipo de actitudes.
A pesar de la millonaria cifra que ha alcanzado la transacción, el acuerdo de venta incluye una cláusula que deja fuera a Lexie Wexner, el fundador de la marca, de 82 años.
Wexner tendrá que renunciar a su puesto de consejero delegado en la firma y conformarse con un discreto cargo en la dirección, alejado del centro de atención.
Una solución que no sorprende a quienes han seguido la evolución de la compañíía y conocen las acusaciones de acoso sexual que la han ido dinamitando mientras Wexner era su presidente y miraba hacia otro lado.
El espectáculo global que suponía cada año el desfile de Victoria’s Secret dio paso a la bochornosa sucesión de noticias que ponían a la firma en la picota.
La primera pista de que el glamour estaba dejando de lado a esta marca la dio en noviembre de 2018 una de sus modelos míticas: la brasileña Gisele Bündchen.
“Durante los primeros cinco años me sentí cómoda desfilando con lencería, pero a medida que pasaba el tiempo me sentía cada vez menos relajada caminando por la pasarela con solo un bikini o un tanga”, manifestó.
Poco después fue Adriana Lima quien decidió colgar sus alas después de confesar que sufría presión por sus medidas, y añadir que esta forma de vivir no era “física ni mentalmente saludable”.
Sólo habían pasado unos días cuando las declaraciones de Ed Razek, director de marketing, elevaron el tono de la polémica cuando rechazó la idea de que sus desfiles incluyeran modelos trans o de tallas grandes.
En diciembre de 2018 el desfile de la marca de lencería registró la audiencia más baja de su historia como respuesta a esta decisión excluyente: 3,3 millones de espectadores frente a los 10 millones habituales.
A lo largo del año se habían cerrado 20 tiendas y en mayo de 2019 la crisis de identidad a la que les abocó su inmovilismo y la fuerza del movimiento MeToo les llevó a anunciar la cancelación de su espectáculo televisivo.
De nada valió que el espectáculo se calificara de “fantasía y único en su clase”; ni que en agosto de 2019 Razed presentara su renuncia y la marca contara con la modelo transgénero Valentina Sampaio para limpiar su imagen.
El nombre de su presidente, Leslie Wexner, volvió a los titulares por su relación con el pedófilo Jeffrey Epstein y la investigación de TNYT le propinó la estocada final. En noviembre de 2019 se canceló definitivamente su desfile; ahora sus nuevos propietarios tendrán que reinventar la compañía si pretenden reconquistar el mercado.
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