Llegaron los pastores a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño recostado en un pesebre. San Lucas 2,16
Hermanos y hermanas en la fe católica, Dios es poderoso, pudo haber elegido presentarse ante nosotros en carne y hueso, pudo haber elegido que María sola criara a Jesús sin necesidad de un padre. ¡Pero no! En la sabiduría más perfecta de Dios, decidió que Jesús naciera y creciera en la familia de María y José, y por eso toda familia es bendecida. Cada familia es un lugar donde Jesús puede ser recibido.
¿Cómo pueden nuestras familias recibir a Jesús? Celebrar la Navidad es solo el comienzo. Podemos seguir adelante con lo siguiente:
Ante todo, debemos PROTEGER A LA FAMILIA. Hoy en día, existen ideologías que afirman que el matrimonio es solo un contrato. Para algunos, solo hay que acatar las reglas, y si ya no se es feliz, se puede rescindir de ese mismo contrato y buscar otro. También hay quienes dicen que tener hijos es una carga. Incluso hay quienes descuidan su papel en la familia.
Queridos hermanos y hermanas, Dios creó a Adán y Eva, y juntos deben vivir en amor y multiplicarse según los planes de Dios. Por eso, en nuestra Primera Lectura, del Sirácide nos recuerda el honor del padre y la autoridad de la madre. Padres, ustedes son muy bendecidos, no porque sean mayores que sus hijos ni porque dependan de ustedes para su sustento. Son bendecidos porque Dios confía en ustedes para proteger la bondad, la verdad y la belleza de la familia.
José y María protegieron su matrimonio. Protegieron al niño Jesús de la ira de Herodes, lo mantuvieron a salvo y lo criaron en el amor y el temor de Dios. También debemos proteger nuestros valores familiares cristianos: el matrimonio es un compromiso de amor para toda la vida. Los hijos son regalos de Dios que debemos atesorar y cuidar, y ayudarlos a convertirse en las personas que Dios los llama a ser. Empecemos por nuestras propias familias y ayudemos a los demás.
La segunda manera de recibir a Jesús como parte de nuestra familia es ORANDO EN FAMILIA. Lo hemos escuchado muchas veces: «Una familia que ora unida, permanece unida». Esta cita no solo significa que debemos pedirle a Dios juntos, también nos llama a ser fieles a sus mandamientos. Orar a Dios significa creer en él, y creer en él requiere que lo sigamos.
La educación católica no comienza en nuestras escuelas, sino en nuestras familias. Padres, muestren a sus hijos la belleza de la oración y la importancia de la buena moral y la conducta correcta. No usen a Dios para intimidarlos y obligarlos a comportarse correctamente. Los niños pueden acercarse al Padre, a la Santísima Virgen María, a Jesús si les mostramos cómo debe comportarse un padre o una madre.
Hay padres que enseñan inglés, matemáticas o deportes a sus hijos desde muy pequeños. Preséntenles también a Dios. Permítanles crecer como hijos de Dios y no solo como hijos suyos. San Pablo nos aconseja: «Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, instruyéndose y amonestándose unos a otros con toda sabiduría, cantando salmos, himnos y cánticos espirituales a Dios con gratitud en sus corazones».
Oremos en familia y, al orar, demos pasos concretos para acercarnos a Dios. ¿Oramos en familia? ¿Estamos completos cuando asistimos a misa? ¿Hablamos de nuestra religión o de la homilía después de la misa?
Finalmente, para recibir a Jesús en nuestras familias, debemos comprender que somos PARTE DE LA IGLESIA CATÓLICA. Es un error decir que somos espirituales, pero no religiosos, que tenemos una relación personal con Dios pero que podemos negarnos a formar parte de la comunidad que lo adora. Si nuestra fe es solo personal, corremos el riesgo de ser subjetivos. Solo creemos lo que queremos creer. Solo obedecemos lo que nos resulta fácil.
Seamos conscientes de que Jesús nació no solo en una familia, sino en una cultura. Jesús era Nazareno. Nació y creció en una cultura específica. Por eso comprendía las preocupaciones de la gente, Por eso sus parábolas son sencillas y fáciles de entender. Somos parte de la Iglesia Católica. Escuchemos, aprendamos y participemos.
Queridos hermanos y hermanas, que Dios bendiga a nuestras familias con la presencia de Jesús. Que descanse en nuestros hogares y forme parte de todas nuestras decisiones. Que elijamos traerlo a dondequiera que estemos y guiar a otros a su amistad. Protejamos nuestros valores familiares. Oremos en familia. Entendamos que somos parte de la Iglesia Católica, la familia de Dios.
Con mi oración, cercanía y gratitud.
Pbro. Andrés Figueroa Santos







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