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Ya Viene el Año de la Patada

Por: Ambrocio López Gutiérrez
diciembre 22, 2025
in Opinion
Victoria y Anexas

Muy pronto tendrá lugar el encuentro mundial, nuestro país será sede por tercera vez y con el respaldo de Sergio Rodríguez Martínez, alumno de la UAT, presentamos aquí información que, ojalá sea útil para los que aman y odian este juego. También conocido como balompié, es más que un simple deporte: es un fenómeno cultural, social y económico que ha trascendido fronteras, idiomas y generaciones. Desde sus orígenes antiguos hasta su consolidación moderna en el siglo XIX, el fútbol ha evolucionado hasta convertirse en el deporte más popular del planeta, seguido por miles de millones de personas en todos los continentes. Su capacidad para unir comunidades, generar identidad y despertar pasiones lo ha convertido en una manifestación universal de la cultura contemporánea. A lo largo de la historia, el fútbol ha desempeñado un papel central en la vida social de las naciones. Ha servido como vehículo de cohesión, pero también como espacio de rivalidades y expresión política.

En los estadios y canchas del mundo se reflejan los valores, los sueños y las tensiones de las sociedades. Desde los barrios humildes de América Latina hasta los modernos recintos europeos, el fútbol representa una forma de lenguaje común que une a la humanidad más allá de sus diferencias. El presente trabajo tiene como propósito analizar la historia del fútbol desde sus raíces más antiguas hasta su estado actual en 2025, abordando los principales procesos que marcaron su desarrollo. Se examinarán los orígenes de los juegos con pelota en diversas civilizaciones antiguas, la institucionalización del fútbol en Inglaterra durante el siglo XIX, la expansión internacional del deporte, la fundación de la FIFA y el surgimiento de las competiciones mundiales. Asimismo, se analizará el papel del profesionalismo, la influencia de los medios de comunicación, la aparición del fútbol femenino y los cambios tecnológicos que han transformado la práctica y el consumo del juego.

Aunque su consolidación como disciplina ocurrió en Inglaterra durante el siglo XIX, los antecedentes de los juegos con pelota se remontan a miles de años atrás. Diversas civilizaciones antiguas desarrollaron actividades lúdicas que, aunque muy distintas en reglas y propósito, compartían un mismo principio fundamental: impulsar una pelota con alguna parte del cuerpo, generalmente con los pies, como forma de entretenimiento, ritual o competencia. El antecedente más antiguo del fútbol podría encontrarse en China, donde hacia el siglo II a.C. se practicaba un juego llamado “cuju”, cuyo nombre puede traducirse como “patear la pelota”. Este deporte consistía en golpear una esfera de cuero rellena de plumas o pelo con los pies para introducirla en una pequeña red colocada entre dos postes. El cuju era practicado tanto por soldados como por miembros de la nobleza, y con el tiempo se convirtió en una actividad de prestigio en la corte imperial.

Algunos registros históricos chinos describen torneos organizados e incluso la existencia de reglas básicas, lo que convierte al cuju en una de las primeras manifestaciones reglamentadas de un juego semejante al fútbol. En el mundo grecorromano también existieron juegos con características similares. Los griegos practicaban el “episkyros”, una actividad que combinaba fuerza y habilidad, en la cual dos equipos trataban de llevar una pelota más allá de la línea del adversario. Los romanos, inspirados en este juego, desarrollaron su propia versión llamada “harpastum”, que se jugaba con una pelota pequeña y ligera. A diferencia del fútbol moderno, el harpastum permitía el uso de las manos y era más violento, pero su popularidad en el Imperio Romano contribuyó a difundir la idea de los juegos con pelota por toda Europa.

Utilizando diversas fuentes especializadas, nuestro alumno Sergio Rodríguez dice que en la América precolombina, diversas culturas también desarrollaron juegos rituales con pelotas. El juego mesoamericano, practicado por civilizaciones como los mayas, los mexicas y los zapotecas, es uno de los más antiguos y sofisticados del mundo. Se disputaba en canchas de piedra, muchas de las cuales aún se conservan, como las de Monte Albán o Chichén Itzá. Los jugadores impulsaban una pelota de caucho —una innovación tecnológica de la región— utilizando las caderas, los antebrazos y los muslos. Aunque el objetivo y las reglas variaban según la época y el lugar, este juego tenía una profunda carga religiosa y simbólica: representaba la lucha entre las fuerzas de la vida y la muerte, entre el sol y la oscuridad. En algunos contextos, incluso se asociaba con sacrificios rituales, lo que demuestra su relevancia espiritual y social.

EN EGIPTO SE HAN ENCONTRADO representaciones de juegos con pelota en tumbas datadas hacia el año 2500 AC, lo que indica que la actividad formaba parte de las costumbres recreativas del pueblo egipcio. Las pelotas halladas en excavaciones estaban hechas de cuero, lino y papiro, y se cree que eran utilizadas tanto por hombres como por mujeres en contextos festivos. En Japón, durante el siglo VII, surgió el “kemari”, un juego cortesano practicado principalmente por la aristocracia. A diferencia de otros juegos, el kemari no era competitivo: su objetivo consistía en mantener la pelota en el aire el mayor tiempo posible sin que tocara el suelo. Se jugaba en círculos y requería gran destreza y coordinación. Este juego sobrevivió durante más de mil años y todavía se practica en ceremonias tradicionales en Japón, lo que demuestra su relevancia cultural y su conexión con la historia del fútbol actual.

En África, en regiones del norte y del oeste, existieron juegos que involucraban el uso de pelotas hechas de fibras vegetales o piel de animales. Estos juegos cumplían funciones rituales y sociales, y en algunos casos se relacionaban con ceremonias de iniciación o celebraciones comunitarias. Aunque no se cuenta con documentación detallada, su existencia muestra que el impulso humano por crear juegos con pelota fue una tendencia casi universal. El fútbol, tal como lo conocemos hoy, nació oficialmente en Inglaterra durante el siglo XIX, en un contexto de profundos cambios sociales, económicos y culturales. La Revolución Industrial transformó la vida cotidiana y la organización del tiempo libre. La urbanización creciente, el surgimiento de las fábricas y la creación de un sistema educativo moderno generaron nuevas formas de ocio y convivencia, entre las cuales el deporte se convirtió en un espacio privilegiado de integración y disciplina.

Antes de su institucionalización, el fútbol en Inglaterra era una actividad popular conocida como “mob football” (literalmente, “fútbol de muchedumbre”). Este juego consistía en que dos grupos de aldeanos competían por llevar una pelota —generalmente hecha de vejiga de cerdo o cuero— hasta un punto acordado, como la plaza del pueblo o una iglesia vecina. Las reglas eran mínimas o inexistentes, y casi todo estaba permitido: empujones, golpes y enfrentamientos físicos eran comunes. No había límites de jugadores ni campos definidos. El resultado era una especie de batalla campal más cercana a un carnaval que a un deporte. Las autoridades inglesas consideraban estos juegos peligrosos y desordenados, y en varias ocasiones fueron prohibidos por decreto real. En 1314, por ejemplo, el rey Eduardo II emitió una orden para evitar que los jóvenes descuidaran el tiro con arco —una habilidad militar considerada fundamental— por jugar al fútbol. Sin embargo, las prohibiciones no lograron eliminar la práctica. En los siglos siguientes, el “mob football” siguió siendo parte de las tradiciones locales y festividades populares, especialmente en el norte y centro del país.

El verdadero cambio comenzó en las escuelas públicas inglesas (que, a diferencia del sentido actual, eran instituciones privadas y de élite). En colegios como Eton, Harrow, Rugby y Charterhouse, los estudiantes adoptaron versiones del juego popular y empezaron a establecer reglas específicas para su práctica. Cada escuela desarrolló su propio conjunto de normas, lo que dio origen a dos tendencias principales: el “rugby football”, en el que se permitía el uso de las manos, y el “association football”, donde el balón solo podía ser jugado con los pies. A mediados del siglo XIX, el fútbol se convirtió en un elemento esencial de la educación británica, promovido como medio para inculcar valores de disciplina, trabajo en equipo, respeto y autocontrol.

Los pedagogos de la época, influenciados por el pensamiento victoriano, creían que los deportes servían para formar el carácter y reforzar el espíritu colectivo. Esta visión del juego como herramienta moral e intelectual ayudó a que el fútbol pasara de los patios escolares a los campos universitarios y, posteriormente, a la sociedad en general. En 1848, en la Universidad de Cambridge, representantes de varias escuelas se reunieron para intentar unificar las reglas del juego. Aunque aquel intento no tuvo una aceptación inmediata, se considera un antecedente directo de las reglas modernas. Finalmente, en 1863, se produjo el hecho decisivo: la creación de la Football Association (FA), la primera organización formal dedicada a regular el fútbol.

EL FÚTBOL CRUZÓ EL ATLÁNTICO a finales del siglo XIX, introducido también por marineros y trabajadores británicos. El estudiante de LCE de la FCEH agregó: En Sudamérica, encontró un terreno fértil para su crecimiento debido a la pasión colectiva, la influencia cultural europea y la rápida urbanización de ciudades como Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro. En Argentina, el primer partido documentado se jugó en 1867, organizado por inmigrantes británicos. El fútbol se difundió rápidamente en escuelas y clubes sociales, y en 1893 se fundó la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), una de las más antiguas del mundo. En pocos años, el deporte dejó de ser una actividad exclusiva de la comunidad británica para convertirse en una pasión nacional.

En Uruguay, el fútbol llegó gracias a estudiantes que regresaban de Inglaterra y a marineros extranjeros. La fundación del Club Nacional de Football (1899) y del Peñarol (1891) dio origen a una rivalidad legendaria que se mantiene hasta hoy. La temprana organización y la calidad técnica de los jugadores uruguayos convirtieron al país en una potencia mundial en las primeras décadas del siglo XX. En Brasil, el deporte fue introducido por Charles Miller, un joven brasileño de ascendencia inglesa que, tras estudiar en Southa, organizó los primeros partidos en São Paulo y contribuyó decisivamente a la expansión del fútbol por todo el país. Con el tiempo, el fútbol brasileño desarrolló un estilo único, basado en la creatividad, la habilidad individual y la alegría, conocido como “ginga”, que lo distinguiría en todo el mundo.

En África, el fútbol llegó principalmente a través del colonialismo europeo. Los misioneros y administradores coloniales británicos y franceses fomentaron la práctica del deporte en escuelas y comunidades locales. Aunque al principio se trataba de una actividad controlada por las potencias coloniales, pronto los pueblos africanos adoptaron el fútbol como forma de expresión cultural y resistencia identitaria. En Asia, el fútbol se introdujo a fines del siglo XIX, especialmente en India, Japón y China. En la India británica, el deporte fue popularizado por soldados y funcionarios coloniales, pero las comunidades locales pronto comenzaron a formar sus propios equipos. En Japón, el fútbol moderno se integró en los programas educativos durante la era Meiji (1868–1912), y en China, a pesar de los primeros antecedentes del “cuju”, el fútbol moderno fue adoptado oficialmente con la influencia británica.

La expansión mundial del fútbol no fue un fenómeno casual, sino el resultado de una serie de factores interrelacionados. El Imperio Británico, que abarcaba vastos territorios en África, Asia y Oceanía, actuó como principal vehículo de difusión. A través de sus escuelas, ejércitos y redes comerciales, Inglaterra exportó su modelo cultural y deportivo. La Revolución Industrial también desempeñó un papel decisivo. El desarrollo del ferrocarril, el telégrafo y la prensa escrita permitió que las noticias sobre partidos, torneos y jugadores circularan con rapidez. Además, el crecimiento de las ciudades industriales generó una nueva clase obrera con tiempo libre y necesidad de entretenimiento, condiciones ideales para el auge de los deportes colectivos. Por otra parte, la simplicidad del fútbol fue clave para su éxito. No requería equipamiento costoso ni infraestructura compleja; bastaba con un balón y un espacio libre. Esta accesibilidad facilitó que el deporte se adaptara a distintas realidades económicas y culturales.

A medida que el fútbol se expandía, comenzó a desarrollar una cultura global compartida. Se fundaron clubes, ligas y federaciones en distintos países, y los primeros encuentros internacionales despertaron un interés sin precedentes. La práctica del fútbol contribuyó al surgimiento de nuevas identidades nacionales y regionales, y se convirtió en un símbolo de modernidad y progreso. El deporte también se transformó en un medio de comunicación y de intercambio cultural. Las giras de equipos europeos por América y África, y las primeras competiciones internacionales, consolidaron una red mundial de relaciones deportivas que anticipaba la creación de organismos como la FIFA.

EN 1928, DURANTE EL Congreso de la FIFA en Ámsterdam, se aprobó la propuesta del presidente Jules Rimet de organizar la primera Copa Mundial de Fútbol. La sede fue otorgada a Uruguay, que en 1930 celebraba el centenario de su independencia y ofrecía cubrir los gastos del torneo. La primera Copa del Mundo, disputada en Montevideo del 13 al 30 de julio de 1930, contó con la participación de 13 selecciones: siete de América y cuatro de Europa. Los partidos se jugaron principalmente en el Estadio Centenario, construido especialmente para el evento y convertido en un símbolo del fútbol mundial. Uruguay se coronó campeón al vencer 4-2 a Argentina en la final, en medio de un ambiente de fervor popular. El éxito de la primera Copa del Mundo consolidó a la FIFA como la máxima autoridad del fútbol mundial y estableció un modelo de competición que se repetiría cada cuatro años, pesar de las dificultades logísticas y económicas.

Tras el éxito de 1930, la FIFA organizó nuevas ediciones en Italia (1934) y Francia (1938). En el torneo de 1934, Italia se consagró campeón como anfitrión bajo el régimen de Benito Mussolini, quien utilizó el evento con fines propagandísticos, reflejando cómo el fútbol podía convertirse en instrumento político. El torneo de 1938 en Francia marcó la consolidación del fútbol como espectáculo internacional. Participaron potencias europeas y sudamericanas, y nuevamente Italia obtuvo el título. Sin embargo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 obligó a suspender las ediciones de 1942 y 1946. Durante este período, muchas competiciones nacionales también se detuvieron, y numerosos jugadores interrumpieron sus carreras para participar en el conflicto.

Desde sus primeras competiciones internacionales, el fútbol adquirió una dimensión que trascendía lo deportivo. Los partidos entre selecciones nacionales se convirtieron en manifestaciones de orgullo patriótico, y los triunfos deportivos pasaron a tener significado político y simbólico. La prensa, los gobiernos y las masas encontraron en el fútbol una forma de proyectar prestigio y poder. La FIFA comenzó a desempeñar un papel diplomático. A través del deporte, se tendieron puentes entre países y se promovieron valores de paz y cooperación. Esta función se acentuó tras las guerras mundiales, cuando el fútbol sirvió como medio de reconciliación y reconstrucción de lazos.

El Mundial de México 1970 fue un punto de inflexión en la historia del fútbol moderno: fue la primera Copa del Mundo transmitida en color a nivel global. La televisión permitió que millones de personas siguieran los partidos en tiempo real, generando una conexión emocional sin precedentes entre los aficionados y sus selecciones. La espectacularidad de los goles, los cánticos de los aficionados y las imágenes del estadio se convirtieron en parte del imaginario colectivo. La FIFA comprendió entonces el poder mediático y comercial del fútbol, lo que impulsó la profesionalización y el patrocinio masivo. A partir de los años setenta, marcas globales como Adidas, Coca-Cola y Puma se asociaron estrechamente al deporte, iniciando una nueva era de marketing deportivo.

Las Copas del Mundo no solo fueron competiciones deportivas, sino también escenarios de tensiones políticas. El Mundial de Argentina 1978, por ejemplo, fue utilizado por la dictadura militar para proyectar una imagen de normalidad y prestigio internacional, mientras el país atravesaba una grave crisis de derechos humanos. En España 1982, el fútbol vivió su primera expansión a 24 selecciones, reflejo del crecimiento global del deporte.

Cuatro años después, en México 1986, el mundo presenció una de las actuaciones más memorables de la historia: Diego Armando Maradona, con su famosa “mano de Dios” y el “gol del siglo” frente a Inglaterra, llevó a Argentina a su segundo título mundial. En los años siguientes, las Copas del Mundo continuaron siendo espejos de su tiempo. El Mundial de Italia 1990 destacó por su carácter táctico y defensivo; el de Estados Unidos 1994 marcó la consolidación del fútbol en Norteamérica, con récords de asistencia y difusión televisiva. En Francia 1998, el anfitrión conquistó su primer título.

EL SIGLO XXI COMENZÓ con la consolidación del fútbol como industria global. Las Copas del Mundo se convirtieron en auténticos espectáculos multimillonarios, seguidos por miles de millones de espectadores. La Copa del Mundo de Corea-Japón 2002 fue la primera organizada en Asia y la primera compartida entre dos países, reflejando la apertura del fútbol a nuevos mercados. Brasil, Italia, Alemania, Francia y España dominaron las primeras décadas del nuevo milenio. En 2002, Brasil ganó su quinto título, consolidando su supremacía. En 2006, Italia volvió a levantar la copa en medio del escándalo del “Calciopoli”. En 2010, España se consagró campeona en Sudáfrica, en la primera Copa del Mundo en África, con un fútbol basado en el toque y la posesión.

El Mundial de Brasil 2014 dejó una de las imágenes más impactantes de la historia: la goleada de Alemania 7-1 sobre el anfitrión, que luego obtendría el título mundial frente a Argentina. En Rusia 2018, Francia conquistó su segundo campeonato con una generación joven y multicultural que simbolizó la diversidad del fútbol moderno. A partir de la década de 1980, el fútbol de clubes entró en una nueva etapa marcada por la globalización y el auge de los medios de comunicación. Las transmisiones televisivas y los contratos convirtieron al fútbol en una de las industrias más rentables. Los clubes comenzaron a operar como marcas internacionales, con millones de aficionados.

Equipos como el Real Madrid, el FC Barcelona, el Manchester United, el AC Milan, la Juventus y el Bayern Múnich se consolidaron como potencias deportivas y económicas. La expansión de la televisión satelital permitió que los aficionados de Asia, África y América Latina siguieran las ligas europeas, ampliando la base de seguidores globales. Durante los años noventa y principios del siglo XXI, los fichajes de jugadores alcanzaron cifras récord. El traspaso de Diego Maradona al Napoli en 1984 y luego de Zinedine Zidane al Real Madrid en 2001 fueron hitos del mercado. En 2009, Cristiano Ronaldo fue transferido del Manchester United al Real Madrid por 94 millones de euros, y en 2017, Neymar rompió todos los récords: el PSG lo adquirió por 222 millones de euros.

La televisión y los derechos de transmisión se convirtieron en la principal fuente de ingresos del fútbol moderno. En la década de 1990, con la creación de la Premier League inglesa (1992), el modelo de negocio del fútbol cambió radicalmente. La liga negoció de forma independiente sus derechos televisivos, generando ingresos multimillonarios que permitieron mejorar estadios, contratar figuras internacionales y promover el espectáculo global. Otros países siguieron el ejemplo: España, Italia, Alemania y Francia reorganizaron sus competiciones para atraer inversión privada y patrocinadores. La UEFA también adaptó sus torneos al nuevo contexto transformando la Champions League en un producto televisivo de alcance mundial con altos estándares.

En el siglo XXI, los clubes de fútbol dejaron de ser simples asociaciones deportivas para convertirse en corporaciones internacionales. Muchos fueron adquiridos por empresarios multimillonarios o fondos de inversión, lo que incrementó su poder económico pero también generó desigualdad entre equipos. Ejemplos de ello son el Chelsea FC, comprado por Roman Abramóvich en 2003, y el Manchester City, adquirido en 2008 por el grupo inversor de Abu Dabi. El modelo de gestión cambió: los clubes comenzaron a generar ingresos a través de la venta de camisetas, derechos de imagen, turismo deportivo, redes sociales y productos licenciados. Las giras internacionales en Asia y América se convirtieron en estrategias para fidelizar aficionados y expandir su marca. El fútbol se transformó así en un fenómeno de consumo global, en el que la emoción deportiva convive con el espectáculo comercial. Los jugadores estrella son ahora embajadores de marcas y símbolos culturales de alcance planetario.

LOS PRIMEROS REGISTROS DE MUJERES practicando fútbol datan del siglo XIX en Inglaterra y Escocia, donde ya se disputaban partidos amistosos hacia 1880. En 1895 se celebró uno de los primeros encuentros documentados entre equipos femeninos en Londres, organizado por Nettie Honeyball, una activista por los derechos de la mujer y fundadora del British Ladies’ Football Club. A pesar del entusiasmo inicial, la Football Association (FA) prohibió en 1921 el uso de sus campos a equipos femeninos, argumentando que el fútbol no era “apropiado para las mujeres”. Esa decisión detuvo el desarrollo del fútbol femenino en Inglaterra durante décadas, aunque en otros países comenzó a crecer lentamente. En Francia, Italia, Alemania y Brasil, las mujeres también jugaban en campos improvisados o en ligas no oficiales. En América Latina, las restricciones duras pero el espíritu deportivo y la pasión por el juego persistieron.

El renacimiento del fútbol femenino comenzó a mediados del siglo XX, especialmente durante la década de 1960, cuando las mujeres empezaron a organizar ligas locales y torneos independientes. En 1971, la FA levantó oficialmente la prohibición en Inglaterra, lo que permitió la creación de asociaciones femeninas y el reconocimiento oficial del deporte. En 1970 y 1971 se celebraron los primeros mundiales femeninos no oficiales en Italia y México, respectivamente. En el torneo de México, más de 100,000 personas asistieron a la final en el Estadio Azteca, un hecho histórico que demostró el potencial del fútbol femenino pese a la falta de apoyo institucional. El cambio de paradigma comenzó cuando la FIFA decidió reconocer formalmente el fútbol femenino en la década de 1980. En 1988 organizó un torneo experimental en China, cuyo éxito llevó a la creación oficial de la Copa Mundial Femenina de la FIFA en 1991, celebrada en China.

El Mundial de 1991 fue un punto de inflexión. Participaron doce selecciones y el título fue conquistado por Estados Unidos, nación que desde entonces se consolidó como potencia dominante del fútbol femenino. En 1995, el segundo Mundial se celebró en Suecia, con Noruega como campeona, y en 1999, el torneo regresó a Estados Unidos, alcanzando un éxito sin precedentes. La final del Mundial 1999 entre Estados Unidos y China fue un evento simbólico: más de 90,000 espectadores llenaron el estadio Rose Bowl en Pasadena, y millones más lo vieron por televisión. La imagen de Brandi Chastain, celebrando su gol decisivo, se convirtió en un ícono del empoderamiento femenino y del auge del fútbol de mujeres. Desde entonces, el torneo ha crecido en prestigio, participación y calidad. En 2019, el Mundial celebrado en Francia marcó un récord de audiencia con más de mil millones de espectadores globales.

La selección de Estados Unidos se coronó campeona, liderada por figuras como Megan Rapinoe, Alex Morgan y Carli Lloyd, quienes también se convirtieron en voces influyentes por la igualdad salarial y el respeto hacia las mujeres en el deporte. El fútbol moderno es la síntesis de una historia de pasión, innovación y contradicciones. De los campos de tierra a los estadios inteligentes, el deporte ha evolucionado junto con la humanidad. Su grandeza no reside solo en los títulos o los goles, sino en su capacidad para unir al mundo bajo un mismo lenguaje: el del esfuerzo, la emoción y el juego compartido. En 2025, el fútbol enfrenta el desafío de preservar su alma en medio de un contexto global dominado por la tecnología y el mercado. Pero mientras haya un balón rodando, una multitud alentando y un sueño por cumplir, el fútbol seguirá siendo mucho más que un deporte: será una expresión viva de lo que somos como sociedad.

MIENTRAS ESPERAMOS que lleguen los juegos del mundial, espero que la Navidad y el Año Nuevo sirvan para que la llegada del Niño Jesús nos llene de bendiciones.

Correo: [email protected]

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