Hay un momento, casi un ritual para quien vive en la Ciudad de México, en que el cuerpo y la mente piden una tregua del asfalto. Un escape del ritmo incesante, del claxon que es el soundtrack de la rutina. Es un anhelo de horizontes abiertos, de aire limpio y de sonidos que no sean los de la urbe. Pocos imaginan que a solo unas horas de distancia, escondido entre los pliegues del semidesierto hidalguense, existe un santuario de agua turquesa tan irreal que parece sacado de un sueño.
Llegar a él no es un simple traslado, es una pequeña expedición. Es la promesa de una aventura que se gesta en la planeación, que cobra vida con el rugido del motor en la madrugada y que se despliega kilómetro a kilómetro, mientras el paisaje urbano se disuelve en el retrovisor. Es un viaje para reconectar con la naturaleza y con la libertad que solo un camino sin horarios puede ofrecer.
El plan maestro para una salida perfecta
Escapar de una de las ciudades más grandes del mundo tiene su ciencia, pero la recompensa lo vale. Este escape de la rutina comienza con una buena planeación. Asegurar una renta de autos en CDMX con anticipación es el primer paso para ser dueño de tu tiempo y no depender de complicadas rutas de transporte público que pueden duplicar la duración del viaje. Elegir el vehículo correcto te dará la comodidad para el trayecto y el espacio suficiente para una maleta ligera y tus provisiones para el camino.
El secreto mejor guardado por los viajeros frecuentes es el control del tiempo. Para evitar quedar atrapado en el denso tráfico de la salida a Pachuca, la regla es simple. O sales de la ciudad el viernes muy temprano, antes de las seis de la mañana, o te esperas a que pase la hora pico, después de las diez. Una vez en la autopista México-Pachuca, sentirás cómo la ciudad queda atrás y el viaje realmente comienza.
La primera recompensa del camino, un ritual hidalguense
Un viaje en auto se mide también por sus paradas, y en la ruta hacia la Sierra de Hidalgo hay una que es casi obligatoria. Tras poco más de una hora de camino, toma la desviación hacia Actopan. Este pueblo es conocido en toda la región como la capital de un manjar invaluable. la barbacoa.
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Olvídate de los restaurantes de mantel largo. Aquí la experiencia es auténtica. Busca los locales a pie de carretera o alrededor del mercado donde el humo delata los hornos de tierra. Pedir un plato de barbacoa suave y jugosa, acompañada de un consomé caliente para reanimar el cuerpo y tortillas recién hechas, no es solo un desayuno, es una inmersión cultural. Es el tipo de desvío espontáneo y delicioso que transforma un simple traslado en una memoria imborrable.
Llegada al paraíso, guía para entender Tolantongo
Con el estómago contento y el ánimo renovado, el viaje continúa hacia Ixmiquilpan y de ahí se toma la desviación hacia las grutas. El tramo final hacia las grutas es un camino de montaña con vistas impresionantes. Aquí, la tranquilidad de manejar un vehículo en óptimas condiciones es fundamental, y el respaldo que te da la fiabilidad de Hertz México te permite concentrarte solo en disfrutar del espectacular paisaje hidalguense. El camino serpentea y desciende hacia un cañón que protege celosamente su secreto, hasta que, de pronto, lo revela. una pincelada de azul turquesa imposible en medio de la tierra ocre.
Has llegado. Ahora, lo más importante es entender que Tolantongo no es un solo lugar, sino un enorme parque natural dividido principalmente en dos zonas. La primera, abajo, es “Paraíso Escondido”, donde están las famosas pozas o terrazas de agua termal con vistas al cañón. La segunda, más adelante, es la zona de la gruta, el túnel y el increíble río de aguas cálidas.
Antes de bajar del auto, el consejo más valioso de todos. lleva suficiente dinero en efectivo. En la mayor parte del parque la señal de celular es un mito y, por lo tanto, no hay terminales para pagar con tarjeta en casi ningún lado, ni en las entradas, ni en los hoteles o restaurantes.
La inmersión total, cómo disfrutarlo al máximo
Para vivir la experiencia completa, lo ideal es dedicarle al menos dos días y una noche. Los hoteles dentro del parque son sencillos y no aceptan reservaciones, se asignan conforme llegas, pero pasar la noche allí te da un privilegio único. Podrás disfrutar de las pozas o del río bajo un cielo estrellado, o ser el primero en entrar al agua con el vapor de la mañana, antes de que lleguen los visitantes de un solo día.
Dedica un día a explorar la zona de la gruta. Entrar en ella es sentir el poder de la naturaleza, con una potente cascada de agua caliente cayendo en su interior. Más arriba, un túnel de vapor te ofrece una exfoliación natural. Luego, simplemente flota en el río, dejando que la corriente cálida te arrulle. Para esta zona, unos zapatos acuáticos son tus mejores aliados.
Al día siguiente, explora la zona de las pozas. Estas terrazas de agua, construidas en la ladera de la montaña, son el lugar perfecto para relajarse y tomar fotografías espectaculares. Su agua es un poco menos caliente que la del río, ideal para refrescarse mientras contemplas la inmensidad del cañón.
El regreso a la Ciudad de México es mejor emprenderlo el domingo después de comer, para evitar el tráfico de entrada a la ciudad. Volverás cansado, pero con la energía renovada. El recuerdo del agua turquesa y la certeza de haber descubierto un tesoro tan cerca de casa te acompañarán por mucho tiempo, recordándote que a veces, la mejor aventura está a solo un giro del volante de distancia.
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