Benedetta Capelli y Antonella Palermo –
Ciudad del Vaticano. 06 de junio 2020. La epidemia de coronavirus en América Latina no conoce tregua. En todo el mundo, las muertes debidas a la pandemia superan las 390.000, pero Brasil se ha convertido en el tercer país del mundo en cuanto a número de decesos, con más de 34.000 víctimas y 1.473 muertes en sólo 24 horas. Estados Unidos es el país más afectado en términos de decesos y casos, le siguen el Reino Unido y Brasil, pero también hay preocupación en México, que por primera vez ha superado las mil muertes.
La gente viva resucita la economía
Monseñor Flavio Giovenale es obispo de Cruzeiro do Sul, en la Amazonia brasileña, conoce bien la realidad de esta tierra y se muestra preocupado por lo que está sucediendo entre las personas, que viven una mezcla de incredulidad y resignación. El prelado no deja de elogiar el compromiso de muchas iglesias locales que, en tiempos de pandemia, han recorrido nuevos caminos pastorales.
R. – Los números están en continuo aumento. En los últimos días hemos alcanzado casi 1.100 muertes en 24 horas. Hay muchas denuncias sobre la falta de reactivos químicos necesarios para los exámenes. Pero en la raíz hay también opciones políticas que ponen al gobierno central en conflicto con las regiones, por esto la gente reacciona de manera diferente. Hay quienes se quedan en casa, tratando de limitar al máximo las salidas y quienes en cambio insolentemente se atreven a seguir adelante sin mascarillas, sin nada, porque creen que todo es un invento. La tragedia más grande que tenemos ahora son estos grupos poderosos que no creen en la pandemia y siguen como si nada pasara y esto está ayudando al crecimiento de las muertes.
¿Cuál es el compromiso de las iglesias locales especialmente con los más frágiles?
R. – Las iglesias locales están comprometidas en la distribución de alimentos, pero también se preocupan por difundir las normas de seguridad. Luego hay situaciones particulares, por ejemplo, en la arquidiócesis de Manaus hemos organizado refugios, guarderías, internaciones para personas que vienen del interior y para los indígenas.
¿Cuál es, en su opinión, la actitud espiritual más adecuada y fecunda para vivir este tiempo de crisis y también para empezar de nuevo?
R. – Es ver esto como un tiempo de gracia, Dios sabe escribir derecho en las líneas torcidas. Debemos preguntarnos qué es lo que Dios nos hace ver en esta pandemia y saber cómo aprovechar las oportunidades como ocurrió claramente en Italia, por ejemplo, con el uso de las tecnologías. Dios nos hace descubrir nuevas formas de estar cerca de la gente, incluso con llamadas telefónicas, mensajes. El reto es que en muchos lugares del interior, en los pueblos, no hay internet y ni siquiera llega la televisión. Está la radio diocesana que tiene una muy buena calidad, pero no llega lejos.






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