Tamaulipas amaneció distinto. La vieja historia de privilegios e intocables empieza a quedar atrás con un hecho inédito: el cierre de la pinza entre los tres poderes del Estado.
Américo Villarreal Anaya logró lo que parecía imposible: alinear al Ejecutivo, al Legislativo y ahora al renovado Poder Judicial bajo una sola bandera, la de la justicia imparcial.
Y esto tiene nombre y destinatario claro: acabar con la impunidad que durante décadas permitió a políticos corruptos —en especial a quienes saquearon el estado en tiempos del panismo de Cabeza de Vaca— vivir al amparo de la ley como si la ley no fuera con ellos.
El Polyforum de Victoria fue testigo del arranque de esta nueva era con la toma de protesta de 147 jueces y magistrados, en una sesión solemne que reunió a los tres poderes con la legitimidad que solo da el voto ciudadano.
No fue un simple acto protocolario, fue el nacimiento de un nuevo Poder Judicial, con la promesa de poner la justicia al servicio del pueblo y no de una élite económica.
La magistrada presidenta Tania Contreras López lo dejó claro: la justicia se conducirá con honestidad, transparencia, austeridad y bajo la vigilancia de un observatorio ciudadano.
En pocas palabras, se acabaron los pactos de complicidad. Ahora el Poder Judicial tendrá dientes para morder y no para servir de alfombra.
El mensaje de Américo fue directo: “Estamos convencidos de que hicimos lo correcto”. Y lo correcto significa que los saqueadores del erario ya no tendrán donde esconderse.
Significa que aquellos que creían que la justicia era un lujo comprado con influencias o dinero, se enfrentarán a un muro nuevo, sólido y con respaldo social.
Con esta refundación, Tamaulipas se coloca a la vanguardia nacional, siguiendo la ruta de la reforma federal impulsada por López Obrador y hoy consolidada por Claudia Sheinbaum.
Pero lo más importante es que aquí no se trata de discursos: el pueblo espera hechos. Américo lo sabe y lo advirtió: el cambio tiene que notarse ya.
Hoy comienza el tiempo de saldar cuentas. La ciudadanía, cansada de la simulación, reclama que la justicia deje de ser un privilegio y se convierta en un derecho.
El cierre de la pinza abre la puerta a juicios históricos, a castigos ejemplares y, sobre todo, al fin de la impunidad que tanto daño le hizo a Tamaulipas.
Porque al final, esta refundación no se mide por discursos, sino por resultados: que la ley alcance por igual al poderoso y al ciudadano de a pie.
Y si de verdad se cumple lo prometido, los días de los corruptos e intocables están contados.
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