Dicen que todos los ciudadanos con personalidad deben de observar el desempeño de los gobernantes.
Las ceremonias protocolarias muestran el espíritu republicano, pero además permiten observar a detalle las verdaderas acciones que por obligación los funcionarios deben de cumplir. Hay quien difiere, de eso no hay la menor duda, hay quien cuestiona, eso no debe de asustar a nadie, y hay quien festina, eso también se debe de respetar.
La verdad está a la vista, sin embargo, son pocos los que tienden a ver desde una perspectiva equilibrada, los avances, los atrasos y las omisiones con actitud conciliadora, pero son muchos, muchos más, los que aun sin argumentos, se atreven a difundir, promocionar y alentar, las inconformidades personales, dándole, gracias a las redes sociales, un vuelco a la información recibida ya sea escrita, escuchada o televisada.
De esto mucho tienen responsabilidad, aquellos que utilizan el ejercicio público para garantizar, impunemente, la seguridad económica de más de tres generaciones de descendientes.
Los ricos de México siguen siendo las mismas familias de aquellos Capitanes de industria de antaño, pero los más ricos del país en la actualidad, son los que al amparo del poder político o de las malas artes, pudieron amasar fortunas que superaron con creces a los que heredaron.
México es un país de contrastes, grandes contrastes, que, si bien no nos permiten presumir el tener al más pobre del mundo entre los habitantes, si coloca a uno de los nuestros entre los más ricos del orbe.
Basta solo, investigar la historia, juntar apelativos de interpósitas personas y escarbar poco a poco en el fango de la simulación de empresas, para acceder a información suficiente y real, que permita dilucidar.
Hoy resulta y lo digo con suficiente conocimiento de causa, que es más divertido inventar historias, convertir en “Trending Topic” en las redes sociales la percepción critica de los holgazanes y molestar a quienes desde lo “oscurito” encuentran “la luz”.
Ejemplos hay muchos; los errores de dicción, las calcetas al revés y hasta la banda presidencial. Gracias a ello, la sociedad ha encontrado la mejor manera de mostrar su enojo, viralizando mentiras, denostando a los políticos y desde luego faltándole el respeto a la autoridad, cualquiera que esta sea.
Esas expresiones no conducen por buen camino la inconformidad, pues la sociedad ya no ve con buenos ojos, lo que sucede diariamente y la forma en que impacta su bolsillo.
Pero tampoco hace por mejorar su situación, prefiere la comodidad de manifestar su enojo en redes sociales, a la oportunidad que brinda el deslizamiento del peso, aduce, con dignidad, que el gobierno debe de ser honesto, mientras tira basura en la calle, mientras se pasa un semáforo en rojo o mientras filma con su celular algo que le parece incorrecto.
Los “periodistas” en su versión moderna ya no buscan la contraparte, prefieren creer a pies juntillas, lo que le dice el interlocutor y sin más lo sube a la red, de esto no se salva nadie, hay quien se atreve a divulgar mentiras, porque les llegó por WhatsApp.
Y hay quien ignora cuando en un trámite en la presidencia municipal, le indican que el pago es en efectivo, porque hay que entregárselo a “Aquellos”.
¿Y si investigamos antes de opinar? ¿Y si verificamos antes de compartir? ¿Y si otorgamos el beneficio de la duda? ¿Y si denunciamos en vez de quedarnos callados? Todas estas preguntas son, con la mejor intención y SIN AFAN DE CRITICAR.
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