El siguiente es un capítulo que el columnista ha querido olvidar y sin embargo permanece como película real de una tragedia que lo marcó para siempre. Se trata del terremoto del 19 de septiembre de 1985. Eran las 7.15 de la mañana y el de la voz, entonces residente de la gran urbe, preparábase para cumplir su tarea cotidiana como responsable del Centro Cultural José Martí del ex Departamento del DF. Entonces sucedió lo jamás imaginado, aun así, logré llegar al centro de una ciudad envuelta entre nubes de polvo y fuerte olor a muerte de donde surgían como fantasmas camilleros, bomberos y voluntarios conduciendo cuerpos, algunos con vida, otros con la palidez de la ausencia terrenal. ¿Qué fue aquello? Todavía me lo pregunto.
Pronto se cumplirán cuarenta años y las imágenes siguen vivas. Había prometido no volver a tocar el tema por el dolor que causa el recuerdo, pero puede más la memoria que en el rincón más obscuro guarda esta experiencia de profunda huella imposible de borrar. Presenciar la caída de un techo escolar y decenas de adolescentes literalmente atrapados por toneladas de concreto, no es para olvidar. Tampoco lo es el tratar auxiliar a una persona mayor víctima de un infarto en plena vía pública. De horror pasar frente a incontable número de cadáveres tendidos en el lado este de la Alameda Central cubiertos con blanquísimas sábanas que parecían flotar con el viento matinal. Sirenas de ambulancias, gritos por todas partes y un mar de gente solidaria buscando entre las ruinas de los edificios colapsados. Parecía el fin del mundo.
Caminar entre las ruinas del Hotel Regis buscando explicación a la furia de la naturaleza mientras cientos de héroes anónimos exponiendo su integridad, retiraban uno a uno pesados tabiques, ladrillos o bloques de cemento, labor en la que el de la voz participó hasta que fue vencido por el cansancio y el dolor de las manos lastimadas y ampolladas.
Recordar a veces significa sufrir, es mi caso a pesar del tiempo transcurrido, aunque haber sobrevivido al igual que mi familia significa, además del agradecimiento al Ser Supremo, el testimonio que cuarenta años después puede ser válido para generaciones que ilusionadas enfrentan presente y porvenir ignorando tal vez, la dependencia de fuerzas invencibles que pueden condicionar la permanencia sobre este planeta. Lástima que las víctimas del 19 septiembre del 1985 no vivan para contarlo. Bien dicen que los caminos de Dios son misteriosos, sorprendentes e inesperados.
Mientras tanto ya sabéis de la detención en Paraguay de Hernán Bermúdez Requena, el tristemente célebre director de Seguridad Pública durante el régimen de su amigo de infancia Adán Augusto López en Tabasco (1 de enero 2019 a 26 de agosto de 2021). Al respecto existen diversas versiones de lo que puede suceder con el ex gobernador y no falta quien suponga que será el fin de su carrera política.
Recordéis que Adán Augusto, también ex secretario de Gobernación y actual líder de la mayoría de senadores, sigue aspirando a suceder a Doña Claudia, pero podría acabar la jugada aun cuando no aparezca involucrado en los hechos delictivos de que acusan a su ex colaborador como son secuestro, robo de combustible, extorsión, tráfico de drogas y desaparición de personas, entre otros. En este sentido estaremos de acuerdo en que el ex mandatario no pudo ignorar lo que sucedía a su alrededor y menos si está científicamente comprobado que es un zorro, sea que se las sabe de todas, todas.
Adán Augusto debe abandonar la política y de ser posible desaparecer, para no causar más daño a AMLO y a la Señora Presidenta. La probable salida es un consulado lo más lejos posible. ¿Qué tal Transilvania origen de la leyenda del Conde Drácula allá por Rumanía?. Y hasta se parece con esos colmillos retorcidos de ex priista que se carga.
SUCEDE QUE
¡Viva México cabrones!.
Y hasta la próxima
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