Diciembre es mes propicio para hacer un balance de nuestras fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas que se sintetizan en una buena salud para seguir trabajando, tiempo para hacer lo que nos gusta, blindaje para mantener emociones sanas y precaución para evitar que se dañe nuestra estabilidad familiar, laboral, social, política y económica. Es pertinente agradecer a nuestros editores que siguen publicando esta columna, especialmente a Guillermo Villarreal, Marco Esquivel, Mao Fidel Flamarique, Marcelino García, Eduardo Pacheco, David Zárate y Cuauhtémoc Flamarique. Vaya mi gratitud para los comunicadores Javier Terrazas Barraza, Arnoldo García, Alberto Guerra, Juan Sánchez, Rosa María Rodríguez, Dora Alicia de la Cruz, Socorro Hurtado, Martha Olivia López, Rosa Elena González y tantos hombres y mujeres con los que he compartido el noble oficio periodístico durante varias décadas.
Valoro mucho que el rector de la UAT, Dámaso Leonardo Anaya, me siga tolerando como miembro del equipo de Comunicación y Difusión de la máxima casa de estudios de la entidad donde he permanecido desde que el abogado Alfonso Pérez Vázquez me invitara a colaborar en la entonces llamada dirección de Prensa y Relaciones Públicas. Va mi gratitud para la directora de la FCEH, Elsa Fernanda González quien, a pesar de las diferencias de puntos de vista, me ha soportado como profesor de carrera de horario libre de esa legendaria institución. Abrazo desde aquí al representante local del SUTAUAT, Guillermo Escot, mi excompañero de maestría y buen camarada por las atenciones recibidas durante su gestión. Gracias por compartir espacio laboral con buenas personas como Gustavo Enrique, Eduardo Castillo, Claudia, Sonia, Estela, Juana Eugenia, Leticia Dunay, Beatris, Magdalena, Luis Humberto, José Francisco, María del Rosario, Domingo, Óscar Misael, Natsumi del Rocío, Martín, Gabriela y tantos más.
Con la mayoría de los ya mencionados tuve oportunidad de convivir en diferentes encuentros de fin de año y espero seguir viéndolos el año que viene para seguir celebrando la vida porque, mire usted, en el 2026 se cumplirán 45 años que mi viejo camarada Ángel Guerra me concedió mi primera plaza de reportero en El Bravo de Matamoros (sección Río Bravo-Reynosa). En cuatro décadas y media presté servicios en La Verdad de Tamaulipas, El Diario de Victoria, La tarde de Victoria, Últimas Noticias de la Capital y otros diarios y semanarios de la región. Por casi diez años fui corresponsal de El Financiero (de la CDMX) y en la actualidad esta columna aparece con regularidad en medios impresos y digitales de Tamaulipas, Nuevo León, San Luis Potosí y Veracruz donde unos cuantos lectores me siguen soportando.
En el año que llegará en horas se cumplirán 35 años de que comencé a colaborar para formar una corriente de opinión favorable hacia las tareas sustantivas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Mi primer director fue el legendario Yuca Pérez Vázquez, luego llegó el maestro Clemente Castro a quien siguieron en el cargo de responsables de comunicación social personajes diversos como el abogado Francisco Filizola, el ingeniero Homero Treviño, el criador de caballos Edmundo Lozano, el célebre publirrelacionista Manuel Montiel, el politólogo David Vallejo, el ingeniero Omar Benito de la Fuente, el malogrado Marco Antonio Batarse y mi viejo camarada, el extraordinario comunicador radiofónico José Ángel Vázquez. He pasado tres décadas y media en la UAT, cubro los requisitos para jubilarme y lo pospongo cada semestre. Estoy por cumplir 25 años como profesor de los cuales 20 han transcurrido en las aulas de la Facultad de Ciencias de la Educación donde cursé licenciatura y maestría.
El reciente noviembre falleció mi madre como lo compartí en este espacio, sin embargo, tengo muchas razones para celebrar este y el año siguiente pues cumpliré también 45 años de casado (el primer capítulo duró 21 años; el segundo va para 24). En el 2026, si Dios lo permite, llegaré a 30 años de ser diabético sin beber alcohol ni fumar cigarrillos y se cumplirán 17 años desde aquel terrible infarto que casi me costaba la vida; se cumplirán 12 años del fallecimiento de mi hija Tatiana a quien recuerdo con cariño todos los días y se celebrará una década de que terminé mis estudios de doctorado en el Colegio de Tamaulipas; espero presentar mi tesis antes de jubilarme.
Me disculpo por dedicar tanto espacio a temas personales pero confío en la tolerancia de mis editores y la comprensión de mis posibles lectores. También creo firmemente que como mexicanos seguiremos celebrando el trabajo de nuestra presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y los esfuerzos que hace todos los días por mejorar la calidad de vida de las familias tamaulipecas el gobernador Américo Villarreal Anaya. Aunque no respondan a mis llamadas ni contesten mis mensajes, deseo que les vaya bien a nuestro discreto rector Dámaso Anaya Alvarado y a nuestro atolondrado alcalde Eduardo Abraham Gattás. Quienes amamos a la Universidad y a nuestra capital esperamos que los esfuerzos de quienes las conducen den los mejores resultados para beneficio de las actuales y futuras generaciones. Concluyo abrazando a mis correligionarios del grupo Unidad y a los amigos de Coplamar, saben que se les quiere, aunque sean agrónomos.
Correo: [email protected]







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