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Los Motivos del Estrés Escolar

Por: Ambrocio López Gutiérrez
diciembre 1, 2025
in Opinion
Victoria y Anexas

El estrés escolar es algo que casi todos los estudiantes han vivido, aunque muchas veces ni siquiera se han dado cuenta. A veces creemos que es “normal” sentir ansiedad, presión o cansancio extremo por las tareas, exámenes o trabajos finales, pero la verdad es que no debería ser así. Estudiar sí implica esfuerzo, pero cuando ese esfuerzo se convierte en angustia, frustración o malestar físico, ya estamos hablando de estrés. Ese tipo de estrés afecta no solo el rendimiento escolar, sino también la salud emocional y mental. Uno de los principales motivos es la cantidad de tareas. Aunque intentemos organizarnos, llega un punto donde simplemente ya no alcanza el tiempo. Según Hernández (2021), “la sobrecarga académica es uno de los factores que más eleva los niveles de estrés en los jóvenes”, y muchos terminan haciendo tareas no para aprender, sino para cumplir. Cuando estudiar se vuelve sólo una obligación, la motivación baja.

En un ensayo firmado por Nohelia Guadalupe Patlán Quintanilla, se afirma: Otro factor es la presión por sacar buenas calificaciones. Muchas personas creen que una nota define quién eres o qué tan inteligente eres, y eso no es cierto. Pero aun así, muchos estudiantes sienten miedo de fallar. Como dice Ruiz (2020), “el miedo al fracaso académico provoca ansiedad anticipatoria y afecta la confianza del estudiante”. Es verdad: a veces no es el examen el que asusta, sino la idea de decepcionar a tus papás, maestros o incluso a ti mismo. También influye el ambiente escolar. Hay escuelas donde todo es competencia, comparaciones y exigencias. Cuando ves que otros avanzan más rápido, o que parecen entenderlo todo, puedes empezar a sentirte “menos”, aunque no sea cierto. Ese tipo de pensamiento hace que el estrés aumente sin que nadie lo note, porque no se ve físicamente, pero pesa mucho mentalmente.

l estrés escolar no solo afecta la mente; también afecta el cuerpo. Hay estudiantes que duermen mal, que comen a deshoras o que sienten dolores de cabeza o de estómago antes de ir a la escuela. Según López (2019), “el estrés académico prolongado puede provocar síntomas físicos como cansancio crónico, insomnio y tensión muscular”. Esto demuestra que el problema no es pequeño ni sencillo; afecta la vida diaria. La verdad es que el estrés escolar no se va solo. Se necesita apoyo, comprensión y mejores formas de enseñar. Los profesores podrían dejar menos tareas, o tareas más útiles. Las escuelas podrían enfocarse en la salud emocional y no solo en calificaciones. Y los estudiantes también tenemos que aprender a pedir ayuda, organizar nuestro tiempo y descansar, porque descansar no es perder el tiempo; es recuperar energía.

La sobrecarga de tareas es uno de los motivos más fuertes del estrés escolar. La mayoría de los estudiantes pasan más horas haciendo tareas que descansando, y esto provoca una saturación mental terrible. A veces pareciera que los maestros compiten por ver quién deja más trabajos, como si no supieran que el estudiante tiene más materias. Además, sucede algo frustrante: muchos maestros dejan tareas extensas que no aportan casi nada al aprendizaje. Son actividades que solo consumen tiempo y energía. Con el tiempo, el estudiante empieza a ver las tareas como castigos y no como herramientas para aprender. Esto crea una relación muy negativa con el estudio. El cansancio de hacer tareas hasta tarde también se acumula. Cuando esto pasa todos los días, el cuerpo deja de rendir igual. Hay estudiantes que literalmente hacen tareas hasta quedarse dormidos encima del cuaderno. Aun así, se levantan al día siguiente sintiéndose culpables porque no avanzaron lo suficiente. Ese desgaste constante es puro estrés.

LOS EXÁMENES SON una de las principales fuentes de ansiedad. No solo por el examen en sí, sino por todo lo que representan. Para los estudiantes, un mal examen es un “fracaso”, una decepción para los padres o motivo para sentirse menos que los demás. Días antes, los estudiantes entran en un modo de estudio desesperado, a veces sin descanso y con miedo constante. Muchos dejan de comer bien, duermen poco y se sienten tensos todo el día. Cuando llega el momento del examen, el estrés es tan grande que incluso sabiendo las respuestas, pueden bloquearse. El famoso “quedarse en blanco” es un efecto del estrés, no de la falta de estudio. Después del examen tampoco termina la presión: uno empieza a pensar en si lo hizo bien, si tendrá errores o si su calificación bajará. Esta ansiedad puede durar días enteros hasta los resultados.

El descanso es esencial para que el cerebro funcione, pero la realidad escolar no deja casi espacio para ello. Entre tareas, proyectos, prácticas, exposiciones y exámenes, el estudiante siempre está corriendo contra el tiempo. Cuando alguien no descansa, su mente no procesa bien la información. Entonces aparecen los dolores de cabeza, la fatiga extrema, la falta de concentración y la irritabilidad. Hay estudiantes que pasan tantos tiempos ocupados que incluso sienten culpa por descansar, como si estuvieran perdiendo el tiempo. Sin descanso adecuado, todo se vuelve más difícil: entender, memorizar, concentrarse o incluso tener ganas de aprender. Esto genera un círculo donde, mientras más cansado, peor te va, y mientras peor te va, más te estresas.

La alumna de la FCEH-UAT dice: Las comparaciones son uno de los factores más crueles del estrés escolar, porque afectan directamente la autoestima. Cuando un maestro o un familiar dice frases como “tu hermano sí puede”, “tu compañero es más responsable”, o “¿por qué no puedes ser como él?”, el estudiante empieza a dudar de su valor. Las comparaciones crean la idea de que uno debe vivir bajo un estándar que alguien más puso. Esto provoca inseguridad constante y un deseo de querer demostrar algo que quizá no corresponde a la realidad de cada persona. El problema es que todos aprendemos diferente. Algunos necesitan más tiempo, otros necesitan otras formas de explicación. Pero la comparación hace creer que aprender más lento es una falla personal, cuando no lo es. Ese pensamiento causa un estrés emocional enorme.

La competencia en la escuela puede motivar, pero cuando se vuelve exagerada, provoca estrés. Cuando todo gira alrededor de quién tiene el mejor promedio, quién sabe más o quién gana más reconocimientos, el ambiente se vuelve tenso. Los estudiantes empiezan a competir entre ellos en vez de apoyarse. Algunos incluso sienten que cada error los hace “menos” que los demás. Esta mentalidad hace que el aprendizaje se convierta en una carrera interminable. El resultado es que los estudiantes ya no disfrutan aprender. Solo buscan no “perder”. Esto afecta la salud emocional y genera ansiedad por no estar siempre arriba. El miedo a caer del “primer lugar” se vuelve un estrés diario. La escuela nunca se detiene por los problemas personales del estudiante. Puedes estar pasando por una situación difícil en casa, por tristeza, por discusiones, por problemas económicos o incluso por ansiedad, y aun así debes entregar tareas y rendir igual.

MÁS ADELANTE, NOHELIA Guadalupe Patlán Quintanilla sostiene: Muchos estudiantes cargan con problemas que nadie ve. Llegan a la escuela con la mente agotada y el corazón lleno de preocupaciones, pero como nadie pregunta cómo están, simplemente siguen en silencio. Esta desconexión entre lo emocional y lo académico hace que el estrés aumente. Es muy duro tratar de concentrarse cuando tienes la mente en mil cosas más. Y, aun así, las calificaciones siguen exigiendo perfección. Esa presión invisible pesa mucho. Los métodos de enseñanza también generan estrés. Cuando un maestro explica de forma rápida, confusa o aburrida, el estudiante empieza a quedarse atrás. Y no porque no quiera aprender, sino porque simplemente no logra seguir el ritmo. Muchos maestros creen que si ya explicaron una vez, todos deberían entender, pero no funciona así. Cada estudiante tiene su propio estilo de aprendizaje.

La alumna de Ciencias de la Educación apuntó: Cuando las clases son tediosas, llenas de dictados o explicaciones monótonas, el cerebro se desconecta. Esto causa ansiedad porque el estudiante sabe que debe aprender, pero no puede. Cada clase se vuelve un reto insoportable. La falta de coordinación entre los maestros es una de las causas más fuertes del estrés. Hay semanas donde todos los maestros dejan exámenes, tareas y proyectos al mismo tiempo. El estudiante se enfrenta a una lista interminable de pendientes que parecen imposibles de cumplir. Esta acumulación provoca crisis de ansiedad, desvelos, enojo, llanto e incluso pensamientos de frustración profunda. Cuando demasiadas actividades coinciden, el cuerpo y la mente colapsan. El estudiante entra en un modo automático de “hacer, hacer, hacer” que desgasta totalmente.

Muchos estudiantes sienten que no son buenos en ciertas materias, y empiezan a creer que nunca podrán mejorar. Ese pensamiento provoca un estrés constante. Cada clase se vuelve una batalla con la inseguridad, y cada error se siente como una prueba de que “no sirven para eso”. La autoestima académica influye muchísimo en el rendimiento. Cuando un estudiante cree en sí mismo, avanza. Cuando no lo hace, se bloquea y el estrés se multiplica. Esta sensación puede durar años. Los estudiantes batallan no porque no quieran aprender, sino porque nadie les ha enseñado a estudiar. Sin técnicas de estudio, sin horarios claros y sin estrategias, estudiar se vuelve una tarea abrumadora. Esto genera estrés porque uno siente que pasa horas estudiando, pero no ve resultados. La frustración se acumula y la motivación se pierde.

LA PRESIÓN FAMILIAR es uno de los factores más silenciosos y más fuertes del estrés escolar. Muchos padres exigen calificaciones perfectas, sin entender el esfuerzo que implica. Esto crea un miedo a fallar o decepcionar. El estudiante empieza a estudiar no por aprender, sino para cumplir. El miedo a decepcionar duele más que una mala nota. La presión desgasta muchísimo. El estudiante no solo es estudiante. También es hijo, amigo, persona con emociones, hobbies, inquietudes y sueños. Tratar de equilibrar la vida personal con las exigencias escolares es una de las tareas más difíciles. Cuando la escuela ocupa todo el espacio emocional, ya no queda tiempo para cuidar de uno mismo. Esto provoca ansiedad, agotamiento, frustración y un estrés emocional constante.

El estrés escolar es real y afecta más de lo que muchos creen. No se trata de que los estudiantes no quieran estudiar, sino de que a veces la presión es demasiada. Para mejorar, se necesita que la escuela, los maestros y los papás entiendan que todos tenemos límites y que la salud emocional importa tanto como las calificaciones. Si logramos hacer de la escuela un lugar donde se pueda aprender sin sentir presión, los estudiantes no solo rendirán mejor, sino que se sentirán más tranquilos, más motivados y más seguros. El estrés escolar es un problema real que afecta a miles de estudiantes. No es exageración ni falta de ganas: es una presión constante que se acumula poco a poco. Hablar del tema es importante, porque solo así se pueden buscar soluciones.
Aunque no se puede eliminar por completo, sí se puede reducir si las escuelas, los maestros, los padres y los mismos estudiantes trabajan juntos para crear un ambiente más sano, más tranquilo y más humano. Fuentes consultadas: Cárdenas, L. (2022). Tecnología, atención y salud mental en adolescentes. Editorial Prisma. Díaz, M. (2021). La importancia del descanso en el rendimiento escolar. Universidad del Valle. Fajardo, R. (2021).

Acompañamiento emocional y bienestar académico. Revista Educare, 18(2), 45–59. Gómez, A. (2023). Organización académica y manejo del tiempo en estudiantes de secundaria. Editorial Horizonte. Hernández, S. (2019). Sueño, estrés y rendimiento escolar. Revista de Psicología Juvenil, 12(1), 33–48. López, J. (2021). Estrés académico: causas y consecuencias en jóvenes. Fondo Educativo Latinoamericano.

NUESTRA GRATITUD para profesores y alumnos del Diplomado en Guías de Turistas que se imparte en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UAT con quienes compartimos un viaje “finsemanero” por los municipios de Victoria, Güémez, Padilla, Abasolo y Soto la Marina. Juntos comprobamos la belleza de la playa de La Pesca.
Correo: [email protected]

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