Queridos hermanos en la fe que nos siguen por las redes sociales, los saludo con afecto en Cristo y les presento mi propuesta de reflexión para comprender la Palabra de Dios de la Liturgia de este domingo.
Las lecturas sugeridas son Isaías 11,1-10; Salmo 71 con su estribillo “Ven, Señor, rey de justicia y de paz”; Carta de San Pablo a los Romanos 15,4-9; la aclamación antes del Evangelio con el texto que reza así: “preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, y todos los hombres verán la salvación de Dios”; y finalmente el Evangelio según San Mateo 3,1-12.
Este es el esquema, la lista de lecturas que se proclaman en las Misas dominicales. Por cierto, si no tienes la oportunidad de asistir a una Iglesia, puedes leer los textos directamente de la Biblia, para no perderte de recibir el mensaje.
Hemos iniciado el “camino del Adviento” que nos ayuda a prepararnos para la Navidad, es decir, para el nacimiento del Salvador. El domingo pasado, podemos decir que, la palabra clave era la de velar, estar despiertos, para esperar a quien llega. Este domingo la palabra que resuena es la de la invitación a la “conversión”. El domingo siguiente será la alegría, ante la cercanía del Dios-con-nosotros. Y finalmente el cuarto domingo de Adviento ser hombres justos y estar atentos a “la señal” de Dios: la encarnación de Jesús Dios-Hombre.
También se nos proponen personajes bíblicos para que los imitemos, para que veamos su ejemplo: son el profeta Isaías, Juan el Bautista, la virgen María y San José, hombres de fe y de fuego en sus palabras y en sus obras. En ellos podemos aprender a prepararnos para la venida de Jesús.
El Adviento está en razón de la Navidad, no se entiende sin esta relación. No hay Navidad sin Adviento y no hay Adviento sin Navidad. No lo olvidemos: la Iglesia nos propone 4 semanas intensas para preparar el corazón, la vida y la familia para la llegada de Jesús. Es lo mismo que sucede en la Cuaresma y la Pascua: una es preparación de la otra, para celebrar el gran misterio de la Resurrección del Señor.
Un mensaje: tanto Isaías en la primera lectura como Juan el Bautista en el evangelio nos presentan un mensaje. Isaías anuncia “un renuevo del tronco de Jesé”, es decir, un nuevo rey de Israel, que más adelante se identificará con Jesús. El Bautista también anuncia la llegada del Reino de Dios en la persona y en las obras del Mesías.
La Liturgia de la Iglesia tiene también su dinamismo, su lógica, su pedagogía, y a través de signos, de colores, de lecturas de la Palabra de Dios, de cantos, etc., nos van presentando un mensaje: por ejemplo, la corona de Adviento con sus velas, su follaje y su forma circular; el color morado que indica cambio de tiempo litúrgico, pero también nos recuerda la conversión; los cantos como el conocido “Ven, ven Señor no tardes, ven que te esperamos”; el pesebre o nacimiento que podemos encontrar en las Iglesias y en los hogares; etc. Todo ello anuncia la preparación para el nacimiento del Salvador.
La pregunta es: ¿estamos captando el verdadero mensaje, el verdadero sentido de la Navidad que se acerca? ¿Cómo podemos nosotros también ser portadores de ese mensaje? ¿Nuestras obras, nuestras palabras, nuestra vida son reflejo de éste?
Una visita: dice el salmo “Ven, Señor, rey de justicia y de paz”. Y el Evangelio nos dice Juan “preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”, tomando el texto de Isaías (primera lectura). El Adviento es tiempo de preparación para recibir a Alguien: nos visitará el sol que nace de lo alto (Lucas 1,78/Cántico de Zacarías). De la misma manera que debemos preparar nuestro hogar para recibir a los peregrinos, a los familiares, a los amigos…la preparación implica la conversión de vida. Prepararse es convertirse con la ayuda del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios.
Podemos preguntarnos: ¿a quién esperamos esta Navidad?, ¿qué esperamos esta Navidad?, ¿cuál será el centro de nuestra celebración? No bastan signos externos, como los fariseos y saduceos que se acercaron a Juan para ser bautizados, se necesita un compromiso en obras concretas, palpables, medibles.
Una preparación: la preparación exige, quizá retirarnos al desierto, hacer silencio y dejar el bullicio y el ruido para entrar en contacto con nuestro interior y los anhelos del corazón que Dios ha puesto allí. La preparación podría implicar hacer una buena confesión, reforzar la oración, la lectura asidua de la Palabra de Dios, no faltar a la misa en estos días, rezar el rosario en familia al menos una vez a la semana, etc.
Y tú, ¿cómo te estás preparando para recibir a Jesús en esta Navidad? Él quiere encarnarse en tu corazón, pero no lo podrá hacer si tú no le haces espacio, si no quitas aquello que estorba, si no te dejas tocar por Él.
Que María Santísima nos ayude a preparar el corazón y la vida como ella lo hizo para ser la madre del Salvador.
¡Bendecido domingo!







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