Muy apreciado lector, en este III Domingo del Tiempo de Adviento (Ciclo A), la Palabra de Dios nos enriquece con el Libro del Profeta Isaías (Is 35,1-6.10), el Salmo 145 (Ven, Señor, a salvarnos), la carta del Apóstol Santiago (Sant 5,7-10), y el Evangelio de San Mateo (Mt 11,2-11). El tema central: anunciar el Evangelio (Buena Nueva), preparar el camino del Señor: esta es la misión que tenemos. Y por encima de ello, ver, oír, acoger, gozar los gestos llenos de ternura que Dios tiene por y para nosotros.
Deseo compartir esta reflexión en cuatro pequeños apartados:
El contexto de la perícopa. Para Mateo es muy importante dar unidad a la perícopa, resalta la importancia de Juan el Bautista, pero al mismo tiempo, nos deja claro quién es Jesús. Juan es más que un profeta, es el precursor de Jesús, el mensajero; pero el Mesías esperado, el que realiza los signos anunciados por los profetas, ése es Jesús.
En la perícopa se resaltan muy claramente dos partes. Primero, la respuesta a los enviados de Juan el Bautista. Ante la duda que genera Jesús, pues su mesianismo no era como el esperado por el pueblo, Jesús remite a sus obras. Sus signos, contemplados a la luz de los oráculos proféticos (Is 35,5-6; 42,18), revelan claramente que Él es el Mesías, el que tenía que venir. El mismo Jesús lo aclara: “Dichoso el que no se escandalice de mí”.
En la segunda parte, está la declaración de Jesús sobre Juan el Bautista. Juan no es un predicador oportunista ni un lujoso cortesano. Juan es un profeta, y más que un profeta; es el precursor del Mesías. Su grandeza no está en la austeridad de su vida, sino en la respuesta a su vocación de profeta y precursor del Mesías.
Las obras de Jesús. Las obras que Jesús presenta a los enviados del Bautista son las de aquellos que necesitan vida. Sus acciones de curar, sanar, y liberar la vida, manifiestan quién es en toda plenitud: el Mesías. Son obras llenas de ternura y esperanza.
Las obras de Jesús se caracterizan por su amor apasionado por la vida, se convierten así, en verdaderas obras de liberación. Sus acciones serán contra todo aquello que bloquea, aniquila, mutila o empequeñece la vida. Siempre estará atento a lo que puede hacer crecer a las personas.
Sus obras cargadas de ternura y de un nuevo horizonte para todos, nos invitan a quitar de nuestra vida y de la del prójimo, toda injusticia y opresión
“Dichoso el que no se escandalice de mí” La presencia de Dios en nuestra vida es para que seamos felices. Cuando Jesús se presenta al Bautista lo hace como alguien que ayuda a ver, que ofrece apoyo para caminar, que limpia nuestra existencia, que pone vida y Buena Noticia en nuestras vidas. ¿Cuál es la imagen que yo tengo de Dios? ¿Es de ternura? ¿Me escandaliza que rompa mis parámetros?
Dios siempre es el mismo, perdón sin límite, comprensión en la debilidad, consuelo en la mediocridad, ternura en la lucha, vida siempre.
¡Dichosos los que descubren que ser creyente no es odiar la vida sino amarla, no es bloquear o mutilar nuestro ser, sino abrirlo a las mejores posibilidades!
Elogio a Juan el Bautista. Esta acción nos revela qué es lo que cuenta para Dios y qué es lo que nos hace grandes en el Reino: anunciar el Evangelio (Buena Nueva), preparar el camino del Señor: esta es la misión que tenemos. Y por encima de ello, ver, oír, acoger, gozar los gestos llenos de ternura que Dios tiene por y para nosotros.
A pesar de nuestros miedos, dudas, de nuestras incertidumbres o desesperanzas, muy a pesar de todo ello, Jesús tiene un elogio para todos nosotros. Sigamos preparando nuestra navidad, viviendo intensamente el tiempo de adviento.
Estimado hermano, pido a Dios te bendiga y que nos conceda seguir preparando con mucho júbilo el tiempo de adviento. Bendecido domingo, y por favor, no te olvides de rezar por la conversión de un servidor y la de todos los sacerdotes de nuestra Iglesia diocesana.







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