Brigitte Bardot, la mujer que en los años 50 encarnó la libertad sexual y que dos décadas después dio un portazo a la fama para dedicar su vida a los animales, falleció este domingo a los 91 años. La Fundación que lleva su nombre confirmó la partida de la estrella, cerrando así uno de los capítulos más fascinantes y polémicos de la cultura francesa.
Conocida mundialmente por sus iniciales, “B.B.”, Bardot no fue una actriz convencional. Tras protagonizar Y Dios creó a la mujer bajo la dirección de Roger Vadim, se convirtió en un mito viviente, imponiendo una estética de sensualidad desenfadada que transformó lugares como Saint-Tropez y Buzios en destinos de culto.
Sin embargo, su legado va más allá del celuloide. A diferencia de Marilyn Monroe, con quien a menudo se le comparaba, Bardot sobrevivió a la fama rechazándola. Antes de cumplir los 40 años y con medio centenar de películas a cuestas, anunció su retiro definitivo de las pantallas.
“La libertad es ser uno mismo” Su segunda vida fue tan intensa como la primera, pero lejos de los reflectores de Hollywood y centrada en el activismo. Desde su fundación, lideró feroces campañas contra la caza y el maltrato animal, convirtiéndose en una voz incómoda para el establishment.
Esta franqueza también le trajo controversias. En sus últimos años, la actriz fue figura polarizante por sus declaraciones sobre política y migración en Francia, enfrentando incluso condenas por difamación. Pero ella se mantuvo fiel a su filosofía hasta el final, tal como escribió en su último libro publicado en octubre:
“La libertad es ser uno mismo, incluso cuando incomoda”.
Una vida sin guiones Nacida en una familia burguesa en 1934, Bardot rompió todos los moldes: desde su baile mambo descalza que escandalizó a la moral de la época, hasta su renuncia pública a la maternidad tradicional, confesando su falta de instinto maternal tras el nacimiento de su hijo Nicolas.
Hoy, el mundo despide a la mujer de la mirada insolente, a la musa de Serge Gainsbourg y a la activista inquebrantable. Se va la leyenda que demostró que se puede ser el objeto de deseo de todo el planeta y, al mismo tiempo, no necesitar a nadie.







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