Los saludo con alegría estimados lectores de la reflexión dominical. Que Dios los bendiga.
La Liturgia de este día nos presenta los siguientes textos para nuestra reflexión: Samuel 26, 2.7-9.12-13.22-23; Salmo 102; 1 Corintios 15, 45-49; Evangelio de Lucas 6, 27-38. Partiendo de estas lecturas les propongo la siguiente meditación:
El mensaje central está dado por Lucas 6,36: sean misericordiosos como su Padre es misericordioso. Dirá Mateo sean perfectos como su Padre es perfecto (5,48). Ser misericordiosos o perfectos no es la ausencia de errores o pecados sino un amor que se desborda por el prójimo, por todos. Sean llenos de compasión, de entrañas de misericordia para con el otro, incluyendo al enemigo. Éste es el resumen de nuestra vida, una actitud de amor y misericordia.
El Salmo 102 nos recuerda la naturaleza de Dios que es de compasión y misericordia. Lo primero que hace el Señor es perdonar nuestro pecado en cuanto culpa, injusticia, iniquidad. Pero el pecado no es solo ofensa, transgresión, sino también enfermedad. Por eso dice el salmo “cura tus enfermedades”. El Señor redime, rescata nuestra vida al borde de la muerte. Nos permite tener una vida nueva, porque el pecado nos lleva a la muerte. No es sólo la transgresión de una norma. Además, nos colma, nos corona de amor y de ternura (misericordia).
Somos cambiados por el amor y la misericordia entrañable de Dios. De manera que nos perdona, nos sana y nos corona. Él está lleno de estas dos dimensiones bíblicas y las derrama sobre nosotros. Sigue diciendo el salmo que “no nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados”. Pero no es sólo eso, sino que el último párrafo del salmo de la liturgia nos recuerda que Él aleja nuestros delitos, nos trata y nos ama como un Padre.
Esa es la misericordia de Dios, aquella que va más allá de la justicia, de lo que es debido, de lo que merecemos. La medida de nuestro ser no es solamente no ser violento, tener algo de compasión, sino parecernos en las actitudes a Dios. ¿Cómo debe ser nuestro corazón misericordioso para parecernos al suyo? Jesús en el Evangelio de este domingo nos da las características: amen a sus enemigos, hacer el bien a quien me odia, bendecir al que me maldice, rogar por el que me calumnia, a quien te pegue en una mejilla ofrécele también la otra, a quien te quite el manto no le niegues la túnica, da a quien te pida, al que tome lo tuyo no se lo reclames, y el resumen de todo puede ser el noveno punto, traten a los demás como quieren que los traten a ustedes.
Tenemos elementos concretos que nos ayudan a recordar cómo debe ser nuestra actitud. “Porque si aman solo a los que los aman, qué tienen de mérito”. ¿Qué nos quiere decir Jesús con esto? Que la motivación para cambiar la sociedad, si queremos poner misericordia, gracia y bondad, debemos tener el amor de Dios en nuestro corazón. El Papa Francisco dice que en realidad la propuesta de Cristo de amar a los enemigos es realista porque ante tanta violencia, injusticia y maldad el cristiano debe poner un plus desde el amor y la misericordia divinas. El Papa Benedicto XVI coincidía con Papa Francisco cuando afirmaba que “el amor a los enemigos constituye el núcleo de la revolución cristiana” (ángelus del 18 de febrero de 2007).
Estamos llamados a vivir un amor que sea excesivo, a cambiar el mundo no con las armas, con ideologías o con utopías falsas, sino con la fuerza del Evangelio, que nos renueva, nos impulsa y nos lleva a un nuevo estilo de valores y de vida. Para muchos podríamos estar locos, pero como dice Silvio Rodríguez en una canción: “sólo el amor convierte en milagro el barro…sólo el amor engendra la maravilla, sólo el amor consigue encender lo muerto”. Ésta es la propuesta cristiana: amar desde el amor de Dios por nosotros.
¡Que tengan un bendecido domingo!
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