Estimados lectores, que el Señor esté con ustedes:
La Liturgia de este día nos presenta para nuestra reflexión los siguientes textos: Nehemías 8,2-4.5-6.8-10; el Salmo 18 con el estribillo “Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna”; la primera carta de San Pablo a los Corintios 12,12-30 y el Evangelio según san Lucas 1,1-4.4,14-21. Como cada domingo hacemos una propuesta de reflexión.
Hemos entrado en el Tiempo Ordinario (en la Liturgia de la Iglesia) representado por el color verde y en el que escucharemos diferentes momentos de la vida y misión de Jesús que nos ayudarán a conocerlo más y a tener una visión general de la misma. El domingo pasado leíamos el pasaje de las Bodas de Caná y con ello iniciábamos éste tiempo llamado “ordinario”, que se extiende hasta el miércoles de ceniza (5 de marzo), para luego dar paso a la Cuaresma.
Vamos a partir del Evangelio. En él escuchamos dos partes: por un lado, el inicio del Evangelio según san Lucas y por otro lado a Jesús en la sinagoga leyendo el pasaje de Isaías que providencialmente presenta su misión entre nosotros: llevar esperanza a aquellos que sufren y que están olvidados por nosotros. Por otro lado, en la segunda lectura escuchamos cómo nos habla san Pablo que nosotros, bautizados, somos el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro de él. Y en la primera lectura, que generalmente tiene mucha relación con el Evangelio, el profeta Nehemías nos presenta una descripción del pueblo de Israel convocado para la proclamación de la Palabra de Dios, quien con alegría y atención participa.
La Palabra es viva y eficaz, más tajante que una espada de doble filo, y habla a cada uno, nos ilumina en los diversos momentos y acontecimientos de nuestra vida. Por eso no tiene un solo mensaje, sino que cada uno puede extraer de ella lo que el Espíritu le vaya inspirando, siempre en sintonía con la Iglesia y el Magisterio. Pero ahora nos toca resaltar algunas líneas de reflexión que puedan ayudar a “saborear” esta Palabra.
Primero. El inicio del Evangelio de Lucas nos pone frente a su obra y nos dice que se ha informado minuciosamente de todo, desde sus principios, para escribirlo por orden. Cuando nos acercamos a la Biblia que es Palabra de Dios no lo hacemos como si fuera un libro de historia, porque en ella encontramos historias o acontecimientos que se leen desde la óptica de la fe. Lucas no fue parte de los primeros discípulos de Jesús, sin embargo, descubre que en las palabras de Jesús hay vida y él quiere comunicar esta buena noticia a todos.
Segundo. Entró en la sinagoga, le dieron el volumen del profeta Isaías y leyó la cita del capítulo 61, versículo 1. Éste lugar era el lugar de la catequesis, donde cada sábado se reunían para la formación y para escuchar la Palabra. Podemos decir que está en sintonía con la primera lectura donde la comunidad reunida en asamblea es convocada para alimentarse de la Palabra que da vida. De manera semejante esto es lo que hacemos cada domingo cuando participamos en la Eucaristía: estando hombres y mujeres y los que tienen uso de razón, estando atentos a la lectura del libro, sentados y de pie, recibimos el mensaje. El pueblo responde Amén y se explica el sentido del texto para nuestros días. El domingo es un día consagrado al Señor y su Palabra aleja la tristeza que pueda presentarse en nuestra vida.
Tercero. San Pablo en la segunda lectura nos recuerda que todos y cada uno de nosotros somos miembros del cuerpo de Cristo. Esto nos debe hacer pensar que nuestra presencia y participación en la comunidad, en la Iglesia y en la familia, son necesarias. Cada uno ha recibido dones de Dios para ponerlos al servicio de los demás, cada uno tiene una función dentro del todo que es la Iglesia. Nos complementamos, nos enriquecemos de los talentos y del servicio de los demás, pero también nosotros somos un don para los demás. Éste es el sentido de la vida comunitaria.
Ahora, ¿qué significa todo esto para nosotros? Que el acercamiento a la Palabra de Dios debe ser así como lo plantea Lucas, un texto que presenta los diversos encuentros de fe que tuvieron muchas personas con Jesús, lo que Él hizo en ellos y lo que ellos respondieron. Que no es lo mismo leer la Palabra de Dios en casa que recibirla reunidos en asamblea, porque allí se “proclama” y se nos da como cuerpo de Cristo el alimento para vivir nuestra vida desde la fe. Que no debemos olvidar la imagen paulina de Cuerpo de Cristo porque sólo de esa manera podremos buscar la comunión y la unidad.
Finalmente, todos como bautizados estamos capacitados para desarrollar la misión de Jesús, que consiste en aliviar el sufrimiento, el dolor, la tristeza y la exclusión de aquellos miembros de la comunidad que por enfermedad, por el pecado u otras circunstancias, se sienten lejos del amor y la misericordia de Dios. Estamos en un año jubilar, entonces, que nuestras palabras, acciones y compromiso estén encaminadas para llevar consuelo y esperanza a tantos que están tristes.
Que el Señor nos bendiga y camine siempre con nosotros.
Cordialmente:
P. José David Huerta Zuvieta
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