En un movimiento sorprendente, Rusia ha designado a Andréi Beloúsov, un economista, como el nuevo ministro de Defensa, encargado de dirigir las operaciones en el conflicto con Ucrania. La decisión ha generado revuelo, ya que Beloúsov, conocido por su experiencia en coordinación económica, asume el control de uno de los presupuestos militares más grandes del mundo, plagado de agujeros financieros debido a la corrupción arraigada en el generalato ruso.
En su primera intervención ante el Senado, Beloúsov destacó la importancia de garantizar la victoria en el conflicto con el mínimo de bajas posibles, enfatizando un enfoque estratégico que combina eficiencia económica con objetivos político-militares. Su nombramiento coincide con la visita del secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, a Kiev, donde se ha anunciado la llegada de ayuda militar prometida a Ucrania.
Beloúsov, de 65 años, recibió el encargo directo del presidente Putin para integrar plenamente los recursos militares en la economía nacional, reconociendo el papel crucial de la industria militar en el desarrollo del país. Sin embargo, se enfrenta a desafíos considerables, ya que el presupuesto de Defensa representa más de un tercio del gasto estatal para este año.
El nuevo ministro hereda un ministerio sacudido por escándalos de corrupción, con detenciones recientes de altos funcionarios del Ministerio de Defensa, incluido el teniente general Yuri Kuznetsov, acusado de aceptar sobornos significativos. Beloúsov enfatizó la necesidad de una gestión financiera transparente y eficaz para garantizar el suministro de armas y equipos a las unidades en el frente.
La decisión de nombrar a un economista en un cargo tradicionalmente ocupado por militares ha generado descontento entre los sectores más beligerantes en Rusia, quienes esperaban un enfoque más agresivo hacia Ucrania. Sin embargo, el movimiento también refleja un cambio hacia la priorización de la estabilidad financiera y la eficiencia en las operaciones militares.
El nombramiento de Beloúsov marca un punto de inflexión en la gestión del conflicto con Ucrania, donde la lucha en el frente se combina con la batalla contra la corrupción y los desafíos financieros en el aparato militar ruso.
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