La economía mundial presenta escaso dinamismo en la tasa de crecimiento del PIB y comercio, aunque la inflación ha disminuido, las tasas de interés de las economías desarrolladas no se reducen por lo que los costos del financiamiento para las economías emergentes se han mantenido elevados. El bajo crecimiento que se espera en América Latina en 2024 refleja esta caída.
En este contexto de bajo crecimiento económico y un sector externo poco dinamizador, las economías de América Latina muestran desaceleración en su capacidad de crear empleos. Al cierre 2023 el número de ocupados habrá crecido 1.4%, lo que supone reducción de 4 puntos porcentuales respecto al 5.4% en 2022.
Esta menor creación de empleo se extenderá en 2024, año en el que se proyecta que el número de ocupados crecerá 1%. Significa que los gobiernos tendrán menor capacidad de gasto y la pobreza tenderá a incrementarse ante la falta de empleo.
Durante 2023 el bajo ritmo de creación de empleo se acompañó de aumento del número de personas inactivas (1.8%), respecto de los niveles en 2022, lo que contrasta con la reducción que esta variable experimentó en 2021-22, con caídas en el número de personas inactivas del 6% y 1.5%.
Este comportamiento del número de personas que no se encuentran trabajando ni buscando trabajo se expresa en una caída en la tasa de participación regional que se mantendrá del 63% desde 2022.
En 2023 los niveles de ocupación informal en la región se mantienen en nivel del 48% y no se esperan cambios significativos en 2024, sobre todo, si aumenta la inactividad laboral. La tasa de desocupación de los hombres se estima en 5.5% para 2023, la de las mujeres en 8%.
En participación laboral, para 2023 la de los hombres será 74% y la de las mujeres del 52%, porcentaje que se mantendrá en 2024.
Lo anterior no es catastrófico excepto para aquellos cuyo ingreso familiar se reduzca derivado de la situación económica mundial, sin embargo, el gobierno mexicano manejará con cuidado, prudencia y paciencia el gasto anual. El presupuesto 2024 contempla déficit que se obtendrá a través de la odiada deuda externa.
Las obras del presidente a 5 años de su administración exigen inyección de dinero pues operan con pérdidas y seguirán así por la siguiente administración. El gasto público en los diversos programas de Bienestar representa una sangría cada año más abundante.
El futuro puede ser estable si el gasto federal se contiene y dirige a obras sustentables, de desarrollo social como educación, salud básica, vacunas, medicamentos, tratamientos oportunos; seguridad, agua y saneamiento, y en estos renglones vitales que incrementan la esperanza de vida no hay inversión a mediano plazo.
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