La Organización de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco) estima que cada año mil millones de niños hacen frente a actos violentos en sus escuelas. 1 de cada 3 alumnos de 11 y 15 años sufre acoso al menos una vez al mes.
En el informe más allá de los números: poner fin a la violencia y el acoso en el ámbito escolar, detalla que en América Latina la agresión de mayor incidencia es la sexual, con 15% en niños, y 11% en niñas.
El hostigamiento físico es el segundo en niños (13%) y el sicológico en niñas (8%), con mayor prevalencia del acoso sicológico que la media mundial, 5.5%.
Un 36% de los estudiantes se involucran en pelea física y 1 de cada 3 son agredidos físicamente al menos una vez al año.
Un 10% de los niños sufre acoso en la Red, aunque los datos recopilados sobre violencia sexual en escuelas son limitados, sus efectos son duraderos para la salud mental, el bienestar y la educación de niños y adolescentes.
En México, 30% de nuevos estudiantes de licenciatura en la UNAM manifestaron síntomas de depresión y 40% de ansiedad, según el Examen Médico Automatizado (EMA) que se aplicó a 39 mil 248 alumnos. 3.6% intentó suicidarse, (1,412) y aún
manifiesta idea suicida.
El 10% admitió haber sido víctima de violación o abuso sexual lo cual es una alarma para el desarrollo profesional pues son situaciones que influyen en su aprovechamiento académico y eficiencia terminal de la carrera.
Los indicadores de violencia que el alumnado sufre en espacios públicos y entorno familiar reportan que 21% ha sido agredido con golpes, insultos y humillaciones en su casa, de acuerdo con el EMA que aplica la Dirección General de Atención a la Salud (UNAM), anualmente.
Revela que 14% de estudiantes de primer semestre tienen consumo alto de alcohol, 6% de cocaína, inhalantes, heroína y anfetaminas en el último mes. 3% dijo que usó
mariguana.
Sobre indicadores de violencia, 17% señaló que en su familia nunca o pasan tiempo juntos, expresan lo que desean y se unen para resolver problemas.
Es la lamentable realidad que forjamos en cada familia en México y en el mundo.
La falta de empatía, de interés por comprender la manera de pensar y las emociones
que se generan en el círculo familiar para intervenir de manera positiva exigen
padres maduros, con interés en educar a sus hijos en valores como la integridad y
la mejor forma de hacerlo es el ejemplo. Gran falla que la realidad ratifica.
El ejemplo que se da por los padres, cuando están presentes, es probable que no
sea el indicado y suficiente para enderezar entuertos emocionales y corregir líneas
de pensamientos ajenos al bienestar personal y por consecuencia, social.
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