En México la urgencia de superar la pandemia por COVID-19, la crisis económica
y la extrema desigualdad social, tiene en la educación un recurso que ha probado
en varios países como Singapur, Corea, China e India, su eficacia como eje
estratégico para lograr el desarrollo económico nacional y la mejora masiva del
nivel de vida de su población, cuando toma forma de potente política de estado.
Estas naciones, en solo 30 o 40 años lograron lo que países europeos y EEUU
alcanzaron en más de un siglo.
Un caso es el de China, que de ser en 1978 un país empobrecido (750 millones de
pobres) y rural, con hambrunas (45 millones de fallecidos) y violencia política (70
millones de muertos), se convirtió en una nación industrial, líder económico,
científico y tecnológico del siglo XXI. Según la ONU, su Producto Interno Bruto
(PIB) creció de US$150.000 millones a US$12,2 billones entre 1978 y 2018.
Este gran cambio ocurrido de manera gradual y cautelosa, también rápida y
continua, no fue obra de Mao Zedong el fundador en 1949 de la China comunista y
autor del “Gran Salto Adelante” y de la “Revolución cultural.
Ante la grave crisis que amenazaba colapsar al país, en 1978 Deng Xiaoping,
secretario general del Partido Comunista Chino, emprendió su “Reforma y
apertura”, consistente en «cuatro modernizaciones» (agricultura, industria,
comercio exterior y educación-ciencia-cultura). El objetivo fue evolucionar hacia
una economía de mercado exportadora, pero controlada por un Estado
planificador y rector de la inversión extrajera y la acumulación del capital, con la
asignación geográfica de zonas económicas especiales (ZEE) para el modelo “Un
país, Dos sistemas”, que asegurara la transferencia de tecnología, la generación
de empresarios millonarios chinos, de una clase media educada, la formación
masiva de cuadros de alta calificación científica-tecnológica y sobre todo, con un
alto impacto para sacar de la pobreza a las masas populares y darles acceso a
una educación moderna de alta calidad, hasta el nivel superior, incluyendo el
respaldo para hacer estudios en el extranjero (15% de los estudiantes chinos son
alumnos de universidades japonesas y de países de habla inglesa).
China construyó así un modelo económico inédito, que incluyó a la educación
como llave para introducir en su plan de desarrollo, la inteligencia del mundo
moderno contenida en la cultura, la ciencia, la tecnología y la administración
científica. De esta manera, en solo 30 años después de iniciada su Reforma y
Apertura, alcanzó en 2007 una tasa de crecimiento económico del 13%.
Este logro, precisamente antes de la gran crisis económica que inició en EEUU en
2008 y se extendió al resto del mundo, le permitió responder rápidamente para
resistirla mediante el fortalecimiento de su mercado interno, de elevar el nivel de
consumo de sus trabajadores; de crear una red comercial con otros países del
sudeste asiático, para reducir su dependencia de las economías de occidente y de
la influencia de sus crisis cíclicas. Con estas medidas China, en el marco de la
globalización, convirtió la crisis económica mundial en una oportunidad para
consolidar y mejorar su posición frente las naciones de capitalismo neoliberal.
Con el Plan Nacional de Reforma y Desarrollo de Educación a Medio y Largo
Plazo (2010-2020), China orquestó la compleja racionalidad de su salto cualitativo
para ubicarse en la vanguardia científico-técnica mundial del nuevo siglo.
El subsidio anual a la educación es de 250.000 millones de USD, y el número de
universidades públicas y privadas se ha duplicado. Pese a este impresionante
gasto y avance en educación, tanto el gobierno como la población china, pugnan
por el incremento del presupuesto en este rubro, al nivel de otros sectores.
Es definitivo entonces, que la educación universal, moderna, de alta calidad,
integral y con altos estándares de competencia profesional, tiene en la China
actual el valor más alto en la vida personal, familiar y nacional.
Esta prioridad que el Estado chino da a la educación en China, se conjuga con el
extremo cuidado y atención que su cultura tradicional, prodiga a los niños; lo cual
bajo la política de “hijo único”, ha permitido que por cada menor, haya hasta 6
adultos entre abuelos y padres, que están dispuestos a hacer todos lo sacrificios
posibles para que ese pequeño tenga la oportunidad de lograr a través de la
educación el desarrollo pleno de sus capacidades, que contribuya a su nación.
Comparativamente en México, José López Portillo en 1978 se encontraba en su
segundo año de gobierno, que heredó la crisis económica y la deuda externa
contratada con el Fondo Monetario Internacional por su antecesor Luis Echeverría
Álvarez. En esta difícil situación, el descubrimiento en 1976 de importantes
yacimientos de petróleo en Chiapas, Tabasco y Campeche, y con el antecedente
de la crisis petrolera mundial de 1973 por la creación de la OPEP y la alza del
precio internacional del petróleo, López Portillo emprendió una enérgica política de
desarrollo basada en la exportación de este recurso energético a EEUU.
En 1978 México alcanzó un PIB de 8.2%. El alto volumen de divisas por una
economía nacional petrolizada le llevó a declarar que los mexicanos tendrían que
“aprender a administrar la abundancia”. Sin embargo, este boom económico no se
correspondió a una política educativa sólida y de largo alcance, pues el Plan
Nacional de Educación (de 6 volúmenes) presentado en 1977 por Porfirio Muñoz
Ledo, Secretario de Educación, no se implementó. Fue removido de su cargo y su
ambicioso Plan educativo fue sustituido en 1979 por un Programa “pragmático”.
El desorden del gasto, la corrupción, el endeudamiento externo y la caída del
precio de petróleo, determinó que la administración de López Portillo terminara en
1982 en medio de una nueva crisis económica, con devaluación del peso,
elevación de tasas de interés, caída del PIB, fuga de capitales, una deuda pública
y privada disparada y la declaratoria de moratoria ante el FMI.
El sueño de convertir en México en una rica potencia petrolera se esfumó. La
Educación fue hecha a un lado, se redujo su presupuesto y se postergó convertirla
en una palanca del desarrollo nacional y de la mejoría de la vida de los mexicanos.
Con todo lo anterior, podemos entender mejor como de una crisis mundial y
nacional, se puede salir impulsado al desarrollo y como de una situación transitoria
de auge económico basado en un solo recurso, se puede caer al abismo.
Así, el reciente relevo de Esteban Moctezuma por la maestra Delfina Gómez en la
Secretaría de Educación, vuelve a poner en la atención de los mexicanos, la
urgencia de que México cuente ya con una política educativa que esté a la altura
no solo de los retos de la actual emergencia sanitaria mundial, sino sobre todo que
sea parte fundamental de una estrategia de desarrollo a largo plazo que nos
permita salir del ciclo de crisis económico-sociales sexenales que se iniciaron
hace 50 años
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