Se dice que en las crisis se conoce a los verdaderos amigos. Este refrán vale para otros campos como el de la educación. ¿Que sería hoy de la marcha de los programas académicos de todos los niveles educativos, sin el recurso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación aplicadas a la educación en línea?
La verdad es que aunque desde hace muchas décadas la educación a distancia permitía llevar la formación técnica o de educación básica e inclusive de alfabetización en adultos, no fue sino hasta el surgimiento desde los sectores industrial, de negocios y comercial que la formación de personal en línea, apoyada en plataformas para la gestión de aprendizaje en aulas virtuales, que esta modalidad educativa empezó a verse como posibilidad para dar solución a algunos de los problemas más apremiantes de las instituciones del sector educativo, como lo son la cobertura, la falta de planteles, la dispersión de la población, la insuficiencia de recursos humanos, el incremento costos de operación, entre otros.
En la educación superior y de postgrado, sobretodo en el sector privado, la educación en línea desde hace unas tres décadas mostró un auge notable acumulando una experiencia que se compartió paulatinamente a la educación pública. Hoy la educación en línea a nivel universitario se ha consolidado con programas de estudios de carácter estatal, nacional e internacional, prácticamente en todas las disciplinas.
Pero desafortunadamente este auge no había incluido como era deseable, al nivel básico. La razón fueron las supuestas desventajas de esta modalidad educativa, que la educación superior si había podido solventar y que fundamentalmente son: los requerimientos de infraestructura tecnológica, de docentes capacitados para su manejo, de personal especializado para dar el soporte técnico y administrativo a las plataformas de las aulas virtuales y de diseños instruccionales específicos para esta modalidad educativa.
Para algunos analistas, realmente los beneficios podían compensar con creces los costos, por lo tanto el que no se expandiera la tecnología de la educación en línea a la educación de nivel básico, medio y tecnológico, obedecía más a un decisión política que a razones de costos y factibilidad.
La pregunta central que se planteaba el sistema educativo vigente, no era ¿de qué manera se podía preparar e introducir a los alumnos al uso de modalidades educativas propias de la sociedad de información, de la comunicación y del conocimiento que rigen el mundo del siglo XXI?
Lo que realmente le preocupaba más a este sistema era: ¿Qué pasaría con todo el enorme y pesado aparato burocrático que tiene su coto de poder y obtención de recursos, asentado en el modelo educativo tradicional de educación presencial? ¿El sistema educativo nacional estaba preparado para la reforma pedagógica radical que implica centrar la educación en los alumnos, personalizarla, romper los límites de espacio y de tiempo para el aprendizaje, cederle al alumno tramos significativos de control sobre su propio proceso de enseñanza-aprendizaje, darle autonomía, detonar sus competencias de análisis crítico, entre otros cambios?
Las críticas y los temores aducidos han sido muchos: ¿Tendremos en México la conectividad y la accesibilidad necesaria? ¿Qué haría un alumno si no tiene enfrente un profesor que lo vigile y lo controle? ¿Cómo se evitaría que los alumnos divagaran en las redes sociales, libres de ampliar su indagación en la infinitud del espacio virtual? ¿Con qué desconocidos establecería comunicación? ¿Cómo podría ser evaluado, calificado y certificado?
Ante esa resistencia, lo que se encontró como camino intermedio fue la modalidad denominada B-learning, que significa que el modelo tradicional presencial que tiene efecto en el aula física, se combine con la educación apoyada en tecnologías de la información mediante dispositivos fijos (computadoras) y/o móviles (laptop, tablet y/o smarphone).
Otra opción fue ofrecer la educación en línea como una alternativa para ciertos grupos especiales o marginales como estudiantes rezagados, personas que por su trabajo no podían asistir a un plantel con modelo presencial, personas privadas de su libertad, migrantes, enfermas o vulnerables, e inclusive en situaciones de emergencia ambiental, climática o de otro tipo, que continuaran sus clases por medio virtual, en tanto se restablecía la normalidad.
Y fue precisamente esta última situación, provocada por la emergencia epidemiológica de la pandemia de COVID-19, que dejó al descubierto el hilo negro, lo que siempre estuvo aquí para dar un impulso sin precedentes a la educación en México, de manera que alcance sin límites a todos los grupos de población en todos los niveles educativos con una pedagogía que si sea del siglo XXI y no del XX o del XIX.
Los alumnos y docentes de educación básica y no solo los de nivel superior incursionaran a partir de ya, en la modalidad de educación en línea. Algo que con razones de peso, no pudo convertirse desde hace mucho en política pública en educación, hoy ante la imperiosa necesidad de seguir adelante, en medio de una crisis de futuro inmediato incierto, surge gracias una decisión de estado que dará una certidumbre a millones de niños y adolescentes: el de continuar sus estudios mediante la educación en línea.
Seguramente, o por lo menos es lo que muchos esperamos, que pasada la crisis, no volvamos totalmente a lo mismo, sino que aprovechemos las lecciones aprendidas y fortalezcamos el camino de esta modalidad educativa que hoy nos regala una esperanza. Se trata de no volver a lo mismo, en educación y en otros muchos aspectos fundamentales de la vida personal y pública de los mexicanos.







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