Cuauhtémoc, CDMX, México.- Esta plaza fue el centro de un barrio prehispánico dedicado a la alfarería. A lo largo del virreinato se le conoció como Plazuela del Jardín, hasta que parte del viejo mercado del Baratillo, errante, logró establecerse allí: su nombre, Baratillo, lo obtuvo de una sección del tianguis que se instalaba en la Plaza Mayor (Zócalo) desde el siglo XVI. En él se vendían tanto artículos averiados por los viajes a través del Atlántico como objetos de segunda mano que los vecinos subastaban o intercambiaban. Al ser expulsado del Zócalo, el Baratillo se instaló en la Plaza del Factor, de donde fue nuevamente echado en 1856 para construir ahí el Teatro Iturbide. La Plaza de Baratillo fue rebautizada Plaza Garibaldi en 1921, como homenaje a un combatiente maderista de la Revolución Mexicana.
Desde los años veinte, la plaza comenzó a atraer mariachis y cantinas, actividades reforzadas diez años después, cuando el presidente Abelardo L. Rodríguez instituyó la charrería como recreo nacional. La reciente remodelación de Garibaldi es una de las mayores por las que ha pasado el lugar. El Museo del Tequila y el Mezcal, la escuela para mariachis y la restauración de los edificios y callejones aledaños parece ser el inicio de una nueva función en su larga historia.
Además de la tradicional oferta de mariachi, la Plaza ofrece otros géneros musicales, como los Tríos, Son Jarocho, Música Norteña. Con un pasado que se remonta varios siglos atrás, este recinto sigue siendo considerado mundialmente como un emblema de nuestra música vernácula.
La vida en esta ciudad puede ser extenuante en muchos sentidos. Pero todo cambia al entrar a la Plaza Garibaldi, especialmente en sus noches. Funciona como centro de reunión desde épocas virreinales y fue conocida con los nombres de Plazuela Jardín, El Baratillo y Plaza de Santa Cecilia, hasta que en 1921 se le dio su nombre en honor al unificador de Italia, quien vino a México a pelear al lado de las fuerzas encabezadas por Francisco I. Madero.
En este sitio se conjugan muchas energías, pero el medio por el que todas se propagan es la música. A ella le debe este lugar su vida, desde hace casi un siglo. También a la inversa: el género popular que más la caracteriza, el mariachi, solidificó su reputación al interior de su perímetro.
Cuando esta música no era más que un fenómeno local jalisciense, el fundador del Tenampa, una cantina que por entonces apenas empezaba a atraer a algunos curiosos, decidió que en ese lugar los capitalinos encontrarían los encantos de la música local de su pueblo, Cocula, reputado como la cuna del mariachi.
Juan Indalecio Hernández Ibarra comenzó a invitar a los primeros conjuntos musicales que tuvieron renombre más allá de las fronteras de Jalisco. En esa generación de clientes del Tenampa se cuentan los primeros que conocieron el placer de llorar o envalentonarse bajo los efectos mezclados del tequila y las canciones vernáculas. Por aquellos años alrededor de la plaza había sobre todo viviendas y algún expendio de pulque.
La historia del mariachi como uno de los estilos musicales más emblemáticos corre pareja con la de la Plaza Garibaldi. Pero hubo otro elemento que coincidió: el cine de la Época de Oro y sus personajes que arriesgaban todo por una mujer y que jamás se arredraban ni ante el riesgo de muerte. El ascenso del charro como protagonista de nuestras épocas tuvo como resultado un desfile de valientes de carne y hueso que iban en busca de replicar sus ademanes y estrategias. Garibaldi, el lugar que ya se daba a conocer como la base de operaciones de los mariachis, comenzó a recibir a todos ellos: los que buscaban reconciliarse con su pareja, otros que esperaban persuadir a la recién cortejada y los que sólo querían gritar su amor a mayor volumen o con un timbre distinto. Todos ellos ansiosos de encarnar a Pedro Infante, Javier Solís o Jorge Negrete.
También varios de nuestros ídolos más perdurables fraguaron sus rasgos aquí: José Alfredo Jiménez, Tito Guízar, Lucha Reyes y Chavela Vargas, entre otros; además su vitalidad ha sido recogida en nuestra literatura, como en Agua quemada de Carlos Fuentes, por citar solo un ejemplo.
Hoy el cine mexicano es completamente distinto, pero el mariachi, instrumentos más instrumentos menos, persiste como una valiosa tradición sobre el suelo de Garibaldi, donde además se puede visitar el Museo del Tequila y del Mezcal, en donde es posible encontrar exposiciones, conferencias, tertulias y documentación sobre estos destilados tan representativos y también se brinda información sobre la propia historia del mariachi y del recinto que los acoge.
Recorrer la plaza durante las horas altas de la noche es escuchar un collage que sintetiza mucho de lo que ocurre en la capital, donde se dan la mano las tradiciones de varias regiones del país.
Además del sabor local, los músicos son el principal producto de exportación de Garibaldi. A pesar de que se vive en un momento que casi todo puede contratarse y recibirse sin salir de casa, incluidos mariachis, las visitas de quienes van en busca de un conjunto no han disminuido. Y es que tan solo deambular por esta plaza es una experiencia con valor antropológico y estético en sí mismo.
Fideicomiso Centro Histórico. (s.f.). www.centrohistorico.cdmx.gob.mx. Recuperado el 14 de 02 de 2020, de www.centrohistorico.cdmx.gob.mx: https://www.centrohistorico.cdmx.gob.mx/sitios-de-interes/garibaldi-y-sus-alrededores











Discussion about this post